Demon's Massacre (I)

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Nunca pude imaginar que algo tan trivial como probar el juego de la Ouija podría acabar tan mal. Ahora mi vida ha dado un vuelco definitivo hacia las tinieblas y ya no hay marcha atrás. Me llamo Pablo, tengo 15 años y el pasado fin de semana, del 26 al 28 de mayo de 2017, mis padres fueron a pasar unos días de descanso a nuestra casa de veraneo en la playa, en Calella de Palafrugell. Me pareció una oportunidad única para llamar a mis mejores amigos del colegio, Marc y Alberto, para que se quedaran a dormir en mi casa. Marc se trajo unas botellas de Vodka y JB de su casa, teníamos Fanta y Coca-Cola, y yo pude convencer a mi hermano mayor para que me comprara un paquete de cervezas. Él se iba con su novia, así que yo y mis amigos tendríamos el piso para nosotros solos. Alberto y yo estábamos jugando unas partidas al Call of Duty en la PS4, cuando sonó el timbre.

—No os lo váis a creer. ¡Mirad lo que he encontrado en el desván de casa de mi abuela! —dijo Marc, metiéndose en mi casa apresuradamente nada más le abrí la puerta. Llevaba una bolsa colgada del hombro que arrojó a la mesa del comedor. Después abrió la cremallera con cuidado.

—¿Qué llevas ahí? —preguntó Alberto.

—No os lo vaís a creer tíos, no os lo váis a creer...

Marc extrajo de la bolsa un tablero de Ouija. No tenía aspecto de juguete. Parecía muy antiguo y usado. Nada más verlo pude sentir un escalofrío que me recorrió el espinazo de arriba abajo. Era una tabla cuadrada de madera putrefacta en la cuál parecían haberse escrito artesanalmente las letras del abecedario, los números y los símbolos, con lo que juraría que era sangre seca y vieja. El puntero era un objeto circular de madera, con una lente de vidrio en medio. En la madera del puntero podrían leerse inquietantes inscripciones talladas con lo que supuse que era un cuchillo. No conocía el significado de ninguna de ellas.

—¿Qué haces con eso? —le dije—. ¡Mete eso en la mochila, no vamos a hacer una sesión de espiritismo en mi casa ni de coña!

Sin embargo, para nuestra mala fortuna, mis amigos me convencieron. Ya de madrugada, después de haber bebido y estar en un estado de embriaguez, en silencio y a la luz ténue de unas velas,  nos cogimos de las manos y nos concentramos para invocar a entidades sepulcrales y espíritus que moraban en el limbo entre dos mundos.  Empezó siendo un juego, una especie de gamberrada para demostrarnos a nosotros mismos que los fantasmas no existen y que éramos suficientemente valientes como para tentar al destino. ¡Pero qué equivocados estábamos! El salón de mi casa se volvió frío, tanto que, ¡y no miento!, empezamos a exhalar vapor por nuestras bocas. Y por las paredes treparon sombras de contornos terribles e inhumanos.

—¿Hay alguien ahí? —pregunté con voz temblorosa.

Empezamos a escuchar susurros y, lo juro, el puntero empezó a moverse sin que ninguno de los tres lo tocáramos. Ante nuestros ojos, atónitos por el macabro espectáculo, el puntero fue indicando, letra por letra, la siguiente frase:

H - A - B - E - I - S - A - B - I - E - R - T - O - L - A - P - U - E - R - T - A

—¿Qué puerta? —preguntó Marc, visiblemente nervioso.

Se escuchó un golpe estridente que venía de la cocina.

—¿Qué está pasando?  —gritó Marc.

Entonces Alberto empezó a convulsionar. Le miramos aterrorizados mientras él puso los ojos en blanco. De su boca empezó a salir espuma.

—¡Pablo, rápido, pon la mano sobre el puntero!—me ordenó Marc. Yo le hice caso y juntamos nuestras manos sobre el puntero—. ¡Adiós! —gritó él—. ¡Adiós!

De pronto el puntero salió disparado de nuestras manos a una velocidad increíble. Chocó contra la pared y estalló en mil pedazos.

—¡Oh, mierda! ¡Oh, mierda! —dijo Marc.

Alberto dejó de convulsionar y se cayó redondo sobre la mesa. Después, todo quedó en silencio.

Marc se lenvantó y encendió las luces.

—¡La hemos cagado tíos, la hemos cagado!

—¿Qué pasa? —le pregunté. En aquel momento ya estaba muy asustado.

Alberto abrió los ojos lentamente, se incorporó y se limpió la baba que le caía de la boca con la manga de su sudadera.

—¿Qué ha pasado? —dijo Alberto, aturdido.

Marc nos explicó que una sesión de Ouija siempre se tiene que cerrar. Una sesión de Ouija abre el canal entre dos mundos paralelos, lo cual permite contactar a los habitantes de nuestro mundo con las entidades de ese otro mundo. Si la sesión no concluye, ese canal, esa conexión entre los dos mundos, puede quedar abierta, como una puerta entre nuestro mundo y el otro mundo. Le preguntamos acerca de qué quería decir con ese otro mundo, y él hizo referencia al más allá, el hogar donde moran los espectros y los demonios, entidades malignas del inframundo que están deseosas por entrar en el nuestro para causar dolor y sufrimiento a los seres humanos.

—Tranquilos, tíos. Es pura sugestión —dijo Alberto—. Nos ha sentado mal la priva, y nos hemos emparanoiado a tope. No pasa nada, tíos.

—¡Has estado echando espuma por la boca!

—El JB siempre me sienta mal.

—¿Y el puntero? Ha señalado una frase solo, sin tocarlo. ¡Y luego ha salido disparado y explotado contra la pared! —argumenté.

—Bobadas, es el efecto ideomotriz. Efecto ideomotriz. Buscad en Google. Me voy a casa, mañana quiero ir a la playa —dijo Alberto, bostezando.

—Efecto ideomotor, capullo —le corrigió Marc.

Entonces sonó el timbre de la puerta de mi casa. Los tres, incluido Alberto, dimos un salto del susto.

—¿Qué coño? Son las tres de la madrugada... —me acerqué a la puerta y eché un vistazo a través de la mirilla —Joder, es la vecina del segundo. ¡Callaos, callaos! —susurré.

¡Bum! ¡Bum! ¡Bum!

La señora Perea, la vecina del segundo, golpeó la puerta con una fuerza inverosímil para un persona de casi 80 años. En ese momento, me planteé las diversas opciones. Quizás habíamos hecho alboroto y la señora Perea únicamente nos estaba picando a casa para que dejáramos de liarla y la dejáramos dormir. Pero, después de todo lo que había pasado, algo me decía que esto no era normal y que abrir la puerta podía suponer un grave peligro para mí y mis amigos...

Nota para los lectores de Wattpad

Por favor, dejad en vuestros comentarios qué decisión queréis que tomen Pablo y sus amigos:

A) Abrir la puerta y ver qué le pasa a la señora Perea.

B) Salir por la ventana de la habitación de Pablo y usar la escalera de incendios para llegar a la calle.








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