Capítulo 10. Territorio satánico

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Capítulo 10. Territorio satánico

"Ningún infierno es tan malo con buena compañía"

Me quedo atónita ante la fachada de la casa. Es hermosa. Impactante como su dueño. Si así es por fuera no me imagino cómo será el interior entonces.
Aunque mañana podría apreciar mejor los detalles, ahora mismo el sueño me llama y yo educadamente le hago caso.

Será al único que le haces caso...
Y al hambre Dora, no lo olvides. 

Luego del altercado con aquel bastardo en la empresa, todo se tensó un poco. Alexander seguía furioso, lucía como un león enjaulado. Era fácil darse cuenta de su malestar. No conmigo afortunada y extrañamente, sino con el hombre que intentó golpearme. Que gracioso es el destino. El golpeador terminó golpeado, y por los santos clavos de Cristo, que paliza le pegó Alexander.
Mi salvador esposo me llevó a casa y prometió volver en la noche por mi. Todo fue extraño tras aquel abrazo, aunque ambos actuamos como si nunca hubiera pasado. Es tonto, solo fue un abrazo insignificante, al menos para mi. No debo olvidar que esto es un negocio.

¿No cruzar la línea?
Exacto Dora.
¿Y si la línea es borrosa?

Al llegar a mi casa me encontré con una hiperactiva Charlotte haciendo el almuerzo, lo que claramente significa ¡PELIGRO! ¡No se acerque! ¡Repito, NO se acerque! Yo la amo, de verdad que lo hago, pero su fuerte no es la cocina.
Le conté todo lo ocurrido mientras comíamos comida italiana, vaya ironía, casada con un italiano y comiendo comida de su tierra. También imaginen lo genial que cocina Char si tuvimos que encargar comida y hasta tirar la olla, ya que quedó totalmente arruinada. Suerte que Cassandra no está o la mataría por semejante desastre y a mí por dejarla sin supervisión en un lugar tan peligroso para la pelirroja como lo es la cocina. Además de que tuve que regañarla cada que hablaba comiendo con la boca abierta y maldecía a la vez. Ay, mi linda Charlotte tiene el cuerpo de una sirena y la boca de un marinero.
Luego del almuerzo la pelirroja me acompañó a despedirme. Lloré como una niña pequeña a la cual separaban de su familia y así era. Otra vez estaría lejos de los míos. El viejo me pidió que tuviera cuidado, que me amaba y siempre sería la luz de sus ojos. Él cree que conseguí un préstamo para ellos y que me iré a New York a trabajar en una empresa que necesitaba traductores jóvenes. Que puedo decir, el no desconfiaría de eso ya que sé varios idiomas y él lo sabe. Técnicamente sí iré a la gran manzana a trabajar, después de todo, este contrato es mi trabajo.
Ahora mismo, el viejo debe estar volando rumbo a Italia junto a la loca de Cassandra. Esa metiche sí que supo hacerme llorar como magdalena. Prometimos estar en contacto, nos fundimos en un abrazo sofocante de esos que parecen romperte aún más y con la pelirroja regresamos a casa con el corazón en la mano.
Llegada la hora, Alexander apareció puntual tal y como lo dijo. Charlotte lo interceptó antes de que llegara a mi y fue por lejos la cosa más vergonzosa, graciosa y atemorizante del mundo. Mi amiga es una fiera de por sí, y si se enoja, mejor huyan. Puedo decir que tiene mi carácter, pero multiplicado. Tiene esa clase de locura y pasión que roza lo insano. A veces es la viva imagen de él.
Alexander la escuchaba atento y muy serio, no sé qué tanto le estaría diciendo, y no quiero saber tampoco, pero ambos se dieron la mano y eso selló la conversación.
Contra mi voluntad —que conste—Charlotte nos acompañó al aeropuerto para luego, regresar con Joseph como su chofer y seguridad. Si supieran la verdad, creo que la seguridad la llevaría Joe.
Nada se compara con la escena que armamos juntas en el aeropuerto, digna de una telenovela, para disgusto de mi sofisticado esposo.
Ella se abalanzó hacia mí en un abrazo amargo, mientras lloraba como pocas veces la he visto, haciendo que un nudo se hiciera en mi estómago. Me acerqué a su oído destinada a calmar su corazón, ya que el mío se quedaría con ella.

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