- Yo también me alegro de volver a verla, señorita Moon.

Su voz se le metió por debajo del vestido y la acarició suavemente en un lento descenso hacia el interior de sus muslos. Blanche tuvo la impresión de que se desmayaba. El señor Wolf se aproximó a ella con pasos lentos, casi desganados y puso una mano en la parte baja de su espalda, empujándola con suavidad para acompañarla hacia la mesa. Debido al contacto fue capaz de reaccionar y sacudió la cabeza para salir del trance. Fue consciente de la mano del señor Wolf en su espalda y el calor le subió hasta la nunca, el corazón se le aceleró y bombeó furiosamente contra sus costillas, la respiración se le atascó en la garganta y se quedó momentáneamente sorda. Dio un traspiés, pero allí estaba el señor Wolf para sostenerla, fundiendo la palma de la mano contra su vientre. El calor estalló justo bajo la palma del señor Wolf y se catapultó hacia el sensible sexo de la señorita Moon. La cercanía le permitió percibir el aroma propio del hombre, inundándole la mente con una corriente de fuego que enturbió sus pensamientos, cubriéndolos con una sofocante niebla de lujuria que no la dejaba pensar. Recordó con exactitud el momento en que se vieron por primera vez y rememoró su desvergonzada actitud cuando llegó a casa esa misma noche. Su vestido de noche todavía tenía impregnado el aroma de señor Wolf y hundió el rostro entre los pliegues de la prenda para aspirar aquel olor tan delicioso, tan agradable, tan magnífico, sintiéndose tan excitada que dolía. Se acarició la piel que él había tocado, notando como incluso su cuerpo olía a él; los labios que él había besado tenían el sabor de su boca y los lamió para captar el matiz picante. Incapaz de ponerle remedio a su deseo, se refugió en el cuarto de baño para darse una ducha de agua fría. No sirvió de nada.

- ¿Se encuentra bien? - preguntó el señor Wolf.

Le costó unos minutos recuperar la noción de la realidad.

Levantó el rostro con una frase atascada en la garganta y se encontró a escasa distancia de los ojos del señor Wolf, dos aureolas de oro líquido que la estudiaban con atención y deseo. Estaba preocupado, sí, pero sus ojos se habían oscurecido y sus pupilas dilatado, y Blanche pudo verse a si misma reflejada en esos iris tan profundos y atrayentes. Bajó la mirada por su rostro, por su ancha y elegante nariz griega, hasta llegar a la curva de sus labios, una boca exigente y recia que era lo que parecía. Bien sabía ella cual era la dureza de esos labios y la rugosidad de la lengua. Deseó que él volviera a penetrarla con esa lengua otra vez.

- Siéntate, por favor - pidió él. Ella lo hizo.

No recordaba haber llegado hasta la mesa. Tampoco escuchó la conversación entre el señor Wolf y el maiître porque estaba sumida en una profunda y trascendental reflexión interna sobre las reacciones tan increíbles e involuntarias que tenía su cuerpo. Estas cosas no ocurrían con su marido, ni con ningún otro hombre, ni siquiera cuando fantaseaba. Sólo se inquietaba de esta forma tan irracional cuando estaba cerca del señor Wolf. ¿Por qué?, pensaba angustiada. Se removió en la silla, solo para ser consciente de la humedad que bañaba sus muslos y el roce de sus sensibles labios vaginales sobre la tela de la ropa interior. Ahogó un  jadeo y cogió la carta de vinos, tratando de controlar la lujuria que crecía en su interior con una voracidad ignominiosa. Estaba demasiado sensible aquella noche y tenía toda la piel erizada. Aquellas reacciones tenían que tener una explicación.

- Me he tomado la molestida, querida señorita Moon, de elegir un vino blanco para la cena. ¿Le parece adecuado?

La pregunta volvió a meterese bajo su traje como unos dedos traviesos. Tragó saliva, inspiró hondo y dejó la carta sobre la mesa. Tenía que recuperar el control de la situación.

- Me parece adecuado, señor Wolf - intentó sonar calmada y segura de sí misma, pero por dentro temblaba.

- Relájese, querida Blanche. No voy a hacer nada que usted no quiera que haga, no hay razón para sentirse inquieta - dijo él entonces. Parecía leerle no solo el pensamiento, sino el alma; y parecía complacido y gratamente satisfecho verla en ese estado tembloroso. Desvió sutilmente la mirada por su cuerpo y sus pechos ardieron cuando los ojos del señor Wolf pasaron sobre ellos, deseando recibir otra mirada como aquella. Y una caricia de sus fuertes manos. Y un beso de sus duros labios.

Arrugó entre las manos la servilleta de tela tratando de aliviar la tensión y, descuidadamente, la puso sobre su falda, alisándola mientras pensaba alguna réplica. Debería haber elegido un traje que ocultara más su pecho, algo más holgado y menos ceñido. Incluso podría haberse quedado en casa y aliviar su excitación de alguna manera, negando una y mil veces que su lujuria solo podría ser satisfecha por el señor Wolf.

- No estoy inquieta, señor Wolf - contestó con frialdad. - Sólo quiero terminar con este circo lo más pronto posible.

- De nuevo, le ruego que acepte mis sinceras disculpas, señorita Moon...

- No vuelva a llamarme señorita Moon. Soy la señora Doug.

- Para mí, sigues siendo la señorita Moon - terció el señor Wolf clavandole otra de sus penetrantes miradas. Se sintió cómo si la hubiera penetrado con algo mucho más íntimo, su vientre se contrajo y se frotó los muslos el uno contra el otro.

- Ya vuelve a ser usted un desagradable, señor Wolf.

- Sólo cuando usted se excita, señorita Moon.

- No estoy excitada - pronunció ella en voz baja. Una mezcla de furia y vergüenza subió por su cara, supo con toda certeza que había enrojecido hasta las orejas y rezó porque él no pudiera notarlo; imposible, tenía la piel tan blanca que cualquier cambio era tan evidente como una macha de vino sobre un inmaculado mantel. - Es solo que no me encuentro bien. Diculpeme un momento.

El señor Wolf se levantó cuando ella se puso de pie, pero Blanche se giró rápidamente para evitar cualquier cosa que él pudiera decirle o cualquier gesto que pudiera hacerle o ver cualquier mirada que pudiera echarle. En realidad, el señor Wolf se había levantado como buen caballero siguiendo las más estrictas normas de etiqueta en deferencia a ella, pero la señorita Moon lo tomó como otra cosa y prácticamente correteó en busca del servicio de señoras para esconderse. En el fondo, muy en el fondo, sabía que nada impediría al señor Wolf volver a acosarla en un baño para señoritas. Sólo esperaba que tuviera la elegancia de no hacerlo en un lugar público.

El señor Wolf y la señorita Moon ©Where stories live. Discover now