🌑 Capítulo 34 🌑

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Desperté e inmediatamente supe dónde me encontraba. Ya conocía bien la habitación, creo que la zona hospitalaria de había convertido en un segundo hogar a esas alturas.

Intenté recordar lo sucedido, pero cuando miraba hacia atrás solo había un insoportable dolor invadiendo mi cuerpo, nada más.

Curiosamente, en aquel momento no me dolía nada, estaba totalmente sana. Se sentía como si hubiese visto el infierno, pero sin secuela alguna. Me pregunté si tal vez se les había pasado la mano con la morfina.

-¿Sabes qué creo? -Escuché una voz.

En aquel momento me di cuenta que no me encontraba sola. Shiomara estaba frente a mí, con la mirada fija en la ventana y sus manos atrás de su espalda, luciendo tan estricta como siempre y hablando sin rodeos, como era usual.

-Creo que la Lágrima que traías contigo tenía el poder de anular -dijo-, por eso no podías transformarte, sin importar lo que hiciera por ayudar. De alguna manera aprendiste a usarla.

Por primera vez se volteó a verme, creo que estaba esperando que respondiera, o mejor, que diera señas de haber saber algo al respecto, lo que fuese. Por mi parte, estaba luchando por encontrar las palabras en mi garganta.

Aún me sentía mareada, y lo que es peor, luego de escucharla, me sentía una verdadera idiota por no haberlo pensado antes. ¡Era obvio! Mi Lágrima debía tener algún poder especial, pero en todo este tiempo jamás me había detenido a pensar de cuál se trataba.

-Soy una idiota -Fue lo único que logré articular.

Shiomara me devolvió una mirada decepcionada.

-Descansa -ordenó, antes de abandonar la habitación.

Creo que jamás me había sentido tan estupida en mi vida. Todo lo que había hecho desde que desperté en aquella extraña habitación hasta ahora, estaba mal. Siempre supe que no destacaba por mi inteligencia o buen carácter, pero esta vez en serio me había excedido.

Me pregunté si tal vez habría sido mejor solo dejar que me mataran por negarme a ser parte de una sociedad que desconocía, luego que mi vida se hiciese pedazos. Pude haber llorado, pero contuve las lágrimas porque no venían al caso. Quería ser fuerte y no me iba a permitir flaquear.

Hasta el momento, solo había estado lamentándome por mi pasado destruido, porque jamás iba a poder retomar mi vida desde el punto donde la había dejado. Estaba varada. Esto no sería una simple pausa, era un nuevo comienzo, me gustara o no.

No era mi culpa, de eso estaba segura, pero sí era responsable por cada error que había cometido. Pero debía perdonarme para poder continuar, pues tampoco venía al caso lamentar mis equivocaciones. No debía estancarme de nuevo.

Debía ser más lista, está vez, en serio.

La puerta no tarda en abrirse nuevamente, abriendo paso a la tropa de gente que suelo llamar «amigos».

Todos se amontonan junto a la camilla, llenándome de preguntas respecto a mi estado de salud, mientras Aby es la única que intenta mantenerlos en calma.

-Estoy bien -aseguro, con calma-. Tal vez solo me descompensé debido a la difícil semana.

Mis palabras salen con naturalidad, sin embargo, dentro de mí, sé que no fue una simple fatiga.

-Te has esforzado tanto -suspiró Aby-. No te preocupes, tomaré notas por ti, hasta que te sientas mejor.

-¡Abigail! -exclamó Eddie-. No le hables de deberes ahora. ¡Está exhausta!

No pude evitar reírme. Me di cuenta que había caído en otro error: no los había valorado suficiente.

Mirando cada uno de sus rostros, preocupados y a la vez, aliviados de verme mejor, me di cuenta que de no ser por ellos hace mucho tiempo que la desesperación habría acabado conmigo. Mis días como estudiante serían aún más insoportables, estaría sola con mis miedos. Ellos me apoyaban y me entregaban la estabilidad necesaria para soportar el giro radical que había tomado mi vida, y lo mejor era que me entendían, pues estaban pasando por situaciones similares.

-Bueno, yo... Me alegro que estés bien -comentó Hannah-. Disculpa, pero... Tengo que irme.

Hannah se apresuró en llegar hasta la puerta y salió sin decir nada más. Ni siquiera se volteó a verme por última vez. Era extraño verla así, su ánimo y buen humor solían ser contagiosos.

-Ha estado así desde que supo la noticia -dijo Aby, cabizbaja.

Habló de «la noticia» para referirse a la información que Eddie había obtenido y en específico, nuestra decisión de ocultar la verdad respecto al día de la búsqueda en el bosque.

-Ya se le pasará -aseguró Eddie-. Ella es muy alegre, creo que solo se siente culpable.

-Yo...-Daniel dudó-. Lo siento, Kenzie.

El jugador estrella caminó hasta la puerta, pero antes que girara el pomo, lo detuve.

-Dani -Sabía que iba sonar tan cursi que tendría que lavarme la boca después de decirlo-. Lo que sea que hagamos, vamos a hacerlo juntos.

Daniel sonrió, haciéndome ver que había entendido mi punto, después de todo, él era un experto en la materia.

No iba a equivocarme. No iba a dejarlos fuera.

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