La Ciudad Viajera

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Lloraba y no sabía por qué.

Quería por un momento olvidarme del Universo de los Sueños. Ir a otro lado. Esconderme tras un linde de árboles, que los moscos bebieran de mi sangre, lo que fuera, ocupaba de una buena plática mental conmigo mismo (¿han tenido ese tipo de charlas? Deberían intentarlo, ayuda, no siempre, pero sirve). Quería estar solo.

Pelear era desgastante para mí porque salía desde el fondo de mi pecho una persona que no era yo. Y odiaba no ser yo.

Afuera estaba oscuro. El camino al interior de las murallas del castillo, justo en la explanada principal, estaba iluminado por diversas antorchas que flanqueaban el sendero imaginario. Comencé a pasar entre ellas. Tenía que abandonar por salud emocional el castillo que llevaba el nombre de mi madre al revés: Ralip/Pilar, y que claro, nadie sabía por qué se llamaba así, sólo yo.

Sentía el viento fresco golpeando mis brazos. Quería que Ramsés estuviera junto a mí, con su sonrisa seca, llena de entendimiento y complicidad (¡está bien!, se escucha algo raro viniendo de mí). Él sabría qué decir. Sabría hacerme reír a base de mis acciones y yo estaría agradecido. Necesitaba de mi primer amigo en el UnSu, su consejo era lo que más me hacía falta.

Crucé el umbral de la puerta principal del castillo sintiendo que detrás dejaba un gran peso. Iría a la capital de Verano, la contemplaría y me quedaría hasta que llegara el momento de volver al mundo real. Era imperativo tener un momento a solas conmigo mismo.

Comencé a caminar por el campo abierto con la cabeza agachada. Veía mis pies y contaba los pasos que daba, funcionaba como un pequeño distractor.

Inesperadamente Polvo de los Sueños pasó entre mis piernas. Fruncí el ceño al ser consciente de no estar trayendo a la vida alguno de mis proyectos, de modo que levanté la mirada y busqué quién lo utilizaba, sin embargo no había nadie en la oscuridad de la noche, el polvo venía de todas partes, se arremolinaba a cientos de metros delante de mí y se condensaba en algo increíble, algo imposible... no, en el UnSu muchas cosas que parecían mentira eran de verdad.

Estaba asombrado.

Paulatinamente, cientos de luces comenzaron a iluminar la nada; me refiero a árboles, arbustos, senderos y alguna que otra pileta de agua esparcida a lo largo y ancho del terreno. Le siguieron edificios, casas, zonas de interés, personas que cobraron forma sólida y hacían como si no pasara nada, como si el aparecer en algún lugar aleatorio fuera lo más normal. Habían edificios altos y elegantes al centro de la urbe, parecidos a los de la Ciudad de las Luces en la Zona de Invierno, estos se elevaban en el cielo, imponentes y retadores. Una Estela de Luz surgía en el centro de la metrópoli y alcanzaba el oscuro firmamento. Oía el cuchicheo de la multitud proveniente de lo lejos, entonces reparé que no me había detenido, estaba tan adentro de la ciudad que dudaba de mis habilidades de orientación para encontrarme un camino de salida. Decidí avanzar.

Inicié mi travesía temblando debido a la adrenalina. Aquello era una pasada.

Todo se me presentaba tan diferente a lo que vi antes. La Ciudad de las Luces y la capital de Verano tenían una muralla exterior que los aislaba, en su lugar, este centro poblacional de Otoño carecía de ella, lo que no quería decir que no la tuviera.

Me percibí como un intruso. Soñadores de Otoño iban y venían con cosas entre las manos, otros corrían mientras jugaban, sin embargo, nadie me volteó a ver o preguntó qué hacía exactamente ahí, pasaban junto a mí que parecía no importarles. Seguí por la calle amplia, similar al resto de ellas, estaba adornada con farolas que pendían de cables, los cuales cruzaban de un edificio a otro en zigzag sobre la calle misma. Deduje festejaban algo, o simplemente así les gustaba adornar su ciudad.

Malgar. [Universo de los Sueños #2]Where stories live. Discover now