Capítulo 4. Dioses enfurecidos

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Capítulo 4. Dioses enfurecidos

¿Por qué nos cuesta creer en los milagros aunque se materialicen frente a nosotros?

Al llegar al hospital, me encuentro con Char a quien le cuento todo lo ocurrido con ese arrogante hombre y la muy descarada se ríe en mi cara. ¿Pueden creerlo? Mi amiga se ríe de mis desgracias y en mi propia cara. Definitivamente no hay amistad sin un poco de burla a costa de la otra, así como tampoco existe amistad como esta.

Ahora mismo estoy con el viejo antes de irme a casa y continuar con la desesperante búsqueda de trabajo. Tomo su mano cableado y beso su mejilla suavemente, como si temiera romperlo. Mi pobre Charlie.

—Ay, viejo. He tenido un día de locos...— digo en una mueca triste, para luego comenzar a contarle mi peculiar día repleto de acción, sin recibir respuesta de su parte. Las medicinas lo mantienen dormido la mayor parte del día, pero sé que puede escucharme. Lo sé. Así como sé que voy a conseguir el dinero para salvarlo cueste lo que me cueste. —Bueno Charles, ya me voy —murmuro soportando la angustia y el nudo en mi garganta.—¿Nos vemos mañana, si? Hoy te quedas con la loca de Cassandra, así que pobre de ti, viejo. Ella esella es maravillosa, apuesto que eso ya lo sabías engreído. Me encantaría que nos vieras ahora, no te lo creerías—digo aguantando las lágrimas estoicamente.—Como dicen, las desgracias unen a las personas. Y es que...ahora somos amigas, ¿quién lo diría, eh? Esa metiche endemoniada es una buena mujer papá, elegiste bien. Como siempre. Excepto por mí, tu problemática hija de ojos amarillos que siempre se mete en problemas—logro murmurar en un hilo de voz.—Tienes que despertar viejo, tienes que vernos, te necesitamos. Yo te necesito conmigo— no puedo evitar que el sollozo traicionero se me escape, así que rápidamente cubro mi boca  con las manos, para luego limpiar las lágrimas de mis ojos con fuerza. Respiro hondo antes de besar su frente. —Te amo papá—es lo último que  digo, antes de salir de la habitación con el corazón en un puño. Me despido de la loca de Cassandra y me voy a casa junto a Char, a quien me cuesta convencer de que vaya a su casa a descansar. Por supuesto que quería atrincherarse conmigo, pero no podía hacerle eso hoy. Ella también merece un respiro.

Luego de un largo y caliente baño que logra aligerar mis maltrechos músculos, salgo solo con una toalla envuelta en mi cabeza. Como necesitaba algo así después de un día como este. Me coloco una playera del viejo y sonrío levemente. Charlie odiaba esto. Y es que misteriosamente sus remeras tendían a desaparecer junto a otra cantidad importante de medias. En mi defensa, su ropa es mucho más cómoda que la mía.

En la cocina caliento lo que Casy dejó preparado en la nevera. No le presto mucha atención a lo que es, sino que me concentro viendo como gira el plato en el microondas una y otra vez, cuando siento mi celular vibrar a mi lado, haciéndome pegar un brinco. Sí, soy algo fácil de sorprender...

<<Número desconocido>>

Rara vez contestaría un número que no conozco, pero la preocupación de que pueda ser algo relacionado con el viejo, hace que me lleve el celular a la oreja con terror.

—¿Si? —

Hola de nuevo, niña...—mis ojos se abren de sobremanera y por poco caigo del taburete. ¿Cómo este hombre consiguió mi número? ¿Debería asustarme?

¿Anciano arrogante? Que ingrata y desafortunada sorpresa debo decir...— comento en tono burlón, disfrutando de su molestia. —¿Se puede saber por qué demonios me estás llamando? ¿No me digas que quieres disculparte con el mundo por ser tan amargo y decidiste comenzar conmigo? Porque si es así, deberías empezar con Joseph, el pobre hombre es...—

Claro que no, niña. Ya cállate de una vez, por favor, eres exasperante. —ruedo los ojos al escuchar a ese engreído, mientras saco el plato del microondas sin despegar el teléfono de mi oído.—Tú y yo tenemos algo pendiente, niña...—su jodida voz aterciopelada y demandante comienza a hacerme flaquear. ¿Pero qué pasa conmigo? Control, Ámbar, ante todo control. Que ese hielo no te derrita...—Sabes que me debes la reparación del coche, muñeca

Y ahí vamos otra vezcon la pena te digo que no se va a poder, simio. Así que deja de molestar de una vez por todas— digo molesta y algo preocupada por su llamada. Simio acosador.

Ya veremos muñeca, ya veremos. Dulces sueños, niña. Te veré pronto. —asegura en tono misterioso antes de colgar, dejándome con un mal presentimiento. No sé si fue una promesa o una amenaza de su parte, pero su voz...jodido anciano cascarrabias, guapo como los dioses y con el carácter del diablo. Me quedo mirando el celular con cara de idiota.

Cada quien mira como puede...

No puedo dejar de preguntarme cómo pudo haber conseguido mi número, se supone que soy irrastreable. Pero no voy a preocuparme, solo es un idiota acosador. Espero no volver a verlo jamás, es lo que menos necesito en este momento. Tengo demasiadas preocupaciones como para agregar otra a la lista.

Mañana será un largo y espero que también positivo día. Suerte para mí. Que el santo pomelo nunca me desampare.

A la mañana siguiente, en donde el sueño de la protagonista se verá interrumpido por un...¿qué demonios? ¡Averígüenlo ustedes, flojos!

Estaba en mi quinto sueño, a punto de descubrir quién mató al presidente ruso. Solo quedaban dos sospechosos, su mujer o su hermano, cuando mi estúpido celular suena, dejando inconclusa la escena del crimen y despertándome alterada.

¿Quién es y qué quiere? —pregunto adormilada, sin abrir los ojos del todo.

Buenos días, ¿es usted Ámbar Williams? —asiento como si me pudieran ver. Que tonta soy por las mañanas.

¿Solo por las mañanas?

Ella habla. ¿Quién eres y por qué me llamas? —pregunto restregando mi rostro.

Llamo de Empresas Balzaretti para informarle que ha sido seleccionada para el puesto al que se postuló. La estamos esperando, señorita Williams—¿qué puesto? ¿Qué cosa? Porque yo salí de ahí en el peor de los términos. Con decirles que golpee al entrevistador.

Debe ser un error, señorita

No lo es. La esperamos aquí en una hora, no llegue tarde, el jefe odia eso y no dudará en buscar a alguien más, adiós—y dicho eso cuelga.

Me quedé en trance unos segundos, asimilando esa extraña charla. Que extraño todopero por otro lado, ¡TENGO EL EMPLEO! Luego de un baile de la victoria accidentado, ya que las frazadas me hicieron terminar en el suelo, me preparo lo más rápido que puedo mientras le texteo a Char para que no se preocupe al no verme en casa.

Afortunadamente un taxi pasaba cerca, así que aquí me encuentro otra vez. Si ese cerdo vuelve a acercarse a mí voy a castrarlo, lo juro.

En recepción, todos me desean suerte y me miran con algo de pesar. ¿Tan malo es el jefe? Ojalá que no o nos llevaremos fatal. Puedo ser un amor de persona siempre, pero a la mala también puedo ser el diablo...

Tomo un par de respiraciones algo nerviosas, para luego golpear la puerta suavemente, o bueno, no tan suave.

—Adelante— pero que voz tan firme y autoritaria. Me cuadro de hombros y decido entrar a paso firme. Me sorprendo ante tal bonita oficina. Correcta y seria. El jefe está de espaldas a mí, supongo que leyendo mi currículum, a menos que esté muerto

Pero qué tonterías dices.

Cállate, Dora, estoy nerviosa.

—Ámbar Williams, es un verdadero placer verla otra vez, niña. Espero me recuerde—mierda, esa voz. <<Por favor que no sea él, por favor no, por favor>> Se gira lentamente en su silla, observándome con burla.

¡Por los santos clavos de Cristo!

Dios, el destino, el santo pomelo, Alá, Mahoma, el unicornio verde, la santa amapola o alguna otra fuerza sobrenatural planearon reunirme con este hombre nuevamente por alguna razón.

Acabo de comprobar lo peligrosos que pueden llegar a ser los dioses enfurecidos.

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