Capitulo ››› 1

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Keira.

Me terminaba de vestir en la habitación del hotel que padre había reservado para mí. Era una cena elegante, en un restaurante de un socio en común de los Köning y nosotros, los Vólkov, quien fue quien nos citó en esta extraña reunión. El largo vestido era rojo, ceñido a mi cuerpo, mostrando así todas mis curvas. Mi cabello era negro como la noche y mis ojos verdes como la ambición. Mi madre entró en la habitación sin llamar a la puerta, examinando mi vestimenta de pies a cabeza y mirándome con desaprobación.

—Luces como el pecado —dijo y la miré a través del espejo mientras seguía pintando mis labios de rojo, quité la mirada de ella y me quedaba con el hecho de que era hermosa, de que era producto del pecado y de que ambas éramos pecadoras.

—Tú eres una pecadora, después de todo, debes saber cómo lucen —dije con ironía, ella cruzó la habitación con zancadas y me dio una sonora cachetada. Exhalé un suspiro y levanté el rostro, mirándola con odio.

—Soy tu madre y... —dijo y la corté de golpe, envolviéndome su cuello entre mis manos cortando la respiración que entraba en sus pulmones, enviándole vida a su pecadora vida.

—Y deberías de agradecer el hecho de que sigues con vida —pronuncié saboreando las palabras, para luego soltarla y viéndola caer al suelo, mientras tosía, tratando de recuperar la respiración con normalidad.

—Arderás en el infierno por tus pecados —pronunció con odio, agarrando su cuello. La miré con ironía, mientras me acercaba a ella quien seguía tirada en el suelo pareciendo un animalito indefenso.

—Tú, mi hermosa madre —dije con sarcasmo mientras posaba mi mano en su cálida mejilla. —Arderás conmigo —agrego carcajeándome, levantándome del suelo mirándola con superioridad.

—No sabes cuanto me arrepiento de no haberte abortado —se lamentó. La observé con cierto dolor, solo una pizca. Ya era inmune a sus palabras. Sus crueles palabras ya no dolían.

—Yo lo agradezco— aclaro, volteando hacia el espejo, viendo mi reflejo. —Si no hubiese sido por ti, no hubiera nacido y no sería quién soy hoy en día, es lo único que tengo que agradecer—aclaro, mirando su rostro colorado desde el espejo.

—Eres una víbora del infierno— afirmó, frunciendo el ceño.

Reí para luego emitir un sonido de serpiente que hacia siempre para hacerla rabiar. Cerré la puerta de la habitación a mis espaldas dejando a mi madre allí, enfurecida, hecha un manojo de ira, mientras yo sonreía con arrogancia, yo era feliz haciéndola rabiar, era como mi pasatiempo favorito.Mientras bajaba hacia el restaurante, veía a las personas con vidas normales, con familias normales, caminando y riendo sin saber que existía un lado oscuro en el mundo que podría destruirlos a su antojo. Saber que tenía en mis manos el poder de desaparecer vidas inocentes me hacía sentir poderosa. Era poderosa, era millonaria, llena de lujos y de poder, llena de ambiciones y de codicia, llena de pecado.

Entre al restaurante que había sido reservado exclusivamente para nosotros, miro a mi padre quien ya me esperaba allí, me posiciono detrás suyo mirando a Christian con cierto odio por hacerme estar allí, por hacerme esperar. Tocaba los hombros de mi padre mostrado mi apoyo, sabía que esto no era fácil para él volver a tratar con los Köning. Hubo un tiempo donde ambos hombres de familia solían ser amigos y aliados pero ese hombre desapareció de la faz de la tierra llevándose así la vida de la mujer que mi padre amaba y millones de dólares que fueron difíciles de recuperar.

Una mujer esbelta seguida de un hombre joven entró al restaurante. La mujer era de cabellos castaños y de ojos azules, vestía un vestido negro ceñido al cuerpo, pero sin mostrar su piel, —un vestido aburrido para mi gusto—, el joven era de cabellos castaños y de ojos azules, tenía un traje negro en conjunto con la mujer. Ella se sentó y él se quedó de pies detrás de él dando a entender que él era su hijo.Sus ojos se encontraron con los míos, podía ver maldad en ellos, mi corazón se aceleró y sentí algo en el estómago que me hizo mirarlo con el ceño fruncido y así sentirme sumamente atraída hacia el misterioso hombre de los Köning.

Kennard.

Mientras estaba en el balcón de la habitación fumando, sintiendo la nicotina entrar en mis pulmones y llenarme de paz, madre llamó a mi puerta.

— ¿Qué pasa?—pregunté mirando las hermosas luces que iluminaban la ciudad de Las Vegas.

—Te quiero listo, pulido y bien peinado para esta noche— dijo y rodeé los ojos, enfocando mi vista en los diversos casinos del pecado.

—No soy un niño que debas mandar— niego, dándole una calada al cigarrillo.

—Eres mi hijo y harás lo que te ordene—dijo golpeando mi rostro con fuerzas. La miré a los ojos y vi una mujer diferente. Ella me daba pena, tuvo que entrar en un mundo tan oscuro como este solo porque mi padre decidió abandonarnos. Tuvo que ser fuerte ante las adversidades, cruel como los asesinos y despiadada como el infierno, algo que realmente ella no era.

—Lo haré madre —dije sin ganas de pelear. Me fui a duchar y ella se marchó para arreglarse. Me vestí de negro, era mi color favorito y el que mejor me quedaba. Madre y yo bajamos juntos al restaurante.

Al entrar al espacio una mujer con una figura de infarto acaparó mi atención, vestía un vestido rojo y su silueta era perfecta. Cuando nos acercamos pude verla mirándome, tenía los ojos verdes y el cabello largo negro. Miré hacia sus ojos cuando ambos nos encontramos, en ellos había ambición por el poder, codicia por el dinero, maldad pura. Me sentí atraído hacia ella y por lo visto, el sentimiento era mutuo.

—Los reuní a ambos aquí, para que el acuerdo de paz se lleve efectivo y definitivo...—dijo Cristián, un hombre unos 32 o 40 años, no lo sé con exactitud, de cabellos negros y de ojos café, era esbelto y musculoso. No era el típico hombre mafioso obeso, este era por decirlo, como quería verme cuando tuviera su edad. —... como imagino, sus padres no se los han dicho...—dijo y lo miré con el ceño fruncido —... el acuerdo de paz será efectivo cuando ustedes se casen—quedé paralizado e impactado, estábamos en pleno siglo XXI. Ellos aún pensaban en planear un matrimonio.

—Padre, tú te atreves a casarme con este desconocido y juro por Kennigan que te asesino— dijo la mujer con furia hacia su padre.

—Te casarás y no hay discusión—dijo, la mujer sacó un cuchillo que tenía guardado en el vestido y lo colocó en el cuello de su padre.

—O lo impides o mueres— sentencia, en sus ojos podía verse la maldad que habitaba dentro de ella —de todas maneras padre a nadie le importa si mueres  —Dijo he hizo un intento de cortar su cuello, las grandes manos del hombre intervinieron tomando el cuchillo con ambas manos y derramando aquel liquido carmesi

—No me hagas matarte aqui mismo Keira 

—Era lo que yo intentaba padre 

Se torno un ambiente de tension con ambos mirandose fijamente con un odio tan puro, tan concreto, tan maravilloso, la miraba entre sorprendido y fascinado. Ella levantó su largo vestido y tomó el asiento junto a su padre, una sonrisa sínica aparece en su rostro.Christian estaba impactado. Negó con la cabeza

—Se casaran— dijo el lider del imperio Volkov, ella , la cruel mujer, levantándose de la silla hizo una reverencia. —Con su permiso, majestades— ironizó y se marchó, dejándome completamente fascinado.Quería descubrir la maldad que habitaba en su pequeño corazón de piedra, quería descubrir su mundo de maldad. Quería adentrarme en la oscuridad de Keira Vólkov. Quería probar ese cuerpo que irradiaba pecado.

Herederos Del Mal© (Reescrita)Where stories live. Discover now