Tragué fuertemente y agaché la cabeza decepcionada. Por un momento no recordé que prácticamente todo el país me conocía. Y lo peor no era simplemente que me conocieran, sino que lo hacía con el horrible mote de La chica del accidente. Parecía que a partir de ahora todo el mundo me recordaría por eso.

– Oh, lo siento, no pretendía ofenderte – se disculpó arrepentida, lanzando el periódico al aire e inclinándose hacia adelante en la ventana para tenerme más cerca –. ¿Tienes algo que hacer hoy? – me preguntó intentando desviar el tema. Yo negué – Pues entonces espérame, ahora voy a por ti.

Sin esperar a que respondiera, cerró la ventana de golpe y desapareció de su habitación. Una chica un tanto extraña, y directa. Aquello me gustó. Muy pocas como ellas habían en mi antigua colegio.

Salí rápidamente de allí y me metí en la puerta de en frente, mi habitación. Si Ruth decía que vendría a buscarme, debía vestirme. Abrí mi armario casi vacío y saqué los únicos vaqueros pitillo que tenía y una de las camisas que Sirenia me había comprado, una celeste con topos blancos. A los minutos, el timbre retumbó en mis oídos. Bajé corriendo las escaleras y abrí la puerta ansiosa por saber acerca de lo que haríamos.

– Hola, de nuevo – saludó riendo –. Oye, de verdad que siento lo de antes, no pretendía...

– No, no, tranquila. Supongo que tendré que acostumbrarme – dije encogiéndome de hombros y queriendo dejarlo pasar.

– ¿Te apetece venir a mi casa? A mi madre le encantan las visitas, y a mi hermano las chicas guapas – añadió pícara, no supe iba en serio o si sólo lo dijo para hacerme reír. Me agarró del brazo sin dejarme opción a decidir y tiró de mí hasta sacarme de casa..

– Sí, claro – accedí coaccionada, aunque hubiera aceptado ir con ella igualmente.

Al darse cuenta de que se había precipitado un poco soltó el agarre que ejercía en mi brazo con una risa nerviosa. De esta forma pude correr de nuevo hasta el interior de la casa para coger las llaves y cerrar la puerta. Más tarde, ya me encontraba de nuevo junto a ella, acompañándola calle abajo en dirección a su casa.

– ¡Mamá, tenemos nueva vecina! – anunció nada más entrar.

Su casa era muy diferente en cuanto a los colores y la forma en que se reflejaba la luz, ésta tenía unas características más rústicas y por eso parecía más oscura, con los suelos y paredes recubiertos de algún material extraño que pretendía imitar la madera real. Lo único que se me hizo familiar fue la forma en que las habitaciones estaban distribuídas, o por lo menos sabía que la planta baja era exactamente igual.

Ruth, muy decidida y despreocupada, se encaminó hacia la cocina, y a mí no me quedó otra opción que seguirla. Allí, una mujer rubia con rasgos muy parecidos a los de Ruth, se encontraba muy entretenida pelando y cortando verduras en una tabla que había sobre la encimera. 

– Cariño, no grites. Tu hermano aún duerme – le reprendió ella en cuanto la vio entrar.

– Agh, ese niño parece un oso hibernando – se quejó Ruth con cara de asco haciéndome reír.

– ¡Ruth! No digas eso, es tu hermano – volvió a intervenir su madre con desaprobación. Entonces, cuando terminó de echarle una regañina a su hija con la mirada, desvió la vista hacia mí percatándose de mi presencia y me sonrió de oreja a oreja –. Hola, soy Karen.

– Oh, yo soy _____ – comenté tímida, viéndome de pronto envuelta en sus brazos.

– Así que eres nueva por aquí... – dijo limpiándose las manos en la parte de abajo del delantal de cocina que llevaba puesto –. Estoy segura de que a tus padres y a ti os encantará este sitio para vivir, es realmente tranquilo. 

Vuelo 1227Where stories live. Discover now