Hell ; Larry

XXI. Falling Again

XXI. Falling Again

Si pudiese pensar con lógica, ya mis pasos hubiesen andado lejos de aquí, muy lejos, ni mis huellas quedarían en este lugar, y solo sería un recuerdo, un fantasma, pero no, la lógica no funciona dentro de un cuerpo tan golpeado y abatido como el mío, el miedo no me deja pensar con claridad, la ansiedad no me deja pensar con claridad, el amor no me deja pensar con claridad. Estoy ciego y lo veo todo, estoy perdido aunque sé dónde estoy, puedo escapar, pero ni quiero ni puedo hacerlo. Me giro sobre mi cuerpo que aún se tiende sobre esa cama que arbitrariamente aún siento mía y le veo, me he quedado a dormir con él, aunque no ha pasado absolutamente nada entre nosotros, ni un abrazo, ni un beso, nada de nada.

La mañana apenas se asoma y Harry está completamente dormido, yo estoy acostumbrado a despertarme temprano y como me acosté con el traje de camarero puesto, la incomodidad influyó en que abriese mis ojos antes de las siete de la mañana, pestañeo un par de veces y por cada vez le veo con mayor claridad, sonrío, me gusta lo que está frente a mí, se ve tranquilo, relajado, hasta inocente, me acerco a él porque muero por dejar un beso en su frente, por lo menos, pero me detengo a mitad de camino, no quiero cegarme, no más de lo que ya lo estoy, me acongoja hacerme daño alejándome de él, pero sé que me dolerá mucho más el quedarme a su lado.

Resoplo algo aburrido de todo y pesadamente me levanto de la cama, cambio mis ropas por algo mucho más cómodo y apropiado para esas horas de la mañana, y salgo antes de que él despierte, no puedo hablar con él, no aún, no cuando mis dudas y silencios serán iguales o peores a los de la noche anterior.

Como Niall no aparece en todo el día solo es la abrumadora tranquilidad la que me acompaña mientras espero a que la noche caiga para volver a trabajar en el cabaret, aún no me convence estar allí, y mi mal presentimiento va más allá de la presencia de Harry, no es lo mío, no me siento cómodo, no es mi espacio, pero es mi salvación, el Hell me genera una estabilidad económica que difícilmente encontraría en otro lugar.

Llego a las siete de la noche con una idea más clara de lo que debo hacer, en el camerino compartido me visto junto a los otros camareros, en esta ocasión nuestras vestimentas se basan en ajustados pantalones de cuero, un suéter de mallas negras que no deja absolutamente nada a la imaginación, un antifaz negro que cubre la mitad de mi rostro y orejas de conejo del mismo color. Exhalo fuerte porque no me gusta verme así, tan sexualizado, tan insinuante, pero son las condiciones de mi trabajo, y como tal, debo aceptarlas.

Max me retiene antes de que pudiese salir del camerino, él me invita a sentarme y me pide que me quite los zapatos que usé el día anterior y los cambie por otros, mis pies duelen, es algo horrible, tengo ampollas y he tomado analgésicos para soportar la molestia, pero nada de eso cuenta cuando se me exige usar un tacón más alto; me dieron la excusa de que como eran botines sería más cómodo lidiar con ellos, pero no, sentía empezar de cero una vez más.

-Eres muy lindo -Max pronuncia mientras me ayuda a retocarme el maquillaje-. Él va a notarte.

-¿Él? -pregunto curioso, pero Max no me responde, él solo sonríe y con un gesto me dice que ya ha acabado su trabajo.

Al ser sábado el jolgorio era mucho mayor, el espectáculo estaba enriquecido, muchos de los artistas que aún no habían actuado en el escenario andaban muy tranquilos interactuando con los asistentes por todo el lugar, mientras nosotros los camareros debíamos multiplicarnos por diez para poder hacer un trabajo adecuado, no era fácil. Más pronto de lo que pensé aprendí a ignorar a los idiotas, a sonreírle a los bastardos, y a responder con inteligentes ironías a los imbéciles, apreté con fuerza mis dientes en más de una ocasión cuando mi nalgas fueron apretadas, me tragué mi orgullo, me lo estoy tragando, y lo seguiré haciendo en un futuro, porque en mis planes está quedarme aquí un buen tiempo.