Una muerte más

26.5K 1.3K 354
                                    

Mi mujer yacía en la cama con los brazos abiertos y los ojos cerrados. Estaba muy pálida y me di cuenta de que su respiración era demasiado lenta. Pero no fue ella la que me hizo desear la muerte, sino lo que estaba encima de su cuerpo. Y es que el que se suponía que era nuestro hijo, el hermoso bebé que ella tanto adoraba, se aferraba a ella con toda la fuerza de sus manitas. Tenía la cabeza hundida en el hueco de su cuello, pero pude escuchar un ruido de succión que me revolvió las tripas.

         Intenté acercarme en silencio porque algo en mi interior me decía que estábamos en peligro. No obstante, ahora sé que cualquier intento de huir de él por nuestra parte era una pérdida de tiempo, pues no, realmente no es de este mundo y, por lo tanto, tampoco sus sentidos lo eran. Así que me escuchó y enseguida giró su rostro hacia mí. En ese momento comprendí de lo que se trataba el nauseabundo ruido: nuestro bebé tenía los labios manchados de la sangre de mi mujer. ¡De su madre! En cuanto se fijó en que era yo, abrió la boca y soltó un chillido espeluznante que me obligó a taparme los oídos. Un hilo de baba roja se deslizó desde sus labios hasta la barbilla y acabó cayendo en la cama. Las gotas eran tan brillantes en contraste con la blancura de las sábanas, que me mareé y tuve que apoyarme en el armario para no caer.

       Gabriel soltó otro siseo espeluznante y se puso a cuatro patas sobre la cama como si se tratase de una bestia. Sus adorables ojos azules se tornaron púrpura y al clavar su furiosa y hambrienta mirada en mí, supe que estaba condenado para siempre. Como un estúpido, corrí hacia la mesilla de noche de mi esposa y cogí la estampita de Jesús con la que ella rezaba cada noche. La alcé y se la mostré a la pequeña bestia que se arqueaba sobre las sábanas. Entonces, una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro. ¡Mi hijo estaba burlándose de mí! Fedora ya me lo había advertido, pero yo mantenía la esperanza de que nuestro Señor pudiese salvarnos de lo que fuese este ser.

     Otra baba sanguinolenta cayó por su barbilla. Me di cuenta de que tenía unos dientes tremendamente afilados, torcidos y podridos, que convertían aquella sonrisa en una mueca macabra. Sentí que la vejiga se me aflojaba cuando me fijé en que llevaba puesta la gorrita que María le había comprado. Las palabras que estaban impresas en ella se clavaron en mi mente como una irónica letanía: I’m an angel, I’m an angel, I’m an angel…

           —¿Quién eres? —pregunté de forma estúpida.

       Entonces, el rostro del bebé empezó a mutar: primero era un hombre, a continuación una mujer, después un viejo demacrado y, por último, una calavera sonriente. En mi cabeza se asomaron un sinfín de voces que no cesaban de soltar aullidos lastimeros, como si estuviesen sufriendo horripilantes torturas. Me llevé las manos a ella intentando que desaparecieran, pero cada vez gritaban y gritaban más, amenazando con volverme loco.  Entonces, él habló en mi mente con una ronca voz que no parecía humana.

          ¿Crees que la ciencia te va a ayudar, doctor? ¿O que quizás lo hará el dios de la que ha sido mi madre? No hay explicaciones en este mundo para decir lo que soy porque no pertenezco a él y en cambio, siempre regreso. Me gusta veros sufrir; los humanos sois demasiado divertidos. ¿Sabes dónde me puedes encontrar, Samuel? En la vecina que tiene cáncer, en el niño que nació con una enfermedad degenerativa, en aquella paciente que escuchaba voces y le obligaban a cometer atrocidades. Estuve en Vietnam, en Berlín y en Irak. Susurré al oído del Führer y penetré en el alma de Stalin. Me puedes reconocer en la mirada del chico que violó a la hija de un amigo o en el hombre que voló la escuela infantil por los aires. ¿Lo entiendes, querido doctor? No hay nada ni nadie que pueda acabar conmigo porque me alimento de los peores sentimientos. El odio, la envidia, la ambición, la tentación… Yo bebo de todos ellos. ¿Y sabes qué, Samuel? Que no hay nadie que no tenga alguno de ellos.

El bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora