Capítulo Tercero

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Gracias por apoyar la historia, fue la primera historia que escribí. Sin embargo, le he hecho muchas modificaciones. Besos a todas

-¿Qué tal el viaje?  - preguntó Federico mientras galopando a paso lento.

- Tranquilo, hasta que la llanta se averió y casi me mato.

- De haber permitido que la trajera en mi camioneta, esto no habría sucedido - le recordó. - su coche de lujo no es para estos lugares, presidenta. - ella casi gruñó.

- Insiste en decir cosas que me enojan.

- Me divierte ver esos ojos encendidos. - ella entornó los ojos.

- ¿Falta mucho? - preguntó removiéndose en el lomo del caballo.

- ¿Ya te incomoda el trasero? - Ella lo miró enojada, y aunque él no podía verla supuso que lo estaba taladrando con la mirada, así que sonrió.

- Es usted poco caballeroso, señor Rivero.

- Soy un perfecto caballero con las mujeres que me interesan. - Victorian recibió la estocada con dignidad.

- Menos mal que no le parezco atractiva, no tendría oportunidad de cualquier forma... - le respondió ella con cierto enojo escondido en sus palabras. Él le tomó las manos con fuerza y las colocó sobre su erección, ella lanzó un grito ahogado.

- El problema no es la atracción. - ella forcejeó para soltarse pero el rió. - Me gustan las mujeres, no puedo evitarlo.

- Suelteme... - ella odió que su voz sonara temblorosa. Él la soltó con suavidad.

- Me gustan las mujeres que saben cuál es su lugar. Y que no andan por la vida queriendo llevar más pantalones que los hombres. - ella resopló.

- Un machista.

- Como quieras llamarlo Nena.

- No me llame nena.

- Presidenta presumida entonces. - Ella gruñó enojada y él dejó el juego para otra ocasión, porque presentía que volvería a haberlo. Llegaron a la Hacienda en pocos minutos, pero para Federico y Victoria fue una eterna tortura, ella insistió en sentarse detrás de él, había pasado sus brazos por la cintura de el ranchero, y había sentido un calor indescriptible, por su parte Federico estaba deseoso de llegar porque las manos de la diseñadora eran un suplicio que había despertado su anatomía viril instantáneamente. Y se había visto tentado por ella, hasta que se lo hizo saber. Él no sabía que le pasaba; había estado con muchas mujeres pero ninguna lo impulsaba a decir las cosas que Victoria Sandoval hacía que dijera, deseaba rebatir cada comentario  y sentía encenderse tan solo con verla. Espoleó su caballo has la entrada de la Casa Victoria y la ayudó a descender del animal, le guiñó un ojo y se fue galopando a paso rápido, Victoria fruncio el ceño y lo observó alejarse.

Victoria miró la casa donde nació y pasó los primeros años de su vida; estaba igual que siempre pero tan diferente, imágenes de ella correteando por esos jardines vinieron a su mente, respiró hondo porque los sentimientos la atravesaron dolorosamente, tantos suelos rotos, tanto dolor...un grito suave interrumpió el torrente de emociones.

- ¿Mi niña? ¿Sera posible que sea mi niña?  - una mujer mayor con los ojos llenos de lágrimas se acercaba a ella con los brazos abiertos.

- Teresa... - La nana de Victoria la abrazó efusivamente, y ella le correspondió mientras viajaba al pasado, al  sentir el cariño de su nana.  

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