Capítulo Segundo

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- Señor Rivero, no he gritado porque no me gusta armar escándalos, pero si no me baja ahora mismo lo haré y vendrá hasta el mismo presidente; entonces se arrepentirá de haberme tratado así.  

- ¡Hágalo! Saldremos en primera plana mañana en todos los periódicos, revistas y noticieros. Ya me lo imagino, seguro me tildarán del amante apasionado.

- ¿Amante?  ¡ya quisiera usted! 

- Créame, no hay nada que me gustaría menos. No ha dejado de discutir, debe ser fría en la cama. 

- Odioso ranchero, bájeme. - un pensamiento cruzó su mente al llamarlo así. - ¿ranchero? Usted...  - tartamudeó ella - ¿le pasó algo a mi padre?  ¿O a  mi madre? Por eso está aquí ¿no es así?. 

- Es usted muy perspicaz, aunque algo lenta. Hasta ahora viene a pasársele por la mente que tiene familia. 

- ¿Qué sabe usted? - desde esa posición vulnerable no podía ordenar sus pensamientos - Ya que conocemos nuestro tema en común, bájeme. 

- Le dije que la bajaré cuando me convenga. 

- Dejese de bromas Rivero. 

- No son bromas - Federico avanzaba y llegó hasta una Hummer negra con vidrios ahumados y la bajó sin delicadeza, abrió la puerta trasera y le ordenó - suba. 

- ¿Está bromeando?. No subiré a un carro con un desconocido.  

- Ya habíamos aclarado lo de desconocido; yo soy Federico Rivero y usted la arrogante  insufrible diseñadora de modas.

- Es usted un - levantó una mano para abofetearlo pero él la alcanzó antes.  

- No me levantes la mano nena, o te daré unos azotes en ese hermoso trasero - Victoria gruñó y se soltó con fuerza.  

- Le hablo en serio. Voy a gritar hasta que la gente venga en mi ayuda y haré que lo arresten 

- A ver entonces cómo le explica a su padre que no haya cumplido con su petición. - Victoria respiró profundamente para calmarse. 

- ¿Qué le pasa a mi padre? 

- Hasta que por fin, una pregunta sensata - ella lo miró con gesto asesino - está enfermo. - El rostro de la mujer cambió por completo,  sus ojos mostraron genuina tristeza. 

- ¿Se pondrá bien? - aguantando las ganas de llorar 

- No lo creo. La necesita, por eso me envió. ¡Suba! - Victoria subió al coche ahora interesada por lo que tuviese que decirle el hombre.  

- ¿Y qué pretende? No puedo irme ahora - ella se miraba la ropa. 

- ¿Podría dejar de pensar un momento en su aspecto? Es su padre el que importa. 

- No estoy pensando en mi aspecto - le espetó ella -  O mejor dicho, si;  no puedo ir a la hacienda en tacones altos, debo hablar con mi hija, dejar a mi personal a cargo ¿a dónde vamos? - le interrogó al ver que la camioneta avanzaba.  - A su casa para que haga todo eso. - Federico informó al chofer que los llevara hasta el departamento de Victoria; no le dio dirección, por lo que ella supuso que la conocía, lo que le pareció extraño e incómodo.  

- ¿Por qué mi madre no me avisó? 

- Su madre ha estado muy ocupada atendiendo a Rafael, el sólo lo decidió ayer. Siempre le dijo a la señora Cristina que no quería saber nada de usted, - eso le provocó un sentimiento de congoja a Victoria - prohibió que ella la llamara cuando él enfermó, debió hacer algo verdaderamente malo para que un hombre tan bueno como Rafael la alejara de su vida. 

Libre del DolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora