Capítulo 14 Imaginación Suicida

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Más confundido John obedeció a Sherlock quien entró, con un envidiable sigilo, al patio de la casa. Está vez trataría de acceder por la puerta trasera, así que el detective introdujo la tarjeta en la cerradura, con una enorme facilidad, y pudo sentir como el seguro se removía. El "clic" se escuchó y Sherlock se felicitó así mismo. Con delicadeza accedió a la casa y John le siguió, algo torpe, pero al mismo paso.

—Sherlock, ¿por qué diablos un suicidio? —Preguntó John muy alterado mientras miraban la cocina—. ¿Los archivos que le robaste a Mycroft dicen que Samara fue asesinada?

—Sip.

—¿Y están seguros si de verdad se suicidó?

—Samara no se suicidó, John —habló molesto mientras pasaba sus guantes sobre el pequeño comedor para apreciar la cantidad de polvo acumulado—. Uno, Isabelle no está muerta. Está en Baker Street cocinando biscuits con la señora Hudson. ¿No es una prueba más que suficiente?

John suspiró. El detective abrió el refrigerador y un terrible olor provino de ahí, había alimento echado a perder. Esto era una prueba de que nadie se había preocupado en limpiar el lugar.

—Bien, es verdad, Bell no está muerta —continuó John y Sherlock lanzó la puerta del mueble—. ¿Entonces, crees que las vecinas crearon un rumor?

—Es lo más seguro —respondió mientras se movía hacia la sala de estar—. Si Samara llegó a decir que tenía miedo de algo, la pudieron creer loca e inventaron el suicidio, o añádele el hecho que Mycroft se tomó este caso muy personal, y con mucho celo, no haciendo que fuera un tema público. Así que si se inventaba un rumor de un suicidio, ahora, más la desaparición de la niña, tienes un cotilleo perfecto.

—Eso tiene sentido —John mencionó mientras se cruzaba de brazos y se acercaba a la sala. Al estar en esa sección Sherlock analizó el lugar con desesperación; el doctor se recargó en la pared y solo pudo observarle—. ¿Hay algo aquí? —preguntó, después de unos largos minutos en los cuales el detective no habló y solo observaba y analizaba.

—Shh... Aquí fue.

—¿Aquí fue qué?

—Aquí mataron a Samara.

John alzó sus cejas ante las palabras de su amigo. Sherlock se posicionó sobre la ventana que daba a la calle principal y observó las desgastadas cortinas, dejando que la tenue luz le iluminará. El detective se dio un giro de ciento ochenta grados y observó a un punto fijo en la habitación. John al ver lo inmóvil que Sherlock se quedó se movió de la pared y se acercó quedando frente a él.

—¿Sherlock? —llamó curioso más no respondió. Unos segundos después de aquella interrogante, Sherlock alzo su brazo, fingiendo que tenía un arma y John quedó extrañado—. Ok... Esto no me lo esperaba.

—Camina —ordenó—. Camina cinco pasos hacia atrás de donde estás.

John arqueó curioso su ceja ante aquella demanda, miró a sus pies y luego a sus espaldas para calcular los pasos pedidos. Al haber pensado caminó de espaldas y dio los cinco pasos que Sherlock ordenó.

—Bien, cinco pasos, hechos. ¿Sherlock, por qué di cinco pasos?

—El asesino, estuvo aquí —mencionó serio sin dejar su posición—. Justamente aquí alzando su arma contra Samara.

—Y si Samara estuvo aquí —continuó John sorprendido—, eso quiere decir que el tiro fue...

—Mortal —finalizó el detective. John impactado se dio la media vuelta y observó lo que había a sus espaldas. Era la pared adornada con varios cuadros, que parecían ser obras reimpresas de Salvador Dalí; lucían impecables, llenas en polvo más no manchadas en sangre. Sherlock bajó el brazo y puso ambas manos detrás de él—. Se lo que estás pensando John, ¿y la sangre? Si la casa está hecha un desastre, ¿por qué no hay sangre?

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Where stories live. Discover now