Capítulo 14 Imaginación Suicida

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—¿Antisocial? —sugirió el detective.

—Podría ser. Ella tenía una extraña manía sobre decirnos cosas de nuestra vida personal, cosas muy, pero muy personales —volvió a tomar de su té.

—¿Cómo que cosas?

—Sherlock —susurró John pero este le ignoró.

—Bueno una vez esa niña me dijo que mi problema de nerviosismo era por mi tendencia al alcohol. Pero yo nunca he bebido.

John siguió observando a Sherlock y apreció como esa falsa sonrisa desapareció para dejar un rostro serio, lleno de disgusto.

—Las demás vecinas y yo siempre creíamos que esa niña tenía algo... algo mal en su cabecita. Le comentamos a Samara pero jamás lo quiso reconocer.

—¿Y dónde está la niña? —Se interpuso John, quitándole las palabras de la boca a su amigo—. ¿Se la llevaron servicios infantiles u algún familiar?

—Bueno —continuó la señora con su mandíbula temblorosa—, Samara... Ella... se suicidó junto con su hija.

Los ojos de John se abrieron de par en par y giró veloz con Sherlock quien mantenía aquella seriedad y firmeza en su rostro.

—¿Cómo se suicidó? —preguntó el detective, como si nada.

—Sabemos que se dio un tiro en la cabeza. Según lo que nos enteramos, primero mató a su niña, mientras esta dormía con un tiro a la cabeza, luego, ella se disparó.

—¿Alguna vez Samara demostró síntomas de depresión o alguna tendencia suicida? —continuó Sherlock.

—Como les digo, ella se veía normal como cualquiera de nosotras, aunque... —se detuvo y puso sus dedos índice y pulgar sobre su mejilla derecha— Recuerdo que una vecina, la señora Potter, me contó que una vez Samara le hizo un comentario, uno en que tenía miedo por ella y su hija. La señora Potter lo entendió como si la vida de ellas corriera peligro.

Sherlock mantuvo sus emociones en cambio la boca de John era una enorme O.

—¿Sólo eso?

—Sí, es lo único que recuerdo —terminó mientras le daba el tragó final al té.

—Perfecto —soltó Sherlock mientras se alzaba de aquel incómodo sofá, dejando la taza de té, que no tomó, sobre la mesa—. Gracias por su hospitalidad. Y déjeme decirle que, es verdad, no ingiere alcohol. Pero sus locuras de juventud, como su adicción a la ginebra y las drogas sintéticas, le han cobrado su factura con ataques de nervios —Al escucharle la señora quedó en shock y este le mostró su mejor sonrisa—. La niña tenía razón, solo que no terminó de deducir por completo. Muy buen día. ¡Oh! Y gracias por la información.

Sherlock caminó hacia la puerta y John, que no podía fingir más su sorpresa, le pidió disculpas a la pobre anciana y se fue detrás de su amigo. Al salir de la casa John alcanzó a Sherlock y trató de seguirle su ritmo acelerado.

—Me puedes explicar, ¿a qué se debió eso?

—Fue la verdad —contestó molesto—. Insignificante ante este caso pero necesaria. Ahora sígueme, entraremos a la casa.

 Ahora sígueme, entraremos a la casa

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La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora