5 - Gate 7

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Aparecieron ante una enorme entrada compuesta de dos columnas talladas que sostenía un gran cartel que anunciaba "Saigo" en enormes letras doradas y debajo de estas podía leerse "El paraíso dimensional."

Eriol suspiró y mirando de reojo a la pareja de castaños susurró.

—No la sueltes en ningún momento y quédense detrás de mí —y sin esperar respuesta comenzó a adentrarse en aquel lugar.

Las calles eran de adoquines, los edificios enormes y coloridos, de estilos tan diversos que a cualquiera se le dificultaba saber a qué cultura pertenecían todas esas construcciones, y lo mismo pasaba con las "personas" que andaban por allí. Seres provenientes de diferentes dimensiones, todos muy distintos en todo sentido. Cada quien caminaba pendiente de sus cosas, algunos apenas rosaban a otros al pasar.

Sakura soltó un leve suspiro al ver que casi nadie parecía notarlos, pues muchos de esos seres se veían realmente aterradores. Shaoran la atrajo más hacia su cuerpo y apuró el paso para estar más cerca de Eriol, quien también había apresurado el paso. De pronto comenzaron a notar como muchos de los transeúntes se detenían y centraban sus ojos en el pelinegro y de un momento a otro la mayoría de los seres comenzaron a moverse dejándoles el camino libre. Los murmullos no se hicieron esperar. La pareja de castaños escuchaba sin entender prácticamente nada de lo que se decía, a excepción de "Hiragizawa."

—Eriol es conocido en muchos lugares, después de todo el Consejo de magia suele enviarlo como embajador cuando hay problemas —murmuró el castaño, muy cerca del oído de Sakura, antes de señalar con su mano libre hacia la derecha, a un enorme y elegante edificio—, allí es la sede del Gran Consejo Dimensional, ahí se reúnen los más grandes magos, hechiceros y líderes de las diferentes dimensiones.

—Definitivamente tu madre tiene razón cuando dice que tengo que preocuparme más por la magia —susurró la ojiverde antes de soltar un cansino suspiro mientras se regañaba mentalmente por solo preocuparse por controlar sus poderes.

—No tienes que preocuparte por eso —dijo Eriol deteniéndose y girando la cabeza para ver a la pareja—, a diferencia de nosotros tú no naciste sabiendo de tus poderes o dentro de una familia mágica.

—Si... a nosotros nos educaron y prepararon, desde que nacimos para este mundo —agregó Shaoran regalándole una sonrisa a su novia, quien sin dudarlo le devolvió la sonrisa al castaño y al pelinegro.

—Allí es... bien, no se separen, no hablen con nadie y no toquen nada —dijo Eriol centrando sus ojos, más que nada, en Sakura.

Ante ellos había un edificio con dos inmensos ventanales, puerta de dos hojas y sobre esta un enorme cartel que rezaba "Gate 7" en blanco, color que contrastaba muy bien con el intenso azul de las paredes. Podía verse que el lugar era bastante concurrido y bullicioso.

Al entrar notaron que el lugar era mucho más grande de lo que parecía y pudieron ver al menos 50 seres esparcidos por todo el lugar. Las luces eran tenues, con el primer vistazo divisaron dos barras una a la derecha y otra a la izquierda, las mesas se esparcían en la entrada hasta el inicio de las barras luego podían encontrarse diversos sillones salpicando el camino hasta llegar a otro ambiente más grande, que el anterior, al fondo había un enorme escenario y las paredes estaban rodeadas por una barrera mágica de un tenue color azul, que encerraba y permitía ver lo que parecían muñecos o maniquíes sin vida, que flotaban y giraban lentamente sobre si mismos... lo único que delataba que aquellos seres estaban vivos era el leve movimiento de sus cuerpos al respirar y los lentos parpadeos.

Sakura apretó el brazo de Shaoran y este siguió su mirada para encontrarse, con el cuerpo más rodeado y observado que había visto jamás. Ignoró a los magos que observaban a aquella figura flotante y se centró en la joven. Su piel era muy clara, el cuerpo delgado y con unas curvas bien marcadas, su intimidad y sus senos apenas estaban cubiertos por unos pequeños trozos de tela, al igual que los demás seres en exhibición, el cabello negro caía en una cascada de ondas hasta la cintura de aquel níveo cuerpo y al ver aquel rostro, la sorpresa invadió el rostro del castaño, quien inmediatamente buscó con la mirada a su amigo pelinegro.

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