27. La Velada Perfecta

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La puerta del departamento estaba cerrada, eso quería decir que al departamento todavía no habíamos entrado, sentí que Henry depositaba como un mantel o bufanda sobre mis ojos, dijo que entrara con cuidado. Había un escalón, tanteé el piso con mi pie, suavemente. Me gustaba la idea de ser nuestro primer día juntos en un departamento y que Henry lo quisiera hacer especial. Indicó que me sentara, el asiento era algo duro, supuse que era una silla, colocó un almohadón sobre el asiento para que me sintiera más cómoda y retiró la manta de mi cara. Logré ver frente a mi, dos copas de vidrio con un vino tinto; comida mexicana sobre la mesa, era mi favorita. Miré hacia mi alrededor, el ambiente era hermoso, las luces se encontraban apagadas y en su reemplazo habían velas por todos los muebles, también había unas velas en el piso que tenían forma de corazón, me levanté.

—Esperá hasta después del postre para investigar más la casa.

Me preguntaba qué se traía entre manos. Era tal como me lo había imaginado, un sillón negro, un televisor gigante, las paredes de blanco, el piso de madera; una chimenea, la chimenea no estaba en mi imaginación pero igual me encantaba, era hermosa.

—Sos hermosa, tan linda y fuerte.

Comimos helado en la terraza, había una piscina y un poco de pasto, nos encontrábamos tapados con una manta, corría viento. Estábamos sentados en la hamaca paraguaya, contemplando la ciudad. Luego de terminar nuestro postre, Henry, sujetó mi cuerpo entre sus brazos, pasando por la cocina, había una mesa redonda naranja con una ventana que daba hacia el jardín, unas cortinas naranja clarito que combinaba con las paredes color cremita. Seguimos las velas, cada vez habían más pétalos de rosas tirados en el piso, hasta llegar a la cama, donde decía un te amo con rosas rojas.

Hoy fue un día loco nunca pensé que iba a ser tan especial con él. Todo había vuelto a la normalidad, nuestro fuego no disminuyó nunca, nos seguíamos amando como siempre. Su familia tanto como la mía nos había demostrado que nuestro amor valía la pena, todo podía ser entre nosotros. Henry decía que su familia estaba loca; solo para hacerme reír, ya que tenía miedo por ir a conocerlas, tenía miedo que no me aceptaran pero fue todo lo contrario salió todo muy bien y me divertí mucho con las fotos que me mostraban de cuando era chiquito. Me dio mucha risa, cuando mi esposo se enteró de lo que estábamos haciendo, se puso como loco, empezó a ponerse rojo como un tomate pero eso no nos impedía dejar de ver las fotos y reírnos todas. Jamás iba a olvidar ese día, lo mejor de todo fue cuando conocí nuestra casa porque no lo podía creer, parecía un sueño. Vimos toda la casa, llegamos a la terraza en donde nos quedamos un buen rato hablando de lo que nos gustaba o disgustaba; lo que más odiábamos, lo que más odiaba era que me despertaran gritando ¿me pregunto si Henry con las peleas de sus papás se despertaba? No le gustaba mucho tocar el tema, la verdad no pude evitar preguntarle sobre su mamá dijo que era muy feliz, quedé callada prestándole atención. Me contó un episodio de cuando era chiquito.

—Era un día común, mis papás peleaban, trataba de dormir. Escuché unos ruidos raros como de vidrios, sigilosamente comencé a bajar las escaleras. Podía ver que papá tenía una botella partida con la que amenazaba a mamá...

Henry me contó todo con lujo de detalles. Cuando el bajó las escaleras escuchó a la madre que decía "hablá más bajo, los chicos van a escuchar", su mamá preocupada vio a Henry en las escaleras. El padre se acercó pero antes de que pudiera hacer algo, Anne se puso delante, esto no impidió que Des siguiera con su objetivo; de un jalón corrió a Anne, lo tomó del brazo fuerte y la llevó hasta la habitación, advirtió que se quedara quieto, en eso entró la mamá. Des comenzó a gritar que se fuera para abajo pero ella no quiso por miedo a que él le hiciera daño a su hijo. Anne al desobedecer a Des; Des se puso agresivo, se acercó a ella y la golpeó en la cara. Quedando tirada en el piso, la levantó del piso, la llevó para abajo. Hen tenía mucho miedo de lo que pudiera llegar a pasar. Solo escuchaba gritos no entendía nada de lo que decían, también tenía miedo porque era la primera vez que veía a su mamá tan asustada. Luego de unos segundos la hermana entró, lo abrazó fuerte.

A partir de ese día nada fue como siempre el papá llegaba borracho y todas las noches se escuchaban gritos. Un día, Anne se cansó y se fueron de la casa. Fueron a vivir a Buenos Aires unos años. Hen cumplió sus 14 años y ya no era el mismo de hace 5 años atrás, siempre protegía a su hermana y madre de que no les pasara nada. El papá se les apareció en la puerta de su casa pidiendo una oportunidad más y la mamá le creyó pero después de una semana Hen se dio cuenta que ya no éran la misma familia de hacía 4 años atrás. Su papá era un alcohólico, una noche llegó todo borracho como la noche que habían discutido pero esta vez cuando le quiso pegar a Anne; Henry se puso frente a ella recibiendo el golpe en la panza, el dolor no le impidió que agarrara a su papá de la camisa y lo empujara contra la pared, se escuchó un tremendo ruido cuando él cayó al piso, lo golpeó muy fuerte hasta que el perdió la conciencia. Henry salió a la calle dejando tirado a su papá.

Ahora la única familia que tenía eran ellas, siempre prometió cuidarlas para que nada ni nadie las lastimara, juró matarlo si llegaba ver a su papá otra vez. Ya con 19 años su papá regresó, ya no era más alcohólico. Anne siempre lo perdonó. Henry tendría que llevarse bien con su papá porque él intentaba cambiar, él había golpeado a su mamá y su hijo no podía perdonarlo.

—Llegaste vos y todo cambió, con mi papá traté de llevarme mejor para estar más cerca de vos.

Luego de la gran charla una vez ya en el cuarto, Henry comenzó a quitarme el pequeño vestido negro que a él tanto le gustaba, mientras depositaba pequeños besos en el cuello y hombros provocando placer en mi. Lentamente puso su mano en la entrepierna, temblaba no sabía el por qué. Mi esposo lo notó, me hablaba para que no me pusiera tan nerviosa de cualquier cosa, no aguantaba más; desvestía mi cuerpo, primero la remera y el pantalón, muy fácilmente. Él tenía una erección notable, en unos segundos ya estábamos uno dentro del otro, haciéndolo lento como tanto me gustaba pero después Hen no aguantó más, necesitaba hacerlo rápido, al principio dolió, le clavé las uñas en la espalda tratando de que parara pero por suerte no escuchó y siguió haciéndolo, luego llegué al orgasmo que nos obligó a parar y caer rendidos en la cama.

—Te amo.

—Yo más.

—Ya sé, estas incomoda, estando desnuda frente a mi ¿te parece mi remera? Estuve leyendo tu diario, vos no me podes decir nada porque sé que también leíste mi diario, me lo dijo Valeria. Hagamos una cosa yo te digo qué leí de tu diario si vos me decís.

—Está bien, pero vos primero.

—Leí que te gusta mi perfume, leí que a veces entras a mi habitación y agarras un remera para estar más cerca de mí. Te gusta saber que vos tenes control en mí ¿vos que leíste?

—Que estabas confundido, no sabías lo que sentías por mí pero te gustaba sentir eso, seguí unas páginas más adelante. Estábamos casados y decías que estabas muy feliz, que parecía todo un sueño, lo que te hacía sentir era inmenso como nuestro amor.

Me había gustado mucho recordar esa parte que había leído del diario de Henry. Me había hecho sentir más segura sobre mis decisiones, cuando había tomado la decisión de casarnos, no sabía si sentía lo mismo por mi, pero confirmé que si y no estaba arrepentida de nada, entendí que las cosas pasaban por alguna razón.

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