Un rayo del dios del trueno Khor

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Todo un ritual es necesario para merecer un vistazo del dios Khor y nadie lo conoce mejor que los habitantes de la aldea del trueno Bilskirnir. Abandonan sus hogares cuatro meses al año en la época de tormentas para viajar a las planicies desoladas de Niflheim a cientos de kilómetros al sur. Terreno árido y agrietado sin obstáculos para huir y neblinoso al límite de lo posible para eludir el ojo del dios.

La peregrinación se interna en los confines inhóspitos del Niflheim. Se escuchan susurros y gruñidos pero nunca nadie ha divisado un animal que viva en aquel lugar. De la nada un silbido agudo se abrió camino por la neblina espesa, casi tangible. Entonces los viajeros saben el trayecto a seguir. El sonido proviene de un hombre de la antigua expedición escogido al azar para quedarse como guía al puesto, claro, si "al azar" se entiende que el último en despertar un día se encuentra encerrado y solo en medio de la nada. La mayoría de ellos no sobreviven el año ahí dentro pero ya sea por el silbido o por el hedor de un cadáver los peregrinos encontraran el puesto.

Un montículo artificial con una puerta y dos orificios cual ventanas marcaba la entrada a la aldea oculta de Reiterpallasch. Un sistema de cuartos subterráneos interconectados donde resistir las inclemencias del clima. En el fin del mundo una docena de hombres se disponen a recolectar truenos directamente de la fuente. Ni duendes, ni elfos, ni centauros solo hombres. Una vez instalados en sus respectivas habitaciones los hombres se dividen el trabajo.  Dos hombres para la pelea, uno vigilando el cielo y todos los demás se amarraban los contenedores de cristal a su espalda y desempolvaban sus mejores insultos.

El proceso para conseguir rayos es el siguiente:

Dos personas, de preferencia mejores amigos, se enfrentan en una lucha a puños encima del montículo donde los dioses pueden observarlos. Khor es un ser combativo y una pelea como tal, que se sabe extender por días, le causa mucha alegría en su eterno corazón. Al estar ambos hombres en sus últimos momentos el cielo se abre y entre las nubes una plétora de dioses lloran o celebran, dependiendo de a quien apostaran. Este instante es percibido por el vigilante que alerta a los vilipendistas.

En el cielo Khor observa a los luchadores ser retirados por el vigilante haciéndole una reverencia sutil. De inmediato un colorido desfile entra pavoneándose a la escena. Claro él ya estaba acostumbrado a su visita pero que te lancen una piedra cada año no lo hace menos doloroso. Pobre de mí hermano... ¿Qué? ¿Acaso no sabían que era mi hermano? ¿Cómo suponen que soy un narrador omnipresente sino de otra forma que siendo un dios? ¡Olvídenlo! volvamos a lo importante ya ha iniciado la segunda fase del ritual.

– Hallo señor Khor - hace una reverencia - lo único más feo que tus ropajes gastados es tu cara - se ríen histriónicos.                                                 – Hallo señor Khor - pasa otro al centro y se inclina – ¿Porque no bajas? ¿O necesitas permiso de papi para golpearnos?

Cada uno pasa con un insulto heredado de generación en generación entre los primogénitos de cada familia. Se considera un honor en la aldea del trueno ser un vilipendista. Después de que cada uno ha pasado a recitar su insulto comienza una ronda libre donde se saca la artillería pesada, o sea toneladas de licor.

– Y Khor tú eres un ********* para todas las cosas que haces, si no fuera por tu padre tuerto no sobrevivirías a nada.                                                            – Tú nunca has servido para nada en tu vida.                                                          – Sííí... y tu última película fue un bodrio *hip.                                                     – ¿De que hablas?                                                                                                               – No lo sé. Estoy tan ebrio que justo ahora veo a Khor empuñar su martillo.                                                                                                                                   – Es raro, yo también lo veo.

La evolución ha dotado de sofisticados mecanismos a los animales demasiado tontos para sobrevivir por su cuenta o, en este caso singular, en exceso tercos como para entender que si ves a un dios capaz de manejar el rayo a su voluntad lo mejor es no joderle. No fue una coraza lo que le dio la naturaleza a nuestros amigos, sino la extrañísima agilidad gatuna, incluso con diez tarros de Kropp encima.

Todos partieron a rumbos distintos, con las capsulas de cristal abiertas en sus espaldas, mientras Khor tronaba cielo y tierra en su búsqueda. Los tiros de mi hermano languidecían ante la espesa niebla he iban directo a las capsulas donde los rayos serían contenidos para posterior comercialización. Su carácter temperamental lo hacía caer día tras día ante las trampas que le tendían los aldeanos. Pero claro, hay más de una forma de castigar a un grupo de patanes. Cuatro meses más tarde los peregrinos marchan con carretas llenas de rayos y cabezas llenas de cruda.

Aunque todo suena bien hasta ahora, una represalia divina llamada "la maldición de los primogénitos" asecha a los recolectores de rayos. Siempre que regresan a casa luego de la cruzada sus mujeres están cansadas. A algunas se las encuentra en la cama desnudas, con el pelo enmarañado y con una que otra botella de licor vacía en la habitación. Las esposas pasan por un periodo en que no complacen los deseos carnales de sus maridos. Pasado el tiempo unas pocas dan a luz bebes que crecen para ser hombres blancos, rubios y fornidos, a diferencia de la raza mestiza que se impone en la aldea. Ni siquiera su servidor tiene una solución lógica para esta "maldición" tan rara e inexplicable. El próximo capítulo viajaremos al oeste del Edén por un fruto más extraño todavía.

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