TRECE

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- ¿Cuál es tu canción favorita? –Preguntó el anestesiólogo y de nuevo perdí la noción de todo.

De la misma manera que la cirugía anterior, no supe sobre el tiempo que pasó o como se dieron las cosas, simplemente desperté dolorida y un poco ansiosa, porque además estaba sola, ya no estaba mi padre para llorar en su hombro.

- Buenos días, valiente. –Voz desconocida.

- Buenos días. –Dije confundida.

- Estaré por aquí para lo que necesites y el doctor vendrá en unos minutos. –Supuse que era el enfermero.

- ¿Todo salió bien? –Pregunté rápido, pensando que estaba por abandonar la habitación.

- Esta vez, todo estará bien. –Tomo mi mano y la suya estaba más que helada.

La puerta se abrió.

- Señorita Jessica, soy su enfermera, el doctor ya viene. –Esperé que saludara al otro enfermero, pero nada.

- Disculpe...

- ¿Sí?

- No, nada. –Me pareció extraño que no escuché más al otro hombre.

Unos minutos después apareció el doctor, tranquilo y campante, incluso lo escuché cantar mientras recorría el pasillo.

- Hola Jessica ¿Cómo te sientes?

- Un poco perdida ¿Es momento? –Me sentía aterrada.

- Sí, nada más quiero esperar a mi equipo, estamos seguros de que podrás vernos y ellos desean estar aquí.

- Bien. –Dije, ¿Qué más podía agregar si sentía que las piernas me temblaban de miedo?

Esperamos quizá diez minutos más, lo que me pareció una eternidad.

- Hagamos esto. –Soltó el doctor y luego sentí un par de manos manipulando los vendajes y todas esas cosas.

Me sentía en extremo impaciente mientras él removía la última capa, tomó los protectores delicadamente y esperó. Tardé varios segundos en tener el valor para abrir los ojos.

- Lista, estoy seguro de que esta vez sí. –Dijo el médico entusiasmado, pero con halo de nerviosismo en la voz.

- Santo Dios. –Dije.

- No de nuevo, no de nuevo. –Pidió en un susurró.

- Veo. –Dije casi sin poder hablar.

- Dime, cuéntamelo todo.

- No es muy claro, pero puedo distinguir sus sombras, aquí, –Con ambas manos al frente señale el pequeño grupo de personas que alcanzaba a distinguir– y por ahí está la puerta, aquí está usted y en esa pared hay algo amarillo vibrante. –Ellos y la puerta eran sombras pero la cosa amarilla que parecía ser parte de un cuadro, fue como un fogonazo.

- Dale unos minutos y todo será claro. –Me instruyo y al instante todos lanzaron vivas y aplausos, ya deseaba llamarle a mi padre y contarle todo– La enfermera estará aquí y nos vemos en poco tiempo.

- Gracias. –Tomé su mano con los ojos llenos de lágrimas y la palmeó.

Cerré los ojos y recordé mis penumbras, la vida no sería negra, ya no más. Me quedé dormida un tiempo, ni siquiera era planeado, simplemente sucedió y al despertar todo era claro, como antes.

Casi comienzo a saltar de felicidad y la enfermera tuvo que contenerme. El médico regreso y por fin pude conocerlo.

- Nada más deseamos que te quedes un par de días más para revisar tu proceso y estarás lista para volver al mundo. –Dijo sonriendo.

Querido PsicólogoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora