Capítulo Uno

851 91 170
                                    


— ¡Ya vete a sacar la basura, maldita sea!

Arremedé a Scott con voz aguda y tomé la bolsa con todos los residuos de la semana. La arrastré sin ningún ánimo y salí a la acera. Lo hice porque ahora el pobre diablo tendría que hacerlo por él mismo por un buen tiempo. Salí esperando que fuera un día tan aburrido al igual que siempre. Pero no lo fue para nada.

Levanté la vista y me encontré a una silueta bastante conocida, alejándose poco a poco de mí. Tenía esas características que simplemente no podían olvidarse. Un cabello no rubio, no pelirrojo, si no rubio fresa. Piel pálida pero llena electricidad y misterio. Alguien que para mí era inconfundible.

Pero no podía ser Lydia. Ella se encontraba a kilómetros de distancia. Lejos de mí.

Entonces la chica se giró, y todas mis dudas y preguntas se vieron respondidas. ¿La respuesta? Una sonrisa. Pero no cualquier sonrisa, la más hermosa que alguna vez hubiera visto, una inconfundible; la sonrisa de Lydia Martin.

Tan preciosa, tan bonita; al igual que siempre. Simplemente Lydia no podía estar en ningún lugar si sacarle suspiros a todos. Por supuesto que era Lydia.

Era de esas personas que aunque sólo haya captado la atención por un segundo, te deja con ganas de más. Se queda dentro de tu memoria para nunca irse. Nunca estuve seguro si así se sentirían todos o sólo se trataba de mí. Si se trataba de algún "Efecto Lydia" o simplemente que yo la quería más que los demás.

Creí que ya nada podría romperme porque no quedaba nada más para romper, pero sin embargo, sí fue posible. Era como si mi corazón ya se hubiera acostumbrado a romperse, como si lo disfrutara. Y siempre era por la misma razón. Había algo extraño respecto a Lydia, pues siempre sabía como destruirme, y a la vez, como volver a construirme. Como si fuera una destrucción y una cura a la vez. Una pregunta y una respuesta. Felicidad y dolor.

Una chica de cabello castaño muy oscuro y facciones asiáticas se acercó corriendo a Lydia, quien le dijo algo que debió ser bastante gracioso, ya que Martin estalló en risas.

Mierda, su risa. Su maldita y hermosa risa. Como si pudiera curar todo el dolor, odio y guerra del mundo. Como si pudiera hacer música con ella, como si pudiera revivir el espíritu y esperanza más muerta y decaída de todas.

Arrojé la bolsa fugazmente al bote de basura y salí corriendo hacía mi departamento rápidamente. Subí las escaleras como si mi vida dependiera de ello, y cerré la puerta fuertemente detrás de mí. Respiraba con dificultad.

Scott salió de su recamara y me miró preocupado. Levantó las cejas esperando a que le explicara mi agitación y preocupación.

— ¡Creo que vi a Lydia!

— ¿A Lydia? —Preguntó incrédulo—. ¿Qué no estaba en New York?

— Pues, aparentemente no. Estaba afuera, Scott.

— ¿Y qué quieres que haga al respecto?

Entrecerré los ojos. Debía de ser una broma. ¡Yo soy quien está teniendo el maldito ataque aquí! Enojado, le solté una patada sin entusiasmo.

— ¡No lo sé, McCall! ¡Piensa en algo!

— Pero es que no sé qué hacer.

— Maldita sea, Scott. Eres como un Yoda inútil.

— ¿Te burlas de mi estatura? Sólo me llevas un par de centímetros, presumido.

Estaba a punto de decirle algo más, pero antes de que pudiera hacerlo, mi voz se vio interrumpida por la canción de City of Stars.

Scott me miró burlón, para después estallar en risas.

— Por el ángel, eres una maldita vergüenza.

Volví a arremedarle y saqué mi celular del bolsillo. Miré la pantalla y no pude evitar ponerme nervioso, todo dentro de mí temblaba.

Llamada entrante.

Me llevé el celular al oído, y con temor, atendí la llamada.

Rugí para mis adentros, definitivamente no era Lydia.

— Malia... —Respondí con un poco de fastidio—, ¿cómo estás?

Una parte de mí no podía evitar sentirse decepcionada. Sí, me asustaba hablar con Lydia, pero también quería escuchar su voz. Las únicas veces que había podido escucharla había sido en vídeos nuestros o en mensajes de voz que me había mandado hace mucho. Sí, tal vez sea algo patético, pero también es tonto.

— ¿Cómo te encuentras, amor? ¿Noticias de tu nuevo departamento?

— En realidad aún no es «mi nuevo departamento». No ha habido noticias, sigo esperando la llamada de la dueña.

— Ya sabes que si por algo no se da que te mudes allá, puedes mudarte conmigo. Sería algo positivo, tanto para nuestra relación como para tu carrera. Podríamos irnos juntos al trabajo.

Hice una mueca de disgusto. No era que pasar tiempo con Malia me disgustara, es mi novia y le tengo mucho cariño. Además es una persona increíble. Pero no quiero pasar cada segundo de mi vida con ella.

— Mal, ya sabes que hago esto en primer lugar por independencia.

Scott rió y marcó comillas con sus dedos, sabía que esa no era la razón principal. Le di un zape por imprudente.

— Sí, lo sé. Sólo es una opción. Deberías considerarlo, tenerlo como alternativa.

— Gracias por preocuparte. Lo tomaré en cuenta.

Se despidió de mí y yo de ella, para después terminar la llamada. Scott me miró cruzado de brazos.

— Sabes que no lo harás.

— Scott, por favor; Claro que no lo haré. Ni muerto. Pero no podría decírselo, sólo quiere ayudarme.

— ¿Desde cuando "ayudar" es sinónimo de "poseer"? Tengo que actualizarme con estos nuevos significados de los millenials.

— Tú eres un millenial, estúpido. ¿Y a qué te refieres con «poseer»?

— A que Malia sólo lo hace porque quiere asegurarse de tener una manera de tenerte obligado a estar con ella. Como un seguro de autos, pero contigo.

— Malia es bonita, exitosa e inteligente. Podría conseguir a cualquier persona, no entiendo porqué querría obligarme a mí a estar con ella. Fácilmente podría conseguirse a cualquiera.

— Porque a pesar de ser todo eso, tú no la quieres para algo seguro.

— ¿Qué? ¿Cómo piensas eso? ¿Por qué creerías algo así?

Y a continuación, las siguientes palabras que Scott dijo fueron suficiente como para destruirme completamente.

"Porque ella no es Lydia".

Signs of Love (Stydia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora