Cazadora (pt. 2)

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Sentí que las horas en el avión camino a Oxford habían sido eternas, pero después de tanta desesperación por fin llegué a mi destino

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Sentí que las horas en el avión camino a Oxford habían sido eternas, pero después de tanta desesperación por fin llegué a mi destino. Wootton no era demasiado grande, su población estimada estaba alrededor de 4,100 personas. Pero definitivamente esos 4,100 extraños serían suficientes para dificultarme la búsqueda.

Me hospedé en el primer motel que encontré, pues aún no sabía dónde estaba Camila exactamente así que no importaba mucho donde me quedara. Inmediatamente después de registrarme y dejar mis pocas cosas en la habitación, salí a la calle. No tenía la menor idea de por dónde comenzar, así que fui al centro y entré en algunos cuantos lugares públicos para ver si veía algunos Jäger, sonaba tonto peor no lo era, ya que en caso de que no estuviesen hablando su idioma, su marcado acento alemán era fácil de reconocer cuando hablaban un alguna otra lengua foránea. Aunque asumir que todos ellos tendrían el mismo acento también era tonto, pero era lo único que me ayudaría.

Dos días pasaron y yo seguía sin poder dar con Camila, o por lo menos con algo que me guiara a ella y eso me volvía loca. Lo único que tenía en mente era encontrarla, salvar a Will y asesinarla. Me fascinaba la idea de acabar con su vida, y con ese sentimiento me daba cuenta que mi corazón se podría con cada palpitar, pero honestamente a mí ya me daba lo mismo.

Tenía la mirada clavada en el techo, buscando figuras en lo poroso de las paredes tratando de distraerme. El reloj marcó las 7:30 de la mañana y me levanté de la cama para darme un baño, llené la tina de agua caliente y me metí en ella. Necesitaba pensar, y que mejor lugar que en una tina de agua caliente estando «relajada», o pretendiendo estarlo. Pero nada funcionaba, nada lograba sacarme del agujero negro en el que había caído.

Lamentablemente mi mente y mi corazón ya no eran como antes, donde debía haber felicidad, había odio, donde debía haber calma, había sed de venganza, y donde debería estar la tristeza, había resentimiento. Los malos pensamientos, y malos sentimientos reemplazaban cada una de mis antiguas emociones, haciéndome ver tan dura como el metal y fría como el hielo.

Reí entre dientes. Me divertía darme cuenta de lo que ahora podía ser capaz sin sentir resentimientos.

Clavé la mirada en el blanco mármol de las paredes, y apoyé la barbilla sobre mis rodillas. Así estuve por varios minutos, mientras el agua caía sobre mi espalda dándome un ligero masaje. Después de tanto pensar, salí de la tina  y caminé al espejo, buscando en mi reflejo algo reconocible de mi antiguo yo, pero mi búsqueda fue en vano. Mis ojos ya no reflejaban la misma chispa de antes, ahora solo transmitían amargura.

Después de alistarme y protegerme del intenso frío que comenzaba a azotar el lugar, salí a las calles, ahora sin la intención de buscar algún Jäger. Por alguna extraña razón comenzaba a perder la paciencia, pues dudaba tener la suerte de llegar a mi meta de una manera tan simple.

Tenía que buscar más opciones, y tenía que hacerlo rápido.

Entré en una cafetería que estaba en el centro y pedí un capuchino caliente con una pieza de pan. Un día antes había comprado un libro en la librería, y lo llevé conmigo para deleitarme un rato con la lectura, al menos mi gusto por ella aún no había cambiado. Bebía mi capuchino tranquilamente, mientras leía una historia de acción acerca del secuestro de una chica y como hacia para escapar, era una historia simple pero bastante entretenida.

Avril - 1998Donde viven las historias. Descúbrelo ahora