Interrupciones y la visita de una mutante azul.

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—¿¡Wanda!?—respondió Pietro para luego dar media vuelta e irse corriendo a toda velocidad.
Pero Wanda, su hermana lo persigue hasta que el cierra la puerta de su habitación para esconderse, pero ella la derrumba y entra en esta.
—¡DEJA DE ESCONDERTE!—gritó haciendo volar el sofá en el cuál se escondía Pietro.

—¡DEJA DE QUERER MATARME! —dijo para salir corriendo a toda velocidad y escapando de ella

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—¡DEJA DE QUERER MATARME! —dijo para salir corriendo a toda velocidad y escapando de ella.
—¡ESTO ES TU CULPA, TÚ ESTAS DE SU LADO! —gritó ahora apuntandole a su hermano quién se paró frente a ella levantando las manos rendido.
—¡DETENTE! —intentó detener su hermano mellizo poniendo sus manos en un gesto para pararla.—Basta Wanda, estas mal y lo sé...
—No... Tú no me entiendes... —dijo para caer de rodillas al suelo y dejar que su cabello cubriera su rostro.—Tú no sabes lo que es estar encerrada en un psiquiátrico... que te traten como una loca...Tú no lo sabes...
—Wanda tranquila yo puedo...—empezó a decir mientras se acercaba a ella.
—No, tú no puedes ayudarme. —dijo leyendo su mente. —Tú ...tú ¡estabas ahí cuando él me dejó! —dijo con odio en su voz aún sin levantar la cabeza.

*flashback*

  Una noche donde la lluvia y la oscuridad se unían, la pequeña castaña podía oír como su padre, el poderoso Magneto y su hermano mellizo Pietro, la abandonaban en un psiquiátrico. La niña parecía presentar diagnósticos de esquizofrenia, pero su padre sabía que era más que eso, que el hablar sola no se trataba de una enfermedad humana...No, él sabía que todo indicaba la clase de mutación que estaba adquiriendo, pero Magneto estaba repleto de miedo. No sabía como actuar, si él podría protegerla y si estaba haciendo lo correcto...
Pero al menos había algo que lo reconfortaba, y era el hecho de que quien la ayudaría dentro de ese internado sería nada más ni menos que el Profesor Charles Xavier en sus visitas particulares, aún así esa experiencia no dejó de ser traumática. Pues al momento que su padre y hermano la abandonaron allí, ella lloro y luchó con todas sus fuerzas físicas aunque no fue nada que los doctores no podrían controlar, al fin y al cabo sólo tenía 9 años de edad.

—¡Por favor papá! ¡No me dejes! ¡Pietro, Pietro! ¡Ayúdame! ¡Hermano, por favor!—los sollozos de la niña no cesaron hasta que los doctores lograron inyectarle un calmante, pues de lo contrario la despedida también hubiese mucho más dura para ellos dos...

—¡Por favor papá! ¡No me dejes! ¡Pietro, Pietro! ¡Ayúdame! ¡Hermano, por favor!—los sollozos de la niña no cesaron hasta que los doctores lograron inyectarle un calmante, pues de lo contrario la despedida también hubiese mucho más dura para ellos dos

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X-23: Historias jamás contadas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora