ENCUENTROS Y DESENCUENTROS

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Ahora, al otro lado del muro, consiguió respirar con cierta normalidad. Sus perseguidores habían quedado amontonados al otro lado. Se preguntó cuántos quedaban aún con vida. Por lo cubierto de sangre que se encontraba Zerbes, después de un concienzudo examen y, tras comprobar que la mayoría de la sangre no le pertenecía a él, sino que era de sus perseguidores, dudaba de que fuesen muchos los que se mantenían en pie.

El hombre estuvo un rato con la espalda pegada al muro y los ojos cerrados, mientras tomaba grandes bocanadas de aire. Tras un corto periodo de descanso se levantó y le sonrió enseñándole sus enormes y amarillentos dientes.

—¡Ja! Los hombres que venir por nosotros llevarse un gran sorpresa.

Armen lo observó durante unos segundos sin saber muy bien que contestar.

—No dudo que se la han llevado — concluyó al fin.

Y seguramente que se la había sido así. Sus perseguidores esperaban encontrarse con un chaval flacucho y desgarbado medio cagado de miedo, no con un mastodonte proclive a desmembrarlos a las primeras de cambio. La sorpresa no podía haber sido menos cruenta. Los hombres del otro lado golpeaban al muro con futilidad mientras gritaban amenazas irrealizables. Miró a su alrededor, constató que se encontraban en una sala pequeña y vacía, sin adorno alguno más que sus bastas paredes de piedra y con una puerta al fondo que daba a otra sección de Institución, o del Palacio, que era lo que esperaba. Concluyó que con toda probabilidad, esa era la sala que le había estado hablado Kumar. Cada vez estaba más cerca de su hogar. O eso esperaba al menos.

Decidido a avanzar y se dirigió a la supuesta salida, seguido muy de cerca por Zerbes que arrastraba sus enormes pies. Puso su oreja su rugosa superficie de y escuchó a ver que oía. No quería toparse con más sorpresas del otro lado, aunque tampoco es que pudiese predecirlo con seguridad. Aquella había sido una noche muy rara después de todo. Finalmente decidió girar el pomo y abrir la puerta. Un largo pasillo que ascendía y se perdía en las brumas se abrió justo enfrente de él. Miró a su compañero con expresión interrogativa, este le devolvió la mirada a su vez mientras se rascaba la cabeza y negaba con ella.

¿Ese era el lugar correcto?

—A partir de aquí, no saber lo que poder esperarnos.

Como imaginaba, su compañero desconocía donde los iba a llevar aquel camino, o si en realidad ese camino los iba a llevar a alguna parte en realidad. Suspiró agotado por completo. Solo quería desprenderse del peso que le comprimía el pecho. Solo les quedaba avanzar.

—No te preocupes amigo, no creo que sea peor que lo que acabamos de dejar atrás.

Anduvieron durante un periodo indeterminado de tiempo por aquel pasillo, y a medida que iban ascendiendo, advirtió que el color de la piedra de las paredes iba variando de color. Tampoco le pasó por alto que aquel pasillo había estado en desuso por mucho tiempo. Una tupida capa de polvo cubría el suelo, las telarañas cubrían gran parte del techo; todo indicaba que hacía mucho tiempo que nadie pasaba por allí. En muchos aspectos era un alivio saberlo. Llegaron al final del corredor después de caminar durante unos veinte minutos por el zigzagueante pasillo, pero en esta ocasión una especie de panel les cerraba el paso. En esta ocasión había varios agujeros en la pared a la altura de su cabeza. Curioseó por ellos y no pudo evitar que su mandíbula se desencajara.

¡Estaban en uno de los salones de Palacio!

Se encontraban en el Salón de los Retratos, y el túnel estaba escondido precisamente detrás de uno de ellos. Sí no se equivocaba era el de su tatarabuelo Shertám, que en paz descanse. Se preguntó cuánto tiempo había pasado por allí sin ser consciente de lo que se escondía detrás de sus paredes. Cuantas veces se había sentido cuestionado por sus antepasados al pasar en frente. ¿Alguien lo habría estado observando por detrás de ellos? Era cuanto menos inquietante.

Baile de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora