Parte única.

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Desde que lo vio por primera vez, Mark supo que Jackson estaba un poco loco. Pero había creído que todo tenía su límite. Bueno, eso era antes de conocerlo en profundidad... Antes de aquella lluviosa tarde de domingo.

Ambos se encontraban tirados en el cómodo y suave sofá-cama que los padres de Mark les habían regalado por Navidad, cubiertos por un edredón rojo y acurrucados el uno contra el otro. Porque hacía bastante frío y aún no tenían calefacción. Sí, el genio de Jackson había elegido un apartamento sin calefacción y no cayeron en cuenta hasta que llegó el invierno, unos meses después, y la echaron en falta.

Se hablaban en voz baja, se repartían besos y caricias el uno al otro y había momentos en los que sólo se dedicaban a mirarse mutuamente. Estaban tan juntos que a simple vista no podía distinguirse dónde terminaba el cuerpo de uno y comenzaba el del otro... Pero así era como les gustaba estar. El único sonido distinguible era el de sus voces, roncas y en un susurro, acompañado de las tantas gotas de lluvia que caían incesantemente hacía ya más de dos horas en el exterior.

La cabeza de Mark reposaba en el pecho de Jackson, y desde allí podía escuchar sus latidos. En ese momento eran lentos, calmados. Tranquilos. Su cuerpo desprendía una calidez tan acogedora que no se hubiera pensado dos veces pasarse el resto de la eternidad acurrucado allí, junto a él. Entre sus brazos. Donde se sentía a salvo. Protegido del mundo exterior, que amenazaba con hacerles daño de manera constante y sin descanso. Sabía con certeza que allí, como en ningún otro lugar, estaba seguro.

Su relación no había cambiado ni siquiera un poco aún después de más de tres años estando juntos. De hecho, cumplirían los cuatro en apenas unos meses. Y eso era maravilloso. Se miraban como si fuera la primera vez, y se besaban como si fuera la última.

Claro estaba que se pertenecían, en cuerpo y alma.

Que su piel estaba marcada por los labios del contrario y que sus ojos sólo miraban en su dirección. Y que ahora, a pesar de tenerlos suavemente cerrados, eran perfectamente conscientes de que el otro estaría siempre ahí, a la espera, sin necesidad de abrirlos siquiera. Protegiéndose el uno al otro.

—Te amo —susurró Jackson en su oído y Mark sintió un cosquilleo en el estómago que hasta lo hizo ruborizar. Como si nunca se lo hubiera dicho anteriormente.

No era la primera, pero pocas veces lo hacía de una forma tan seria.

—Yo también te...

Comenzó a hablar, pero se detuvo; su voz fue interrumpida por el estruendo de la tormenta eléctrica comenzando a hacer su aparición. La ciudad se llenó de luz, dando paso a un par de truenos más que lo hicieron temblar.

A Mark no le gustaba la tormenta.

—...  Amo... —susurró, finalizando la frase y acurrucándose cada vez más contra su cuerpo. Se aferró al suéter del contrario y cerró los ojos con fuerza, tratando de serenarse.

La detestaba, y Jackson lo sabía muy bien. Lo aterraba y le traía recuerdos que no quería de vuelta.

—Tranquilo, estás conmigo ahora...

Era lo que le decía cada vez. Estaba tan acostumbrado a aquella frase que ya parecía haber perdido parte de su efecto.

—Sabes que no puedo estar tranquilo, Jack —musitó y sintió que su novio le daba un pequeño apretón antes de alejarse de él—. ¿Qué estás haciendo?

No te vayas ahora.

El menor rodó por el sofá hasta llegar al borde y se incorporó, poniéndose los zapatos. Mark sólo lo miraba desde su lugar sin entender qué era lo que pretendía; antes le había dicho que siempre estaría para protegerlo en aquellos momentos y ahora estaba siendo ignorado por él.

Storm [Markson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora