4. Tirando del hilo

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Rick puso los ojos en blanco, suspirando de nuevo. – De verdad, Frey... Creo que deberías pensarlo dos veces.

- Ya lo he pensado dos veces. – Replicó ésta. – Lo he pensado muchas veces. Y mi decisión no ha cambiado. Keith ha desaparecido, y yo voy a encontrarlo.

- ¿Y no puedes simplemente dejarle esto a la policía? – Trató de convencerla, a pesar de saber lo testaruda que era su amiga. – Ya sabes, los que literalmente se ganan la vida con ello.

- Sé perfectamente lo que es la policía y para lo que sirve. – Ella se volvió hacia él, dejando por un momento de preparar las cosas. – Por eso me hice patrullera enmascarada. No te he pedido ayuda, de verdad. Puedes volver a casa. No te preocupes.

- Ya, claro. – Replicó él, suspirando. – Sabes que eso no va a pasar. Si vas a cazar al tío que ha secuestrado a tu padre, voy contigo. – Puede que ella no se lo hubiera pedido, pero su madre sí que lo había hecho. Y lo que había dicho de la máscara... ¿Qué diablos escondería Keith?

Por el momento, lo que le importaba era dónde escondían a Keith. Así que, una vez los dos terminaron de reunir el equipo necesario, - cuchillos, bombas de humo, reservas de maná, sellos mágicos... - se dispusieron a comenzar su investigación, sentados en el coche de Rick para organizarse. – Lo primero es rastrear su recorrido. – Dijo Frey, con un mapa de Mygdar en el regazo. – Sabemos que no está, pero no sabemos dónde no está, ni desde cuando no está.

- No sabemos dónde está y no sabemos dónde no está. – Bromeó Rick. – Menudo comienzo.

- Deja de decir tonterías. – Replicó ella, mirándolo mal. – Lo que quiero decir es que tenemos que seguir sus pasos hasta el momento en que desapareció. Y para ello, necesitamos la información de la policía.

Levantaron la mirada, y ahí estaba: La comisaría de Mygdar norte se alzaba ante ellos, con toda una flotilla de coches aparcados a la entrada, estatuas vivientes armadas guardando las puertas... - Para ello, - continuó Freya. – necesitaremos saltarnos la seguridad de esa entrada, y creo que sé cómo hacerlo: Los guardias llevan consigo una especie de identificador personal, por lo que, cuando salgan a por un café, tal vez podamos hacernos con uno. Entonces podremos entrar, aunque no todo será fácil; Creo que puedo hacer que nadie se fije en nosotros ahí dentro, aunque necesitaremos un mapa de la zona para orientarnos, y tal vez deberíamos persuadir a algún agente para que nos conceda acceso al archivo...

- O, podría entrar en su red inalámbrica desde aquí, y colarme en sus registros posicionales, obteniendo los informes que coincidan con fecha y hora de tu padre.

Freya suspiró, visiblemente nerviosa. Con una sonrisa, le puso la mano en el hombro. – No estás sola, ¿De acuerdo? Tranquila.

- Mi padre ha desaparecido. – Replicó ella. – No puedo estar tranquila.

- Estamos hablando de tu padre. – Dijo el adolescente. – Conociéndolo, seguramente ya tenga cinco planes distintos para salir de donde quiera que esté.

- No lo conoces. – Frey lo miró.

- Te conozco a ti. Y de tal palo, tal astilla. – Él se echó a reír, aunque una luz parpadeante y un zumbido en su móvil lo alertó. – Vaya. La seguridad de la policía de Mygdar nunca dejará de sorprenderme. ¿Sabes eso de que, cuando cambias un Nexo de conexión inalámbrico, te recomiendan que pongas una contraseña difícil de sacar? Bien, pues al parecer éstos tipos consideran difícil "123456789". – Suspiró. – No sé cómo no se aprovechan más a menudo de ellos. Aunque, bueno, puede que lo hagan. Para eso estás tú, ¿no?

Sobrevolando el nidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora