10 | Haces llorar a un hombre adulto

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Navidad de 1976.

Advertencias: Smut (lemon, sexo explícito). Slash (yaoi, homoerótica).

Aclaración: Este capítulo está originalmente escrito en inglés. Sé que no soy buena traductora y me disculpo de antemano por ello.

If start me up

Ahh... give it all you got

You got to never, never, never stop

Slide it up, baby just slide it up

Slide it up, slide it up, never, never, never

- Start me up, The Rolling Stones.

You make a grown man cry

Haces llorar a un hombre adulto

La mano de Remus se desliza a lo largo de la longitud de su erección en un movimiento deliciosamente lento, abajo, mientras la otra mantiene su cadera, arriba, en un mismo lugar y, abajo, lo acerca a su cuerpo, arriba. Puede sentir el roce del aliento sobre su cuello, abajo, acariciándolo, arriba, siguiendo el ritmo, abajo. Se mueve un poco y, oh, Dios, Lunático, rápido, más rápido, la mano viaja de su cadera hasta cubrir su boca por completo.

—Ssssh, Canuto —susurra dentro de su oído—, nos pueden escuchar.

La otra mano continúa sobre la punta de su miembro y extiende el líquido translúcido a lo largo de toda la extensión.

—Te ves tan bien. Ojalá pudieras verte ahora mismo —dice con voz ronca, como aquella vez que bebieron demasiado whisky de fuego—. Te sientes tan bien en mi mano.

—Lunático... por favor...

—Dime, amor. Dime cómo lo quieres —Sus dedos son largos y delgados y se cierran alrededor de su cuello pero no hacen presión. Todavía no—. Quiero escucharte decirlo.

—Más... más rápido... tócame... por favor...

—He esperado esto tanto tiempo... —dice, y lo acaricia más fuerte, más intenso—. He soñado muchas veces contigo así, diciendo mi nombre y pidiendo que te toque.

El pulgar presiona contra sus labios y Sirius no puede hacer mucho pero lo lame. Sabe a sudor, su sudor, y las uñas se cavan profundamente en la piel de su cuello.

—Te quiero tanto, Sirius. No tienes ni idea de cuánto.

Recorre con la lengua la longitud del dedo, lamiéndolo mientras sus caderas empujan contra la mano de Remus, en busca de más.

—Cuando me besaste lo podría haber hecho ahí mismo, en medio de la sala común...

Sólo ese pensamiento es suficiente para hacerle gemir y aullar. Remus lo acerca más aún, presionando los labios contra su cuello, y sigue hablando:

—Pude haberte bajado los pantalones y lamerte en ese momento, allí mismo...

—Debiste hacerlo —dice Sirius, sorprendido ante la necesidad palpable en su voz—. Quiero que lo hagas.

No tiene que repetirlo. Al instante tiene la espalda contra el colchón y a Remus devorándolo con la mirada, con los ojos oscuros de deseo. Sirius nunca le ha visto tan así, como si estuviera a punto de descontrolarse, y en ese momento se sorprende. Siempre lo ha visto como el chico suave y tranquilo, cuando en realidad hay un lobo dentro de él, y probablemente Remus está dando todo de sí para no perder el control ahora.

Pero puedes hacerlo, Lunático. Puedes perder el control conmigo.

—Lunático...

Sirius tira de él hacia abajo y le besa con pasión y lujuria y amor. Recorre meticulosamente su espalda, explorando las cicatrices con sus dedos, la curva de su culo, apretándolo contra su propio cuerpo.

—Por favor, por favor...

Remus lame su cuello mientras desliza sus manos sobre su pecho, pellizcando con suavidad y esmerada delicadeza los pezones, y su lengua recorre la línea de la mandíbula hasta que está respirando en su oreja.

—¿Dónde me quieres, Canuto?

En todas partes.

—Me pregunto a qué sabes —susurra y toquetea suavemente sus testículos con una mano mientras la otra acaricia su boca—. Muéstrame, muéstrame cómo quieres que te chupe.

Empuja el dedo índice entre sus labios y al mismo tiempo traza con la lengua un camino desde la base de su pene hasta la punta, lamiendo las gotas de preseminal.

—Oh, Dios, Lunático —grita cuando Remus lo hunde profundamente en su boca, succionando y chupando mientras clava más las uñas en sus caderas, manteniéndolo quieto contra el colchón—. No pares, por favor, no te atrevas a parar... me encanta...

Suelta un gemido suave contra su pene y Remus le mira fijamente a los ojos.

No te contengas, Canuto. No te voy a interrumpir.

Y así no lo hace. Entierra ambas manos en el cabello castaño claro de Remus y empuja en su boca con una necesidad desesperada. Por un momento olvida de dónde es y todo lo que ve es quiero, quiero, quiero la sensación de ser engullido por los cálidos y suaves labios que se cierran a su alrededor, subiendo y bajando mientras se lo folla.

Termina demasiado rápido.

—Lunático, no puedo... voy a...

Puede sentir las uñas clavándose en profundidad en sus costados, marcándolo, mientras estalla en la boca de Remus sin que pueda hacer nada para remediarlo. Remus lo limpia con lamidas y lo sostiene con tanto amor y cuidado que casi siente que podría llorar justo en ese instante.

—Eso fue...

—Sí...

—¿Te has tocado, Lunático?

La habitación está a oscuras, pero todavía puede ver cómo se sonroja con rudeza.

—Bueno, yo...

—Deja que lo haga.

Un par de minutos después, Remus los cubre a ambos con el edredón y le besa con parsimonia en los labios.

—Gracias, Canuto.

—¿Por qué? ¿Por dejar que me hicieras la mamada más increíble del mundo o por dejar que te tocase hasta que te corrieras en mi pecho?

—Por quererme —contesta sin pensar, lamentándolo casi de inmediato.

—Idiota —responde Sirius, abrazándolo, más cerca—. Qué tonterías dices.

—Lo siento, yo...

—No necesitas darme las gracias por eso, tonto —susurra en su oído y besa la parte superior de su cabeza antes de sentir que empieza a perderse en el mundo de lo onírico—. Siempre te amaré.

—Yo también.

—Feliz Navidad, Lunático.

—Feliz Navidad, Canuto.

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⏰ Last updated: Mar 07, 2017 ⏰

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