Capítulo 47 Aguas Profundas

Magsimula sa umpisa
                                    

—¡¿Quién eres?!

—¡¿Tan pronto se olvidó de mí?!

—¡¿Sebastian?! —clamó.

El niño rodó sus ojos.

—¡¡Soy Eric!! —gritó—. ¡¿Qué tan difícil es ese nombre?!

—¡¡De acuerdo, de acuerdo, Eric!! —Mencionó mientras buscaba sostenerse en las rocas—. ¡¿Cómo llegué aquí?!

—¡¡Yo lo lancé!! —confesó con diversión. John quedó inmóvil—. ¡¡Pero no se preocupe, es parte del juego!!

—¡¿Pero cuál...?! —se detuvo, cerró sus ojos y respiró profundo—. ¡¡Eric, hijo, por favor sácame de aquí!!

—¡¡No soy su hijo y no pienso sacarlo de este pozo, son ordenes de la tía Eurus!!

—Diablos —susurró—. ¡¡Eric, te lo suplico, quiero ver a mi hija!!

—¡¡No se preocupe por Rosie, ya me encargue de ella!!

Ante esas palabras John observó con rabia al pequeño niño. Sabía que no debía sentir ese tipo de emoción hacía él porque era un infante, pero ese niño no demostraba serlo. Era un demonio.

—¡¡Por favor Eric, haré lo que me pidas!! —No hubo respuesta—. ¡¡Te prometo que la tía Eurus no se enterara!! ¡¡Sácame de este pozo!!

—¡¡Lo siento Doctor Watson, ordenes son órdenes y las debo de cumplir!!

La luz que iluminó a John se desvaneció y este gritó desesperado siendo todo inútil. Golpeó al agua y maldijo por la situación en la que se encontraba, esperanzado a que su hija y los demás estuvieran bien.

« Enola es un error, al igual como lo fue Barba Roja... » Escuchó Sherlock cerca de sus oídos.

El detective se alzó de golpe, confundido por todo a su alrededor. Rodeado de oscuridad, el detective buscó desesperado aquella familiar voz.

—¡¿Eurus?! —llamó. Nadie respondió. Sherlock se detuvo y trató de analizar el lugar. Enfocó su mirada en la penumbra y vislumbró cuatro paredes—. ¡¡Eurus!! —gritó.

Al fin despiertas —escuchó en un rincón de ese lugar—. Te tomó un par de horas, pero me alegro que el sedante no te noqueara hasta otro día.

—¿Dónde estamos? ¿Dónde están John y Mycroft? —demandó angustiado.

Por ahí...

—Eurus... por favor —suplicó—. Por favor, para todo esto —ella no respondió—. ¡Hare lo que quieras! ¡Conviviremos como los hermanos que somos!

Ninguna respuesta se hizo presente. Sherlock no paró de girar en su propio eje hasta que alzó sus brazos y se dispuso a caminar en busca de alguna señal de vida junto a él. Sin ningún éxito una incandescente luz se hizo presente en ese lugar, dejando cegado al detective por unos momentos. Sherlock colocó ambas manos sobre sus parpados, la luz le había molestado, y mientras recuperaba la vista, afirmó el hecho de estar encerrado en una pequeña habitación. Una vez sus ojos recuperaron la visión, reveló que la pared estaba adornada con severas imágenes de varias personas. Por un momento Sherlock las desconoció, pero al acercarse a una pared, con horror descubrió que eran fotografías de su familia. Estaban su padre, su madre, Mycroft en cada etapa de su vida al igual que las de él y, para su sorpresa, fotos de Enola desde bebé hasta su edad reciente.

Somos una hermosa familia, ¿verdad? —oyó. Y Sherlock reveló que la voz de su hermana provenía de un alto parlante.

—¡¡Eurus!!

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon