6 Llamadas perdidas

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Disfrutar a ese alguien en mi concepto y precepto era divertirse, yo me divertía con su sentido del humor. Fue entonces donde di sentido al elocuente escrito Fernando Iwasaki en su libro mal de amor, en el cómico libro y el muy animado autor manifiesta que el mal de amor nuca seria sinónimo de mal humor, me cuestioné yo entonces ¿lo que el buen humor es al buen amor, entonces el buen amor fecunda un buen humor? Basta ya, las rimas no son buenas, mata el alma y te da caries, respondería Damián.

Parte de las bienaventuradas llamadas era el contenido musical, la escuchábamos juntos y con esto lográbamos encontrar canciones que nos gusté a los dos y encontrar gustos compartidos, en aquel instante me inclinaba más por la música heavy, rock y rock and roll. Curioso que Damián también apetecía de dichos géneros de música. Algunas veces nos permitíamos cantar, cantábamos cuando el éxtasis abundaba, más que en nuestros cuerpos, en nuestras almas y corazones.

El inefable artista Rajmáninov en uno de sus soliloquios impartidos solía expresar que su música es echa directa para el corazón sin pasar por la cabeza de quien escuche. Claro eso con su música, sin embargo escuchar música favorita con la persona favorita, eran sonidos directos al corazón, eran momentos directos a mi vida.

En memoria llevo que desde que cumplí trece años, yo deteste cumplir años en mi vida. Me sentía a que se me acaba el tiempo en cada cumpleaños, lo que es peor, no sabía para que se me terminaba el tiempo. Además de experimentar incertidumbre, ansiedad y tristeza en aquellos días, tomaba como opción de aislarme de mi familia. Sentarme en el muro de mi casa y hablarle al atardecer, confesarle lo que odiaba de mí y mi pasado. Sin embargo, este escrito es de la realidad y en la realidad que vivía, aquello que hacia como discutir con el ocaso del día, se percibía pésimo y hasta denigrante según mamá y papá, como era de suponerse de un grito ordenaban que descendiese del muro, e instantáneamente solían aterrizar mi realidad.

Debo admitir dos aspectos, cuando cumplí quince años, me había olvidado que tenía años por cumplir, por lo tanto años que odiar y por dejarlos atrás. Tal vez la atención que prestaba a Damián era más auténtica. Admito también que, disfrute de la vos de Dani Martín en la canción 16 añitos, pues esta canción fue mi dádiva por mi cumpleaños. Por parte de Damián.

Así es, cumplí 15 y Damián me obsequio una canción titulada 16 añitos, no se trataba de que él no encontró una canción más adecuada, se justificó al manifestar que esa canción sostenía un significado peculiar para él por tal motivo era causa de compartirla conmigo.

Luego de explicarme todo aquello puso a correr la canción, al escucharla sentía todo en cuanto al diagnóstico somático de un enamorado o, en cierto sentido la de un maníaco.

Estaba feliz, sonreía al escuchar dicha letra y también lloré, pues en parte la melancolía me consumió al recordarme cuanto odiaba que los años de mi vida me atraviese y que por otro lado tampoco podía congelarme en la vida. Aquella canción me susurraba básicamente, de la magia de aquella edad en la que yo estaba, de mis propias palabras, de valentía y de proclives disfraces vanos en defensa. Todo aquello en cuanto yo era, la canción indudablemente, me concedía el sentido de partencia. Reviví, también a Nietzsche cuando obligo a Zaratustra en uno de sus libros a expresarse a una multitud ¿acaso había que arrancarles el oído para que puedan oír con los ojos?

La necedad no es buena luchando con lo obvio, y lo reconocí. No digo que una canción me haya hecho cambiar el parecer a cerca de mi repudio a mis años cumplidos o simplemente a mi pasado, porque inclusive hasta ahora, quizá puedo aguardar aquel odio, solo que más dominado. Pero en esta canción me sentía libre de magnificar hasta mis errores. Ahora será mi canción favorita, le confesé como un agradecimiento. Espero que la disfrutes y la recuerdes no como yo lo hago, sino como tú haces a tu vida, masculló Damián con ternura.

EL, casi secreto.Where stories live. Discover now