Capítulo 10

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—¡Nicole!

Nicole se volteó y buscó con la mirada hacia la persona que la llamaba, y una vez que distinguió a lo lejos a su hermana, rápidamente se le acercó para saludarla con un reconfortable abrazo.

—¡Helena! Te he echado muchísimo de menos, hermana.

—Y yo a ti —se separó del abrazo para observarla mejor—. Veo que te cortaste el cabello, y... ¿Eso es un piercing en la nariz?

Nicole rió. Helena la veía más delgada desde la última vez que se vieron, pero seguía viéndose hermosa con el cabello castaño corto hasta los hombros y sus impresionantes ojos verdes.

—Se podría decir de que han habido muchos cambios desde la última vez que nos vimos...

—No me digas. ¿Y Alex, cómo está? ¿Cómo están ustedes dos?

—Bueno... —estiró su mano para hacerle notar el anillo de oro con diamante en solitario que adornaba su dedo anular. Helena jadeó sorprendida.

—¡No!

—¡Sí!

—¿Desde hace cuándo? ¡Ya ni me cuentas nada!

—Desde hace dos semanas, quería darle la sorpresa personalmente. ¿A que no es precioso el anillo? Brilla un mogollón.

—Es una pasada... Ven, te ayudo —cogió por el mango una de las maletas mientras empezaban a caminar en dirección a la salida del aeropuerto—. Tomaremos un taxi. Y, ¿Por qué traes dos maletas? ¿No fue suficiente con una?

—Oye, es la semana de moda en Nueva York, tengo que ir vestida con una teñida distinta cada día.

—Si tú lo dices —negó con la cabeza y rió.

Durante el recorrido en taxi hacia el departamento de Helena, estuvieron conversando sin parar poniéndose al día de las últimas novedades. Helena todavía no salía de su impresión de que su hermana menor acababa de comprometerse, porque siempre creyó que sería ella quien se casaría primero en unos cuantos años más. Aún así, se sentía feliz por su hermana y le prometió estar presente el día que escogiera para hacerse la prueba del vestido.

Al llegar al departamento, Helena acompañó a Nicole hasta el cuarto de invitados.

—La cama está recién hecha, le puse solamente una manta pero si te da frío por la noche hay más en el armario.

—Está bien.

—Imagino que no habrás almorzado, ¿O sí? —la miró con recelo.

—Uh, no.

—Eso pensaba, así que te guardé un plato de pollo apanado con un poco de arroz que preparé durante el almuerzo. Te lo calentaré en el microondas.

—Gracias, por eso y mil cosas más te adoro.

Helena dejó sola a Nicole para que acomodara todas sus cosas en el dormitorio y se dirigió a la cocina.

Acababa de colocar el plato a calentar en el microondas, cuando sintió su móvil sonar en el bolsillo de su pantalón. Rápidamente lo sacó y sonrió al ver de quién se trataba.

—Hola.

—Helena.

La voz de Cedric era algo enigmático. No solamente te atraía con ese tono de voz tan profundo y viril, que parecía estar acariciando con la lengua cada una de las palabras al pronunciar, sino que además era sugestivo de escuchar. Y Helena no podía ignorar el estremecimiento que le recorría de pies a cabeza cada vez que lo oía decir su nombre.

PUEDO SERTE INFIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora