Capítulo 12 La Vida en Baker Street

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—Sherlock volteó bruscamente y retomó la vista a los archivos—. ¿Viste bien? —preguntó sin parar de reír—. ¡Sino para volver a dar otro salto!

—Isabelle —llamó molesto—, ¿recuerdas las reglas de este lugar?

Ella paró de reír y le observó extraña.

—Si.

—Qué raro, porque parece que las has olvidado. Una de las reglas es: No molestar mientras estoy trabajando, y no has parado de saltar por todo este living room desde que despertaste.

—Perdón —respondió a voz entrecortada y avergonzada.

Al escuchar ese tono en ella, el cual se había convertido en algo preocupante para él, volteó a mirarle y vio una suave expresión de tristeza en su rostro, pero no solo eso, también prestó atención a la ropa que llevaba puesta.

La niña lucía un largo vestido en beige de encaje floral espantoso, llevaba unas botas estilo vaqueras y una boina blanca cubría su cabellera castaña. Todo ese estilo de tan terrible gusto era, sin duda, cortesía de Mary Watson.

Bell poco a poco borraba la tristeza de su rostro para ver curiosa a Sherlock, quien no dejaba de mirarle con esa mezcla de sorpresa y desagrado

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Bell poco a poco borraba la tristeza de su rostro para ver curiosa a Sherlock, quien no dejaba de mirarle con esa mezcla de sorpresa y desagrado.

—¿Sherlock? —El detective sacudió su cabeza con suavidad y al parar miró con su tan obvia seriedad a la niña—. ¿Estás bien?

—Si —contestó seco—. Ahora quiero que vayas y molestes a la señora Hudson y me dejes trabajar.

—De acuerdo —murmuró con desgana.

La niña se dio la media vuelta y salió del living room para dejar al detective solo.

Mientras Bell bajaba los escalones escuchó cómo en algunos de ellos surgía un leve chirrido. Con su tan activa curiosidad comenzó a pisar los escalones flojos con suavidad, y de vez en cuando, asomaba la cabeza para ver si Sherlock no aparecía. Sosteniéndose del barandal comenzó a pisar más rápido aquellos escalones y hacer sonar con más fuerza ese irritante sonido. Al tratar de concentrarse Sherlock pudo escuchar el escándalo que hacía la niña, creando en él una tormenta caótica. Sintiendo sus venas palpitar violentamente en sus sienes, se acercó al marco de la puerta y notó la boina blanca de un lado para otro.

—¡¡Isabelle!! —gritó. Al oír ella detuvo su juego y se fue corriendo a la planta baja.

La pequeña llegó y tomó asiento en los últimos escalones, recargó los codos sobre sus rodillas posando su mandíbula sobre sus manos y finalizó con un triste suspiro. En esos momentos la señora Hudson apareció y le miró.

—¿Bell? —llamó curiosa, pero no respondió—. ¿Cariño estás bien?

Ella se acercó a Isabelle y al sentir su presencia movió su mirada.

—Sherlock se enojó conmigo —dijo muy triste.

—¡Oh linda! —Exclamó con una leve sonrisa—. No te preocupes, Sherlock suele enojarse con todos y con todo. Es normal en él —en ello puso su brazo alrededor de los hombros de la pequeña—. En un par de horas ni lo recordará y te tratará como siempre lo hace.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Where stories live. Discover now