Capítulo 11 Nictohilofobia II

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—Bell... Bell preciosa, ¿qué pasa? ¿Qué te hizo este idiota de Sherlock?

Al escuchar el insulto el detective miró sorprendido a John. Isabelle intentó hablar pero por más que lo trataba no podía darle palabras coherentes a John, solo le observó y luego a Sherlock, retornó con John y así, hasta que recargó su cabeza en el pecho del doctor.

—¡¿Qué hiciste Sherlock?! —Gritó John—. ¡Solo los deje unos segundos y la haces llorar! ¿Qué pasa contigo? —En ningún momento Sherlock contestó. La situación se había vuelto frustrante para él, haciendo que comenzara a desesperarse ante los llantos de la pequeña y las exigencias de su amigo—. ¡¿Sherlock?! —demandó el doctor.

—¡¡Para ya!! —Gritó. Ambos le miraron impactados—. ¡¡Por favor, para ya!! Por favor...

Sherlock colocó sus dedos sobre sus sienes, mientras veía exasperado a los dos, quienes tenían sus ojos casi fuera de la órbita debido a su reacción.

—¡¡Sherlock!! —John gritó al mismo tono que él—. ¡¿Puedes decirme que carajos está pasando?!

—Fue... fue mi culpa tío John —respondió la niña entre su llanto—. Yo tuve la culpa.

—¡Bell! ¿Pero de que...?

—Lo siento —interrumpió y reposo sus ojos ante Sherlock—. Lo siento.

Sherlock miró atónito a Bell y trató de ocultar su expresión. No lo logró.

—¿Sherlock? —llamó John, muy preocupado está vez.

—¿Qué? —respondió alterado.

—Dime, ¿qué pasó, por qué Bell te pide disculpas? —La respiración del detective era demasiado agitada, sentía una horrible presión sobre su cuerpo, queriendo que esta solo explotara y lo dejará libre. Pero explotar ya no era la mejor opción—. Sherlock —insistió John—. Por favor habla.

—Isabelle... Ella... —decía en cada de sus exaltadas respiraciones— Ella ve en mí... Una figura paternal.

El lugar se quedó en completo silencio ante la respuesta del detective, y logró que Bell, al escucharle, se escondiera más en el pecho de John quien volteó a observarle impactado.

—¿Bell? —Se ocultó más a su pecho—. Bell... Esto que dijo Sherlock, ¿es verdad?

La niña no contestó, siguió derramando sus lágrimas con el menor volumen posible y aferrándose más a la camisa del doctor—. Sherlock, ¿es verdad lo que acabas de decir?

—Si John —comenzó hablar un poco relajado—. Anoche ella fingió estar dormida, calculando todo y deduciendo que escogería cargarla en vez de llevar las maletas —dijo, volviendo a su tono habitual.

—¿Y eso que tiene que ver con que te vea como un padre? —preguntó sorprendido.

—¿Acaso no te has dado cuenta John? —Preguntó con una risa sarcástica—. ¿Por qué crees que decidió quedarse en Baker Street? No solo por resolver el caso de su madre, había algo más y ya lo sospechaba.

—¿Qué sospechabas Sherlock?

—Existe un tipo de fantasía infantil, donde los niños sin algún padre ven a un héroe como una figura paterna. Esos héroes llenan ese vacío paternal en ellos, creo que se le llama síndrome del padre ausente. Lo sospeche desde que decidió quedarse en Baker Street y ahora lo confirmo —en ello Sherlock miró a Bell con su peculiar seriedad y poso sus manos detrás de él—. Pero lamento decirte, Isabelle, que yo no soy un héroe, ni mucho menos un padre para ti.

Las frívolas palabras que Sherlock Holmes escupió hicieron que Isabelle se aferrara más al Doctor Watson y que en él un nudo en su estómago se formará.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Where stories live. Discover now