Dulce sueño

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Una remera roja cubría el cuerpecito, el colérico color resaltó en la orilla del fiero mar, cual muñeco de trapo yacía tirado en la gélida playa. Una mujer que trabajaba en la zona lo encontró y, azorada, dio la alarma. Aquel día nadie había extraviado un niño.


Nadin corre tras su hermano, repite cada monada que inventa Ibrahin. La madre apenas permite que miren el patio a través de la ventana; Nadin no entiende el porqué, él solo disfruta de esos momentos en que juega con otros niños en el parque, su favorito es el tobogán. Su hermano incita al pequeño a construir torres de almohadones, su poca destreza solo ocasiona derrumbes.

Mamá prepara cada día esos ricos dürüm, al principio los hacía con carne, ahora solo tiene verduras; mamá dice que siempre debemos dar gracias por la comida de cada día. Nos recuerda que mucha gente está pasando hambre, que no tiene agua, ni siquiera una casa donde vivir. Muchos huyen de los incendios que consumen la ciudad. Nuestra casa está bastante alejada del centro de la ciudad, pero en las calles la gente corre de acá para allá despavoridas.

Cuando llega papá, corremos a recibirlo, él juega siempre con nosotros al camellito, nos lleva de un extremo a otro de la habitación hasta que mamá nos llama a la mesa, siempre pone nuestra comida favorita. Papá dice que pronto cambiarán las cosas, que todo será mejor.

Los últimos días se hacen más tristes, el cielo está cada vez más lleno de horribles nubes negras, lo espantoso de esto es que se oyen escalofriantes ruidos que hacen temblar la casa, primero están los silbidos, luego las explosiones, al final los incendios que cubren el cielo de oscuras nubes.

Una mañana papá nos levanta muy temprano, aún está oscuro; con mamá habla a los gritos sobre qué debieran llevar, papá dice que solo lleve comida, que tal vez volverían en unos días. Adormilado, papá me lleva en brazos, Ibrahin va de la mano de mamá, caminamos a la montaña, cuando amanece, vemos que no estamos solos, muchas familias van llegando asustadas. El temor se nota en la cara de las personas. Los niños apenas musitan; todos estamos confundidos por lo que ocurre; papá dice que estaremos pronto en casa, que todos volveremos juntos.

Pasamos la noche en la montaña; contra todos nuestros temores, allí no hay los ruidos explosivos ni los incendios, sentimos un poco de frío, pero dormimos plácidos, durante el día podemos jugar saltando desde las rocas, varios niños se acercan y se unen a nuestro juego; jamás he visto a esos chicos, pero todos somos de la misma ciudad. Sus padres también salieron huyendo de los incendios.

Mamá sale a los alrededores a recolectar ramas para cocinar, también busca agua en una vertiente de la montaña. Junto con mi hermano, corremos hasta llegar a la fuente, el agua es muy dulce y cristalina. Refleja nuestra imagen como si fuera un espejo. Mamá ha traído en su haqiba algunos utensilios de cocina, ella siempre tiene todo.

Papá sale a buscar alimentos, que cada vez son más escasos, el dürüm apenas trae cebolla en tiras. Otros niños lloran porque solo tienen un té para tomar. Papá se pierde durante todo el día, al anochecer aparece con los alimentos. Pasaron varios días desde que salimos de casa, cada vez hay más gente en la montaña; papá demora cada vez más en volver, hay días que nos quedamos esperando a que llegué papá con los alimentos, pero él viene cuando ya estamos dormidos. Temprano mamá prepara los dürüm y nos da también té.

Un día papá nos dice que partiríamos una noche, que durmiéramos durante el día, hacemos esto varios días hasta que formamos un grupo grande de familias, partimos cuando el sol esconde su brillo, caminamos en columnas uno tras otro, papá me lleva a camellito, Ibrahin camina al lado de mamá.

Antes que esclarezca, llegamos a una ciudad que tiene una bonita costa de mar, era azul; era la primera vez que veo tanta agua junta, parece que alguien lo agita todo el tiempo, porque nunca se detiene. Papá ordena que no vayamos a jugar al agua, que es muy peligroso caer en ella.

Pasamos muchos días allí, no nos permiten salir a jugar como lo hacíamos en la montaña, papá esta siempre con nosotros; sale solo a la mañana y vuelve pronto con los alimentos. Nos recuerda que pronto partiremos a visitar a los tíos con quienes habla por teléfono, ellos le envían dinero para el viaje. Todos los esfuerzos parecen no tener éxito, mamá esta muy molesta porque no se siente bien en ese lugar, ella quiere que volvamos a casa; papá insiste en el viaje, afirma que consiguió unos pasajes en barco, que pronto nos reuniremos con los tíos.

Mamá nos despierta temprano, dice muy nerviosa que partiremos, que cuando papá vuelva saldremos con él; en la mano de mamá se nota un temblor descontrolado. Ella no esta enferma, tampoco es vieja; su bonita cara está un poco desfigurada; con Ibrahin nos acercamos para estrecharla, luego de un momento una lágrima le corre en la cara. Ibrahin pregunta por qué llora, pero ella solo guarda silencio.

Hay mucha gente esperando, igual que nosotros; salimos cuando los papás vuelven. Vamos a un lugar nuevo que no conocemos, hay mucha gente aglomerada; unos hombres reparten unos chalecos naranja y suben a la gente a los barcos. Los niños pequeños no tenemos chalecos, eso es solo para los adultos.

Un hombre de feo aspecto ordena a nuestro grupo que subamos, es un barco pequeño, cuando está casi lleno, dice que también nosotros debemos subir. Estamos en la última fila, cerca del hombre vestido de negro. Pone en marcha un motor que hace un ruido sordo, esa mañana el viento sopla fuerte desde el mar.

Cuando nos alejamos de la orilla, la gente se ve como pequeños hombrecitos en la costa. La embarcación se agita mucho, la gente esta asustada, junto con Ibrahin nos sostenemos de mamá; el agua cada vez salpica hasta mojarnos la cara, hasta que las olas llegan a mojar a la gente. Todos estábamos asustados, el viento es cada vez más fuerte.

El hombre de negro dice que estamos a mitad de camino, que deberíamos estar felices de poder alejarnos de los incendios y explosiones. El viento sopla tan fuerte que cada vez son más grandes las olas, la gente grita, los niños lloran. El hombre de negro salta al agua. sin decir una palabra. El barco se detiene y las olas comienzan a ser más grandes. Entonces papá toma el control del motor, intenta girar la embarcación, pero una ola gigante nos tira a todos al agua.

Estamos todos gritando, me prendo del fastan de mamá que está agitando las manos, tengo mucho frío, apenas puedo gritar, tomo mucha agua, que es muy fea, no como la de la montaña. Todos tratan de nadar, pero las olas son muy grandes, el barco flota patas arriba y la gente es desparramada por la fuerza del agua, estamos como en un fuerte río que arrastra todo sin control.

Lo último que tengo en la mente es un brillo del sol que me da en los ojos, pero estoy con demasiado sueño para ver su cálido rayo. Dejo que el gran río me hamaque en sus olas y disfruto de mi dulce sueño.


Los sueños tienen todo el sentido hasta que chocan con la realidad y entonces se deshilachan de pronto.

Nathan Filer


dürüm tipo de emparedado árabe, al estilo de un taco mexicano.

haqiba bolso de uso femenino en árabe

fastan vestido en árabe

Cuentos - Con moralejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora