CAPÍTULO 32: LA CURIOSIDAD DE REECE

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—No te muevas mucho.

Entonces los vio.

Sintió su alma caérsele a los pies y su corazón romperse al verlos tan cómodamente acurrucados uno cerca del otro. Fue como recibir una patada en el estómago ver a Hunter recostado tranquilamente en la cama mientras mantenía las manos en la cintura de una chica que, sentaba a horcajadas sobre él, limpiaba algo de su rostro con aprensión.

—Me gusta la idea de tener mi propia enfermera —dijo Hubter con fingida pesadez, deslizando las manos una y otra vez bajo la blusa de la joven—. Aún me duele el cuerpo como para dejarte ir, pequeña. ¿Te quedas conmigo, verdad?

Y Amy soltó una baja risa que hizo a Reece estremecerse al anticipar la posible respuesta. Una corriente helada lo recorrió de pies a cabeza y su respiración se hizo tan superficial que, de pronto, se sintió mareado y nauseabundo.

—Sabes que sí.

—Y tengo frío, así que posiblemente me quede abrazado a ti hasta quedar dormido.

Y si antes creía que el mundo se había detenido, ahora se encontraba con el corazón en la mano cuando cuando vio en cámara lenta cómo la cobriza se erguía lenta y sensualmente sobre Nowell para darle un lento beso en los labios.

—Claro que sí, bebé —Le respondió ella sonriente.

No podía creerlo. Sintió estar sumergido en una pesadilla al ver que aquel beso no hacía más que calentarse más. Y se vio ridículo, allí de pie bajo el marco de la puerta y viendo cómo estaban por desnudarse frente a él. La angustia se vio de pronto tan agria que, sin notarlo, cerró su puño con fuerza a cada segundo que transcurría. Estaba furioso con ella pero sobretodo con él.

Hunter no tenía ningún jodido derecho de tocar lo que no era suyo. Estaba con Anne ahora y eso significaba que no podía, en lo absoluto, jugar con nadie ni aprovecharse de Amy. Lo supo siempre. Ahora mejor que nunca supo que Hunter no era el tío bueno que todos pensaban que era.

Se hacía ver muy cariñoso e inocente cuando, en realidad, jugaba con, quizá, más de dos mujeres.

—¡¿Qué demonios sucede aquí?! —golpeó furioso la puerta con tanta fuerza que el sonido rebotó en toda la habitación hasta hacerlos sobresaltar.

Con una mueca de desagrado vio lentamente cómo Hunter la abrazaba con firmeza, apresándola entre sus brazos de manera inconsciente ante el arrebato.
Se mantuvo firme y cruzado de brazos, como si tuviese frente a él algo de sumo valor que no pensaba soltar.

—Es mi casa, mi habitación y mi cama —soltó Hunter tan tranquilo y frío que la dureza lo sacudió una vez más. Sólo recién, al verlo muy fastidiado por la interrupción, pensó en medir sus palabras si no quería salir de allí hecho una mierda. Aunque, de todas formas, aquel pensamiento fue efímero al ver cómo deslizaba los largos dedos en la pierna de Amy—. Yo quiero saber qué haces ahí parado y gritando como un desquiciado.

—Vinimos a buscarte porque el hombre Importancia se largó sin dar señales de vida —Se cruzó de brazos y avanzó hacia ellos, mirándolos con furia y recelo, el dolor apuñalandole los ojos con tanta fuerza como nunca antes sintió. Quería gritar y soltar blasfemias al verla tan cómoda sobre Nowell, abrazada y dejando que alguien que no era él, Reece, la besara—. Creímos que estabas con tu chica pero, ¡Oh, sorpresa! Preferiste usar a Amy como a una verdadera...

—Ni lo digas o limpiaré el suelo con tu sucia lengua —Lo calló Hunter al instante, apuntándole con el dedo índice mientras dejaba que Amy se levantara de la cama con él también. Muy pronto lo tuvo a un par de pasos de distancia, en su altitud y fuerza de mantenía ese Hunter Nowell que tanto decían tener y respetar pero que a Reece le traía sin cuidado. Porque lo conocía bien—. No sé jodidos te sucede pero si has venido a insultarnos como un loco, te vas de aquí.

Su dulce debilidad ©Where stories live. Discover now