CAPÍTULO 25: CUANDO YA ES TARDE

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Cuando ya es tarde...

Amy Donovan encontró la oportunidad perfecta para alejarse de aquel ambiente tan tóxico y que tanto daño le había ocasionado. Necesitaba alejarse de todo, olvidarse algunos y empezar de nuevo. Estaría precisamente, o para su mala suerte, en la misma ciudad donde estudiaba su hermana durante el verano. Ellas no se llevaban muy bien pero realmente prefería estar ahí, conociendo a nuevas personas y entablando nuevas amistades, que continuar sufriendo con la presencia de personas que la hirieron alguna vez.

Peyton le había aconsejado aquella opción y Amy alguna vez, sin haber pensado que ocurriría, había aceptado. ¿Qué diablos iba a pensar que aquello funcionaría? Así qué allí estaba, empacando las maletas en un desesperado intento por huir de allí. Tenía muchos planes para aquel año. Buscaría un empleo y encontraría su propio hogar en el mundo, algún lugar donde quedarse a vivir y que le alcanzara económicamente. Ella realmente se había planteado como meta el huir de aquel infierno. Se encontraba recogiendo algunos tomos de su casillero cuando oyó ligeros cuchicheos a su alrededor. Ignoró al grupo de muchachas que la observaban curiosas y, susurrándose algo entre ellas, reían a su costa.

¿Qué sucedía? A ella no podía importarle menos. Fue cuando acomodó los últimos libros en su bolso, aquellos que llevaría para estudiar y repasar en sus tiempos libres, cuando un par de manos la acorralaron en medio pasillo. Sintió de pronto un cuerpo aprisionándola y un calina aliento cosquilleándole el cuello hasta llegar a su oído.

―Necesitamos hablar, preciosa.

Una corriente helada la envolvió y su corazón pació querer salírsele del pecho, no solo del susto, sino también por haberse encontrado precisamente con aquella persona que tanto había estado evitando. Tomó una larga calada de aire y se dio fuerzas para encarar a Reece. Giró como pudo, y apenas bastó tenerlo frente a ella para que él la envolviera entre sus brazos como sí temiera dejarla caer. La rodeó firme, mirándola anhelante y triunfal, era aquel brillo de felicidad y esperanza lo que podía ver en los ojos claros de Wood.

―No es precisamente el lugar para hacer esto, suéltame, Reece.

Él sonrió y se inclinó hacia ella hasta desaparecer aún más cualquier distancia posible.

―¿O qué? ¿Irás a llamar a Hunter, tu guardaespaldas?

Bufó hacia él y colocó las manos en su pecho, intentando huir de allí sin ningún resultado.

―¿Cómo puedes decir eso? Es tu amigo también.

―Esto no se trata de él ―Se quejó―. Quiero hablar contigo de nosotros ―La detuvo, aprisionándola aún más, si era posible, contra los casilleros. Sólo entonces deslizó una mano en ella, tomándola de la cintura con tanta suavidad que a ella regresaron todos los momentos que pasó con él, tan ardientes y que lucieron eternos algún día. Cerró los ojos ante la caricia que le dio en la mejilla, tocándola y detallando Reece cada parte del rostro de ella como si deseara guardarlo en su memoria para siempre, hasta el fin de sus días. Pero los cerró con un nudo en la garganta, sintiéndose traicionada por su propio sentir, por aquellos recuerdos que la atormentaban aún por haber sido utilizada por la persona que más quiso y confió. Le dolió una vez más su error, porque no estaba enamorada de él, pero lo quiso como amigo y como amante, si aquello podía ser posible―. Te extraño, Amy, por el infierno que te extraño muchísimo. Necesito oír tu voz, verte sonreír... ―Lo oyó decir en un susurro.

Lo miró extrañada al recibir una mirada que nunca había visto antes en él. La miraba tan anhelante y desesperado que la confusión la azotó de pronto. Podría seguir jugando a ser la amiga con derechos de Reece, pero ello significaría acabar con la poca dignidad que le quedaba. Continuar con aquella relación tan tóxica implicaba sobreponer a Reece por encima de ella misma. Debía quererse un poco y, por una vez, acabar definitivamente con eso.

Su dulce debilidad ©Where stories live. Discover now