Prólogo

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Lunes, 31 de agosto de 1987

La feria del condado era probablemente el mayor acontecimiento del pueblo, había desde puestos de tiro al blanco hasta grupos tocando alegres y pegadizas sintonías. Algunos jóvenes se aventuraban a probar suerte en el mundo de espectáculo y representaban obras de teatro tales como "Romeo y Julieta". Entre los veteranos estaban: Bill y su música folklórica acompañado de su oxidado banjo; Teresa Fox apodada "La pitonisa rosa", una mujer gruesa de mal carácter; Sarah y su mansión del miedo y como no, un pequeño puesto con un cartel astillado y descolorido que predicaba: "Magia y Hechicería"

Marlon Dean era el propietario de aquella caseta, acompañado por su hijo Jason, quién solo tenía 5 años, pero ya dominaba el arte de la palabrería:

—Pasen, pasen y vean al próximo gran Houdini del siglo XX—vociferó el niño

Un hombre delgado, algo alto salió con aires misteriosos. Vestía de frac acompañado de guantes blancos y un elegante sombrero de copa, además de una varita en la mano derecha. Debajo del traje se podía apreciar un cuerpo que podía aparentar los treinta años, aunque su cara tenía el aspecto maltratado de un hombre de sesenta. Con un arranque de energía el hombre se quitó el sombrero de copa y al voltearlo pétalos de rosas cayeron a montones.

—Díganme...—Dijo aquel hombre haciendo una pausa dramática— ¿quieren experimentar la autentica magia?

Una marea de gente paseaba alrededor pero pocos eran las personas que se molestaban en parar a mirar y aún eran menos los que se compadecían y dejaban alguna propina.

A continuación un humo morado inundó el escenario, tras un sonido metálico el hombre desapareció entre risas.


Hacía hora y media que la feria había cerrado ese día. La mayoría de puestos se hallaban cerrados y solo se oía las risas del grupo de teatro quienes celebraban su éxito con algunas latas de cerveza. El mago acompañado de su hijo descansaban en la parte trasera de su puesto, contando las ganancias.

—Hijo—murmuró— no te preocupes por cuanto hemos ganado hoy, si no por cuanto sacaremos mañana

Una sonrisa con un destello de preocupación brilló en el rostro del mago. Con apenas unas monedas en la mano acarició la cabeza del pequeño el cual parecía confundido.

—¿Qué escondes ahí detrás?—preguntó el hombre sorprendido mientras aún reposaba su mano sobre la cabeza del muchacho

Acto seguido el pequeño con cara de culpabilidad sacó una pequeña cartera de cuero marrón y la mostró sobre su palma extendida

—Te he dicho que ya no hacemos eso— suspiró derrotado

—¿Y qué piensas hacer, esperar a que nos muramos de hambre?— gritó el pequeño con lagrimas de rabia corriendo por sus mejillas

Desde la muerte de su madre, el mago había jurado dejar su vida como carterista y ser un hombre honrado, aunque eso significase pasar por tiempos de crisis. El niño golpeó lejos la mano de su padre, apartando con ira de su cabeza y se alejó con paso decidido a pesar de las palabras de su padre. Se prometió que nunca volvería con ese hombre, quién ahora suplicaba a su hijo que volviese.

Y así fue, nunca volvió.

El ilusionistaWhere stories live. Discover now