Capítulo 20. "Primera impresión"

Start from the beginning
                                    

Honey venía en mis piernas, dormido.

Era obvio que se quedara dormido, el camino era largo y para rematar Joe estaba manejando como abuelita porque había demasiado tráfico.

Mi iPhone sonó en su típico de chillido de mono. Lo busqué en mi bolso y Joe rió. Siempre se rié de que mi bolso se traga mi iPhone, claro que a él no le ocurre eso.

El cachorro se desperto y lo pase a las piernas de Joe, se quedo calmado y echado mientras Joe seguía manejando.

Al encontrar mi iPhone conteste en seguida cuando vi que era de el celular de mi madre.

—¿Dónde están?

—Estamos en camino, es el tráfico que no nos deja avanzar.

—El tráfico o a el vándalo que tienes como novio.

—No me pondré a discutir contigo en la línea. —Rodé los ojos y juraría que ella también lo había hecho.

—Estabas muy bien con Trevor, pero a puesto a que este chico te busca por dinero. —Gruñí.

—No es papá, ¿sabes? —Solté.

Decía la verdad, nadie me contradecía en eso.

—Hasta los modales perdiste Maibys, no puedo creérlo.

—Nos vemos en el restaurante Lissa. —Colgué y prácticamente aventé mi iPhone dentro de la bolsa.

Solté un bufido y cerré mis ojos. De la guantera de mi auto saqué la pelota anti-estrés que me había regalado Jesse porque sabía que iba a estar estresada unos días —la muy mendiga lo hizo a propósito cuando arruino mi diseño—.

Joe prefirió no preguntar, cuando agarraba la pelotita era mejor no preguntar hasta que yo esté tranquila por completo.

Al entrar, Joe se detuvo dónde tiene que tomar un ticket. Se alzó la pequeña barra y avanzó. Se adentró al estacionamiento techado y al encontrar un lugar desocupado apago el motor. Bajó con Honey en sus brazos y yo abrí la puerta, acomodé mi bolso y Joe se puso a mi lado. Cuando terminé de bajar puso la alarma, me paso las llaves y las guardé.

—Dame a la bola de pelos. —Me lo paso y lo puse en mi bolso.

Asomó su cabecita y poco a poco quedó dormido.

—Duerme mucho.

—Es un cachorro Joe, es obvio que domira mucho, apenas está bebe. —La idea de tener un perro con Joe sonaba tentador, era como críar un hijo sólo que este tiene cuatro patas, ladra, mueve la cola, come croquetas y no hace berrinches.

Joe entrelazó nuestros dedos y pasó su brazo por mis hombros.

—Me alegra que te haya gustado tu último regalo. —Beso mi cabeza mientras seguímos caminando.

—Y a mi me alegra que hayas disfrutado tu recompensa. —Rió en mi oído.

Abrió la puerta de cristal con su mano restante y pasamos.

—Dime, ¿a quién no le hubiera gustado? —Pusé mi dedo índice en mi barbilla y reí al ver su rostro.— No me digas nombres ¿sabes? Me pondré celoso, con que sepa que soy el único que te conoce perfectamente, está genial.

—No puedo decir lo mismo. —Subimos escalón por escalón sin dejar de reír.

—Ah, claro que si puedes. Te recuerdo que en un baño todo asqueroso con poca luz y con ropa, no se nota mucho. —Gruñí y sonrió.— Sabes que siempre serás la única, ¿verdad?

—Eso dices. —Me crucé de brazos.

—¿Perdón? —Se hizo el indignado y reí.

—Mal actor.

Chico ProhibidoWhere stories live. Discover now