Décima segunda sombra

51.7K 1.1K 186
                                    

Grace me lleva a una tienda y me compra más galletas con trocitos de chocolate. Galletas como las que comí en su casa. Estaban buenísimas.

Me compra un libro. Está lleno de dibujos. La tapa es de diferentes colores. Me regala también un bolígrafo azul. Alguna vez he tenido lápices de colores e incluso ceras, pero nunca antes un bolígrafo.

Me siento orgulloso. Es un bolígrafo como el que utilizan los mayores.

Estoy muy contento con todos los regalos, aunque aún no sé por qué nos hemos ido tan rápido del médico. En realidad no me importa, prefiero ir con Grace a los columpios.

Hay mucha gente en el parque; grandes como Grace y pequeños como yo.

Hace un día muy soleado y puedo ver que el parque es muy grande y my bonito. Tiene muchos juegos y árboles. También hay flores por el suelo. Todo el mundo está sonriendo.

Me gusta mucho estar aquí. Me gusta estar contento.

Me coge de la mano y caminamos juntos hasta un banco de madera. Frente a nosotros hay otro banco igual al banco que en el que estamos sentados. Entre ambos hay una mesa.

Todo el conjunto está hecho de una única pieza. No es una mesa tradicional.

Nos sentamos.

“Bien”- me dice Grace, “he pensado que podría enseñarte a escribir. Así podremos comunicarnos. Así podremos escucharte y entender todo lo que nos quieras decir”.

Puedo ver en sus ojos como tan solo la idea de pensar en ello la hace feliz. Estoy muy intrigado por saber en qué vamos a escribir y si voy a saber hacerlo bien. No sé por qué estaba enfadada antes, pero ya no lo está.

Abre el cuaderno y le quita el tapón al boli y lo coloca en el otro extremo. Me lo da para que lo coja. Después abre el paquete de las galletas y coge una. No me importa que también coma. Me gusta poder compartir las cosas con ella. Cada vez que lo hacemos, cada vez que compartimos algo, siento que somos amigos.

“¿Recuerdas lo que escribimos la última vez, cariño?”

Lo recuerdo. Recuerdo que lo último que intento enseñarme resulto ser demasiado difícil para mí.

Boli en mano trato de replicar los únicos garabatos que sé hacer: mi nombre, mi apellido.

A, B y C.

No recuerdo más.

Miro el espacio en blanco que no he sabido rellenar con más letras. Me entristezco. Nunca llegaré a ser tan listo como Elliot.

Al levantar la mirada Grace me sonríe. Está muy contenta. Eso me hace feliz.

“Wow, Christian, ¡recuerdas muchas letras! Eres un chico muy listo, lo vamos a pasar genial aprendiendo a escribir.”

Me siento orgulloso. Orgulloso de que a ella le agrade lo que hago. Estoy contento. Muy, muy contento.

Grace coge el bolígrafo y empieza a escribir más cosas después de mi C.

Sus letras son muy bonitas y las escribe muy fácilmente. También coge el boli de una forma peculiar. Elegante.

Mis dedos no son capaces de sostener el boli así. Tengo que apretar mucho. Aprieto el boli en el centro de mi puño tan fuerte como puedo, pero no puedo evitarlo, a veces se me cae.

“Después de la C viene la D, como la primera letra de dulce.”

Después me enseña muchas letras más y jugamos a buscar palabras que yo conozca y que empiecen por esas letras. Así me resultará más fácil recordarlas, dice.

El origen de GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora