Caprichos de los Dioses

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                                                              Caprichos de los Dioses

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__¿Y dices que la moza es aún virgen?__miró la domina al vendedor con su habitual cara de fastidio.

No soportaba el hedor y la bajeza de aquellos lugares, ella una dama de cierta reputación, la más famosa y respetada domina de toda la península.

__Si mi señora__respondió el rechoncho varón sin atreverse a mirar la mujer que seguía moviéndose disgustada de un lado al otro mirándose las uñas.

__¿Esta sana?

__Si, dama Aratea.

__¿De donde la habéis sacado?__volvió a preguntar sin si quiera mirarlo al tiempo que levantaba la barbilla de la joven con su pañuelo__Podría servirme, tengo un cliente especialmente exigente y esta chica es algo que de seguro le gustara__continuó diciendo examinando a la joven que seguía de rodillas en el sucio suelo con las manos atadas a la espalda con pesados grilletes al igual que en sus menudos y finos tobillos.

Tenía la piel dorada por el sol, suave y sedosa tal y como si brillasen miles de granitos de arena a la luz del poderoso sol. Sus facciones eran elegantes y sofisticadas, casi aristocráticas, hermosas... sus labios eran gruesos con una bonita forma de corazón rosado. Levantó aún más el rostro de la chica que no tendría más de unos diecisiete años en apariencia y miró aquellos ojos azules, grandes y rodeados de curvadas pestañas que se enredaban entre los bucles dorados de su pelo con reflejos rojizos...

__¿Cuando le he fallado yo en una venta domina? ¿Acaso no le satisfizo el último esclavo que le serví? ¿O el guerrero de la tierra del hielo?

__¿Cuanto?__fijo sus duros ojos en el mercader que se frotó nervioso las manos.

__Lo que usted estime mi señora.

Esta sonrió complacida por el terror que causaba en aquel hombre que seguía postrado a sus pies y se estiro en la otomana que había justo a un lado de la casa.

__¿Que ha de hacer una dama aquí para que le sirvan un poco de buen vino?

El hombre dio dos palmadas y apresuró de malas maneras a su esclavo para que éste le trajese lo que esta solicitaba__Milano...

__Sí, Aratea.

__Quiero que ese esclavo tuyo, me satisfaga__torció la sonrisa observando al fornido hombre de oscura piel que traía el vino.

Este volvió a asentir y con un simple gesto le indicó al esclavo que más le valía complacerla si quería seguir con vida. Cerró la puerta tras ellos y Aratea se levanto estudiando a su presa.

Era alto, fuerte y podría matarla si lo deseaba con sólo apretar sobre su cuello pero eso la excitaba, resiguió con las uñas sus increíbles músculos y le quito los harapos que llevaba por pantalones deleitándose con lo que sus ojos veían.

Abrió mucho los ojos ante semejante atributo y se tendió de nuevo en la otomana tras haber sopesado entre sus manos aquella enorme mercancía masculina.

__Acercate esclavo__ este lo hizo agachándose frente a ella empezando a besar el empeine y la pierna que la domina extendía.

Aratea probó el vino y con una provocadora sonrisa vertió el resto de la copa por su pecho que había descubierto y la lengua del complaciente hombre empezó a lamer el rojo líquido hasta dejar hinchado y duro el pezón de la dama.

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