Mis ojos se cerraron sin yo preverlo y esperé a sentir sus labios junto a los míos. No tardaron mucho en llegar. Al principio no los movía, disfrutábamos los dos de aquel simple roce suave con toda la paciencia del mundo. Pero después de alejarse apenas centímetros de mí y ver mi cara de ansiedad, volvió a besarme esta vez mostrándose más pasional. Abrí mi boca para dejarlo hacer lo que quisiera y pude sentir su lengua recorriendo con calma toda mi cavidad bucal. Se notaba que tenía bastante experiencia en aquello, al contrario que yo.

Cuando notó que me quedaba sin aire, se apartó de mi sonriendo feliz y apoyó su frente contra la mía. Mantuve mis ojos cerrados por un rato más, sin creer todavía lo que acababa de pasar, mientras mi respiración agitada volvía a la normalidad. Aquel había sido mi primer beso, mi gran primer beso.

– ¿Dormirás ésta noche conmigo? 

– S-sí, bueno... – susurré nerviosa –, si tú quieres, claro.

– Pues claro que quiero.

Sin saber de donde sacó la fuerza, me cogió en brazos y me sentó en su regazo.

– Ah – se quejó haciendo una mueca.

– ¿Qué pasa?

– Mi hombro – señaló. Miré hacia ese sitio y vi que bajo la bata seguía sobresaliendo una venda. 

– Oh, no debes de hacer esfuerzos. Cuando estabas en coma te operaron un par de veces de urgencia – lo palpé por encima sin apretar mucho.

Me tumbé al lado de él y acomodé las almohadas para quedar los dos a la misma altura. Alargué la mano hasta el interruptor y apagué la luz, dejando la habitación casi a oscuras, a excepción de algunas farolas de la calle que se mantenían en funcionamiento. Aún no era muy tarde, pero ya comenzaba a anochecer.

– ¿Te ha gustado?

– ¿El qué? – le cuestioné volviendo a notar los nervios alojarse en mi vientre. Sabía perfectamente a lo que se refería.

– El beso – viró la cabeza, observándome divertido por mi incomodidad.

– Pues no lo sé – miré al techo tratando de evitar su mirada lasciva –, ha estado bien.

Buscó mi mano con la suya, la tomó acercándola a su boca, la besó varias veces y después la posó un poco más arriba de su pecho. Percibí las fuertes y rápidas palpitaciones de su corazón combinadas a la perfección con el vaivén de su pecho al respirar.

– A mí me ha parecido el mejor beso de toda mi vida – sonrió satisfecho. Seguro que era mentira y sólo lo decía para impresionarme –. ¿Sientes mis latidos?

– Sí – susurré.

– Me siento así siempre que estoy contigo. Me siento especial, eufórico, afortunado... – acarició los nudillos de mi mano afectuosamente –. ¿Me dejarás sentirme así el resto de mi vida?

¡Tierra trágame! ¿Qué debía responderle yo a eso?

– ¿A qué te refieres? – me hice la tonta de nuevo, elevando la cabeza para poder verlo mejor.

– Te quiero, _____ – admitió, pasando un brazo por debajo de mi espalda y arrimándome más a él –. Te quiero demasiado y espero que no me rechaces después de lo que te voy a preguntar ahora pero, ¿te gustaría ser mi novia?

 Y de repente... ¡Bum! Mi vida se había ido al traste en medio segundo.

Sí, Harry, me encantaría ser tu novia. Sólo hay un pequeño problema. Mañana me iré de aquí y no volveré a verte por un tiempo que desconozco. Lo siento. Disfrutemos de nuestras próximas diez horas de noviazgo y luego hagamos como si nada hubiera pasado.

Vuelo 1227Место, где живут истории. Откройте их для себя