2.- El Bosque de la Muerte

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Después de una semana, Orochimaru fue junto con Amachi a la bodega donde había dejado a Anko. Antes de abrir la puerta, el pelinegro agudizó su oído para escuchar lo que pasaba dentro. No se escuchaba nada. ¿Anko está muerta?, pensó Orochimaru mientras su corazón se encogía. El sannin negó con la cabeza, ahuyentando la idea de su mente.

            Pasados unos minutos, Orochimaru abrió la puerta de la bodega, encontrándose con una Anko con los ojos demasiado abiertos y con el cuerpo cubierto de sudor y lágrimas. Amachi se acercó a la pelimorada y se quedó observándola un segundo.

            ― ¡Vaya, sigue viva! ―dijo el científico.

            Orochimaru soltó una sonrisa malévola fingida. Amachi no podía saber sobre sus sentimientos de culpa por lo que hizo y su alegría al saber que Anko estaba viva.

            ― ¡Qué afortunada! De diez con quienes lo he probado, sólo ella ha sobrevivido. Sin duda la cosecha más dulce antes de mi partida―dijo Orochimaru con la vista fija en Anko, sintiendo aún más culpa.

            ― ¿Se marchará? ―preguntó Amachi sorprendido.

            ―Ya no hay razón para que continúe aquí―mintió el sannin.

            ―Pero...mi señor...la investigación.

            ―Es toda tuya, considéralo un obsequio―Orochimaru se refería a unos experimentos pendientes―. Llegado a este punto, ya no la necesito―volvió a mentirle a Amachi. Él necesitaba mucho a Anko y no sólo eso, le quería como a una hija.

            Orochimaru se dio vuelta para salir de la bodega, pero en menos de un segundo, algo sujeto su tobillo.

            ― ¿Por qué...? ¿Cómo pudo hacerme esto? No entiendo, yo lo admiraba como a nadie en el mundo―le dijo Anko desesperada y con un poco de tristeza en su voz. Eso hizo sentir peor a Orochimaru, a pesar de que no lo demostraba.

            El pelinegro se giró hacia ella, se agachó y tomó la barbilla de Anko para que lo mirara directamente a los ojos.

            ―No tienes la talla necesaria, querida, temo que careces de hambre de poder, de odio, de rencor. Nada de nada―Orochimaru se humedeció los labios con la lengua, infundiendo miedo en la niña que él mismo había criado―, aun así no moriste― porque es fuerte y el Sello Maldito del Cielo fue diseñado para ella, pensó con orgullo―. Tal vez si has llegado tan lejos aún sirvas de algo. Dime, ¿qué piensas? ¿Te gustaría ser mi ayudante?

            Orochimaru sólo le dijo eso como parte de un sermón vacío para generar más odio en Anko, para que tratara de cortar todo vínculo con él.

            La pelimorada desvió la mirada a otro lado que no fueran los ojos de su maestro. Ella ya lo detestaba.

            ―Cómo quieras―dijo Orochimaru levantándose y girándose hacia la salida de la bodega―, en algún lugar allá afuera, está el diamante en bruto que busco.

            Ella siempre fue lo que él buscó.

            Después de cerrar las puertas de la bodega, el sannin le ordenó a Amachi que se adelantara, quería estar solo un momento. Miró la bodega con tristeza por lo que había hecho, aunque fuera por el bien de Anko. Sintió una lágrima rodar por su mejilla. Se la limpió confundido. ¿Cuándo había sido la última vez que había llorado? No recordaba ni si quiera haber llorado alguna vez.

            ―Lo siento, Anko―susurró rozando la madera de la puerta de la bodega con la punta de los dedos.

            Se dio vuelta y volvió al laboratorio, cargando ya con el odio de la niña que él se encargó de criar y educar. Orochimaru esperaba no volver a verla nunca, porque sabía que todo saldría mal aunque, se vengaría de la aldea por haber provocado que se separara de Anko.

Sólo quería lo mejor para ti (Orochimaru y Anko Mitarashi) #NarutoAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora