—Venga Alex. — digo tirando de su brazo. — Tú no quieres estar aquí. — Él me mira.

— ¿Cómo puedes saber lo que quiero? — pregunta él entrecerrando los ojos.

No contesto, me cruzo de brazos. Suspira y se sienta.

— No quería asustarte con lo que te he dicho antes. Quería responder a tu pregunta... diciéndote exactamente lo que siento y siendo lo más honesto posible. — dice mirándome a los ojos. — Simplemente no quería que pensases que, porque no haya intentado besarte, o tirarte los tejos. — hace una mueca. — no quiero hacerlo. Porque si quiero, como jamás antes he querido nada. Has estado en mi cama, y me encantó dormir contigo sin que pasara nada, pero que hayas dormido y no haya pasado nada no quiere decir que no sea una de mis fantasías desde hace semanas — Titubeo y mis piernas están a punto de fallar. Noto que se va a levantar. — Tengo que irme. — dice él levantándose. No quiero que se vaya, no quiero que me deje. Se dirige hacia la ventana.

— Espera. — digo cerrando los ojos, me apoyo contra la pared para encontrar estabilidad. Él me mira. — No quiero que te vayas. Tienes que irte, pero no quiero. — da dos pasos hacía mi acortando la distancia que nos separa.

Cierro los ojos inspirando con fuerza, hasta que noto que está cerca de mí, atrapada entre él y la pared. Seguramente me besará en ese momento, mi corazón late deprisa esperando y deseando que lo haga. Noto su calor corporal contra el mío, noto un deseo creciente por dentro de mi cuerpo, una sensación que jamás había sentido. Noto su aliento por mi cuello, está muy cerca. Cierro los ojos suspirando de placer, y ni siquiera me ha tocado. Este chico me está volviendo loca. Seguramente por eso tiene tanto éxito con las chicas, a pesar de su obvia belleza, huele tan bien que es capaz de volverte loca. De pronto se apoya ligeramente contra mí, provocándome un suspiro, no nos tocamos, simplemente nos rozamos. Pero aún no me besa, ni en la boca, ni en el cuello, ni me acaricia en ningún otro sitio. Estoy a punto de volverme loca. Abro los ojos, sus ojos, verde oscuro se encuentran con los míos, hambrientos. Eso me excita enormemente. Su mano retira mi pelo con una suave caricia y luego se mueve hasta posar sus suaves labios una vez en mi cuello, enviándome oleadas de placer por todo. Eso es increíble, jamás he experimentado eso con nadie, y solo me ha besado el cuello. Gimo de placer sin poder evitarlo y al mismo tiempo con mi pierna le desestabilizo para que caiga sobre mí, justo donde quiero tenerle. Nuestros cuerpos quedan total y completamente encajados. Tanto que puedo sentir sus latidos que van casi tan rápido como los míos. Él suelta un grave gemido en mi cuello cuando hago eso y nuestros cuerpos se toca por completo. Parece despertar de repente y besa mi cuello, siento su lengua contra mi piel y me hace jadear. No puedo evitar enrollar mis brazos por su cintura, y con mis manos en su espalda pegarle más a mí. ¿Qué me está haciendo este chico que me deja sin una pizca de autocontrol? Levanto mi cabeza para darle un mejor acceso por mi cuello, él sube hasta mi mandíbula y espero sus labios contra los míos, pero no lo hace.

— Alex. — susurro entre jadeos. Abro los ojos, él me mira entre divertido, excitado e impaciente.

— ¿Quieres que pare? — susurra en mi cuello de nuevo sin besarme, noto su aliento que me cosquillea la piel. Soy incapaz de hablar.

— No. — digo tragando saliva con dificultad. — Quiero que me beses. — digo en un susurro ahogado. Eso le provoca un gemido desgarrador en mi cuello.

— Lo estoy haciendo. — dice el besando de nuevo mi cuello, recorriendo con su lengua esa zona tan sensible, que desde hoy es mi favorita. Pero no quiero que me bese allí. No me deja decirlo. — No voy a besarte donde tú quieres. — dice separándose de mi cuello y acercándose a mis labios. — No voy a besarte en estos perfectos e irresistibles labios. — dice mirando mis labios que están a apenas dos centímetros de los suyos, noto su aliento rozarme, me estoy volviendo loca, quiero más de ese aliento embriagador, quiero explorar su boca. — Así que no me lo pongas difícil. — dice casi rozando mis labios, y no sé si los ha rozado de verdad. No sé nada. Vuelve a mi cuello y luego sube hasta mi oreja. — Eres tan increíble. — dice suspirando contra mi piel.

— ¿Por qué? — consigo decir.

— Quiero alargarlo. Sé que lo deseas tanto como yo. — dice mirándome con sus suaves ojos. — Por eso quiero alargarlo, ni siquiera hemos tenido nuestra primera cita. — aclara sonriendo. — Y me gusta hacerte sufrir. Verte pedírmelo ya es un gran sufrimiento para mí. Pero para que veas que quiero alargarlo porque eres diferente para mí y esto. — dice besándome en el cuello una vez. — se siente maravillosamente diferente para mí ahora.

Vuelve a llenar de besos mi cuello y yo sonrío encantada, por lo que me hace y por lo que me dice. Besa mi cuello como me gustaría que besase mi boca, y su lengua provoca miles de sensaciones por todo mi cuerpo. Respira pesadamente contra mi clavícula. Sus manos están en mi cintura manteniéndome todo este tiempo totalmente pegada a él.

— Tengo que irme. — dice separándose de mí, le miro horrorizada. — No puedo estar ni un minuto más contigo. — dice vencido.

— ¿Por qué? — digo entre jadeos, anhelando su presencia de nuevo.

— Porque no voy a ser capaz de controlarme mucho más. No así, no aquí solos, no contigo. — dice mirándome de manera provocativa. Me arranca una sonrisa.

— Está bien. — murmuro. Él se acerca de nuevo, pero no me toca, besa con sus labios mi frente suavemente.

— Adiós Elena. — dice él antes de desaparecer por la ventana.

No puedo más, caigo al suelo deslizándome contra la pared. Tengo una sensación rara. Entre euforia, confusión y algo distinto. Me muerdo el labio y no puedo evitar sonreír un segundo. Ha sido simplemente... cierro los ojos, un acercamiento. No hay por qué ponerse pletórica, seguramente había cientos de chicas a las que había hecho sentir así y mucho más. Y conmigo no había llegado ni al beso. Conclusión: era débil.

No podía olvidar que Alex veía a las chicas como pañuelos de usar y tirar. Que, aunque sus palabras eran acertadas en algunos momentos, no podía entregarme como lo había hecho tan rápido. No podía porque me conocía. Sé el poder que ese chico ejerce sobre mí. Igual otra chica con menos voluntad autodestructiva podría entregarse a Alex rápidamente y salir ilesa. Pero yo sabía que no saldría sin cicatrices de esa guerra. No hacía mucho que le conocía y ya tenía pensamientos incoherentes. Le echaba de menos. Eso era imposible y a la vez cierto. Tenía miedo de eso y quería ponerme a llorar por el sentimiento de confusión que estaba experimentando. No quería sufrir más, tenía suficiente con lo mío.

No podría cambiar las cosas, ni a Alex, así que debería cambiarme a mí misma. Quizás, ser más... precavida. Las cosas podrían ser como yo quería, y está claro que lo que me hace sentir Alex no lo consigue ningún otro chico, como por ejemplo Tomás. No puedo engañarme con eso, pero tampoco puedo engañarme con Alex, él es como es y punto. Así que debo retroceder tres casillas e ir más despacio con mi corazón. Jamás se lo había entregado a nadie, ni siquiera sabía que tenía uno hasta esa noche. Así que debo tantear un poco el terreno, no puedo volver a caer en sus manos, pues me hace perder el control de una manera muy peligrosa.

Yo no soy así, jamás lo he sido. Nunca me he dejado llevar por mis hormonas, ni por un chico. Ruedo los ojos enfadada conmigo misma y decido darme una ducha de agua fría. Poco después estoy en la cama despierta. Miro el móvil por si acaso alguien ha llamado para preguntar por Corina. No. Por supuesto que no. Seguro que Maite ni se lo ha dicho al padre de Corina. Apago la lamparita y me meto entre las sábanas, mirando por la ventana a la luna. Y hago una cosa que no he hecho nunca, rezo. Le pido a quien sea que me devuelva a Corina. Haría cualquier cosa, sacrificaría lo que fuera para tenerla.

Déjame amarte.Where stories live. Discover now