Illa Sensit

     La observé desde el marco de la puerta. Se sentía tan ella. Dudo en que me haya visto siquiera, estaba tan centrada en el momento... El alcohol la había impulsado a sacarse el pulóver, y ahora un pequeño top le cubría justo lo necesario. Dejó ver su pálida y marchita tez y sus marcadas costillas. La música sonaba alto, muy alto para mi gusto, pero no me distrajo del espectáculo. Ella cantó más fuerte y, con los ojos cerrados, dio vueltas y vueltas, meneando todo el cuerpo de arriba a abajo, cuidando no tropezarse con ella misma. Y coreó con pasión, mientras masajeaba su cuerpo son sus propias palmas. No pude evitar sonreír. Con cuidadosos movimientos, hizo serpentear sus manos sobre la coronilla, dibujando sutilmente en el aire una tiara. Una corona de princesa, una corona de reina. Porque ahora era ella, totalmente ella, una frágil y sensual princesa. Se miró al espejo y sonrió, complacida con lo que veía. Y todavía ella no notaba cómo la estaba observando.

     La siguiente canción le fascinó, lo sacó todo de su interior. Gritó, y me hizo balancearme del susto en el hall. Cantó y bailó con más fuerza que antes. ¿Cómo es que nadie se daba cuenta? ¡Estaba siendo total y completamente ella! El alcohol hizo brotar su esencia, ¡casi podía ver el aura a su alrededor! Esa bruma oscura pero segura danzaba con ella, dejaba su estela mientras ella corría y cantaba con fuerza el estribillo, su parte preferida. Las rodillas le comenzaron a temblar, no tenían la suficiente fuerza para sostener semejante huracán, pero a ella esto le importó un comino: el estribillo volvió a sonar. Invitó a sus amigas a acompañarla, pero el póker las tenía demasiado ocupadas. La lata de cerveza se acababa, ¡qué triste! Habría que conseguir otra, porque el siguiente tema seguro explotaría.