Dydia [one-shots]

💖09💖

-Derek- susurró Lydia, esbozando una sonrisa, al verlo entrar corriendo por la puerta del salón de clases.

El hombre lobo sintió su sangre hervir al ver a su joven novia amarrada en una silla. El cuerpo entero de la rubia fresa estaba cubierto de moretones y magulladuras. Parecía que se desmayaría en cualquier momento.

-¡Derek, mi amor!- exclamó Jennifer Blake corriendo hacia él.

Derek la miró como si quisiese matarla en aquel mismo instante. La tomó del cuello con una mano, estampándola contra la pared antes de que ella lograra abrazarlo.

-Te voy a matar- dijo entre dientes, apretando cada vez más el agarre en la mujer, logrando así estrangularla.

La profesora de inglés daba manotazos y patadas al aire, intentando librarse inútilmente de Derek.

-Suéltala, Derek- pidió Lydia cerrando sus ojos y dejando caer su cabeza hacia un lado.

Derek apretó una última vez el cuello de la pelinegra y la soltó, haciéndola caer al suelo mientras respiraba con dificultad.

Rápidamente se dirigió a la adolescente, desamarrando las ataduras en sus manos y pies. La tomó por la nuca con una mano mientras que con la otra le apartaba unos cabellos que se le habían pegado al rostro.

-Sabía que vendrías- dijo ella intentando sonreír.

Le pesaban los párpados y apenas podía abrir los ojos. Derek sintió una punzada en el pecho al escucharla hablar. Verla así le partía el corazón. El haberse relacionado con aquella lunática era el peor error que había cometido, ya que por su culpa Lydia se encontraba así.

-Claro que sí- dijo limpiando las lágrimas que caían por el rostro de su mujer.

-Tengo que tener cuidado de... No volverme loca de amor por ti también- dijo con la voz entrecortada, logrando sacarle una sonrisa a Derek.

-Tú me tienes loco a mí- dijo tocando delicadamente las mejillas magulladas de la chica con sus pulgares.

Lydia era lo mejor que le había pasado en la vida desde que conoció a Paige, cuando tenía tan sólo quince años. A pesar de ser muchos años menor que él, Lydia había logrado descongelar su frío corazón, enseñándole a amar de nuevo. No permitiría que nadie más volviera a hacerle daño, incluso si su vida dependiera de ello.