Capítulo 25 No es un Regalo

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La niña no pudo negar su emoción, esperaba con ansias a que la persona que saliera de ahí fuera Sherlock, incluso los Watson reaccionaron igual. Todos miraron esperanzados cuando esa emoción se desvaneció por la cruel decepción, quién llegaba en el taxi era una vecina. John y Mary sintieron como el corazón les caía de golpe en sus estómagos. Voltearon a mirar a la niña, quien se aferraba a la ventana y su rostro se estremecía por las ilusiones rotas.

—¿Bell? —preguntó Mary con un gran afecto maternal mientras la tomaba de los hombros. Ella no respondió—. Cariño, tal vez Sherlock esté ocupado con tu caso y algunos más. Puede que venga más tarde por ti.

John y Mary se observaron preocupados y el Doctor Watson supo que era hora de ir a Baker Street

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John y Mary se observaron preocupados y el Doctor Watson supo que era hora de ir a Baker Street.

Durante todo el camino John pensó en las mil y un maneras en regañar a Sherlock Holmes. Mil y un maneras que poco le importarían al detective pero que debía de escuchar. Llegó a Baker Street, saludó a la señora Hudson y rápido subió los escalones para encontrarse a Sherlock, en su sofá, recostado plácidamente y perdido en el mundo de los sueños.

—¡¡Sherlock!! —gritó molesto John. Él solo hizo un sonido con su garganta—. ¿Hasta cuándo piensas ir por Bell?

—Pensaba ir hoy —respondió tranquilo.

—¿Pensabas? —cuestionó nada convencido. Sherlock afirmó con otro sonido en su garganta—. Pues no te veo nada animado, la verdad.

Sherlock no respondió y John se adentró al living room. El detective abrió un de sus ojos y se topó con la cara furiosa de su amigo.

—¿Pasó algo? —preguntó calmado mientras cerraba su ojo.

—¿Que si pasó algo? Si Sherlock, pasa que todos los días Bell pregunta por ti, ¿y qué podemos responderle a la niña? Que no has ido por ella porque no aceptas que Rupert Casey, un terrorista, es su padre. ¿Eso quieres que le responda?

Sherlock suspiró.

—Creo que no debemos que ser tan... honestos —dijo tranquilamente. John abrió los ojos de par en par—. Solo con decirle que estaba ocupado en varios casos es más que suficiente.

—Eres un insolente —reprochó John mientras se daba la media vuelta y caminaba hacia su sofá.

—No lo soy. Estoy siendo sutil.

—No, no lo eres. Y considérate con suerte porque eso le hemos estado diciendo.

—Bien.

John resopló.

—¿Y se puede saber que estuviste haciendo todos estos días? Aparte de asimilar lo de Rupert Casey.

—Moriarty —confesó de golpe. John se extrañó.

 John se extrañó

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La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt