Capítulo 25 No es un Regalo

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—Qué curioso —irrumpió Craig. Sherlock volvió en sí.

—¿Qué?

—Bueno, buscando a tu amiguito, lo único relevante que aparece es que hace meses su rostro apareció por todo Londres.

—Sí, ya lo sé —dijo con un enorme suspiro—. ¿Pero por qué lo curioso?

—¿Él murió en 2012, cierto? —preguntó. Sherlock afirmó con la cabeza—. De acuerdo, existe una actividad irregular en 2013 sobre Moriarty. Alguien bajo las siglas SM manejó su decaída red.

—¿SM? —preguntó confuso.

—Ajá. Un nombre de usuario muy deficiente, si quieres navegar en la web profunda. Al menos en mi opinión. ¿Conoces esas siglas? —Sherlock negó lentamente—. Pues eso es lo curioso.

—¿Cuándo fue la última actividad? —preguntó veloz.

—Fue en diciembre del 2013.

El detective se quedó con los ojos abiertos

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El detective se quedó con los ojos abiertos. No pestañeó en el minuto de silencio que se generó. Craig le miraba curioso hasta que, de la nada, el detective tomó la segunda USB de Samara Jones y salió de la madriguera del informático sin decir palabra alguna.

—¡De nada! —exclamó Craig.

Bell se encontraba en el living room de la residencia de los Watson. Ella estaba coloreando y no dejaba de hablar con la pequeña bebé Rosie, quien estaba en su porta bebé sobre el sillón. Ya era el quinto día de la niña en la residencia de los Watson, cinco días en los cuales la niña, cada vez que oía pasar un vehículo, corría hacia la ventana esperanzada en ver a Sherlock Holmes.

No era que no le gustará vivir con John y Mary, al contrario, le encantaba estar con ellos y en especial con Rosie, a quien ya consideraba su mejor amiga; a pesar de tener unas semanas de nacida, pero extrañaba a Sherlock y con todo su corazón.

Los Watson estaban sentados en las sillas del comedor, observando a las pequeñas y escuchando lo que Bell decía, un montón de cosas infantiles.

—¿Irás con Sherlock? —preguntó Mary. John volteó a mirarle.

—Sí, está ignorando su responsabilidad —dijo con un gran suspiró amargo—. Le marco y no contesta, ayer que llegue a Baker Street no lo encontré y la señora Hudson no sabía adónde se había ido.

—¿Crees que ya acepte que Casey es...? —pausó mientras ladeaba su cabeza suavemente.

—¿Sherlock, creer? —Cuestionó irónico—. Es más fácil que un perro acepte los hechos, en vez de él.

Mary sonrió suavemente.

—Es verdad.

Los Watson volvieron a guardar silencio cuando pudieron escuchar el motor de auto cerca de la casa. Velozmente la niña dejó sus colores y se alzó del suelo para ir corriendo hacia la ventana. Frenó de golpe y colocó sus manos y rostro frente al cristal. John y Mary se alzaron de sus sillas, a la par de la niña, y se acercaron a ella para observar un taxi estacionado cerca de la cera de su hogar.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Where stories live. Discover now