Muchos mensajes fueron intercambiados esa noche.  En todos Erick me pedía que no me entregara a Caleb; algo que me sorprendía pues apenas habíamos salido tres veces y él amaba a su esposa.  Su matrimonio estaba de buenas, mientras que el mío poco a poco se iba destruyendo. 

Luego de unos cuantos mensajes más, y de ya estar rendida por el sueño, logré convencer, más o menos, a Erick.  Este se quedó algo tranquilo e inmediatamente me pidió perdón, insistiendo en que parte de todo el espectáculo, según él, que me estaba haciendo, era a raíz de todo el alcohol que había ingerido.

La mañana siguiente, casi al despertar, tenía un nuevo mensaje de Erick, donde me pedía disculpas nuevamente por el espectáculo.  Me aseguraba que no sabía lo que le había sucedido, y me pedía disculpas; en realidad, no estaba molesta con él, jamás!  Les juro que hasta una emoción extraña sentía; hacía tiempo, años, que no sentía que alguien me…celaba?

Esto lo echamos a un lado y continuamos nuestras pláticas a diario, contándonos de nuestras vidas, escuchándonos el uno al otro.  Era agradable saber que en medio de lo ignorada que me sentía en mi hogar, tenía a alguien en quien confiaba ciegamente, quien me escuchaba y me ayudaba a sentirme mejor como mujer.

Una tarde, luego del trabajo, tenía una cita médica.  Allí, en la sala de espera, comencé a intercambiar mensajes con Erick, y gracias a esto, ni siquiera me di cuenta de cuán rápido pasó el tiempo.

“Ya salí de la oficina del médico, voy para tu casa” le escribí a Erick en tono de broma, ya que el complejo de oficinas donde me encontraba, estaba a solo dos minutos de su hogar.

“Eso es de la boca para afuera. Tú no te atreves venir aquí” fue la respuesta de este, despertando de cierta manera la mujer atrevida en mí.

“Que no me atrevo, Erick?  Dame unos minutos y estoy allí.”

 

“Te creo cuando te vea llegar.”

 

Ya no tenía que buscar, ni pensar más.  Esto era casi un reto y quería demostrarle a Erick que me atrevía a ciertas cosas.  Aunque no les voy a negar a ustedes que todo me temblaba de camino a la casa de él. 

Estaba segura de que Lilliam no estaba, y que aun se tardaría en llegar, pero de igual forma, no podía evitar los nervios.  Eso no cambiaba la decisión de verlo, hacían ya varios días que no nos veíamos en persona; qué daño podría hacer este encuentro?

Una vez me estacioné frente a su casa, fue cuando comencé a temblar de verdad.  No podía demostrarle mi nerviosismo, y tenía que proyectarme muy segura de mí.  Así que levantando mi rostro, acomodando mi mahón y mi blusa marrón, comencé a caminar con sumo cuidado hacia la puerta de su casa. 

Digo con sumo cuidado ya que andaba en unos tacones un poco más altos de los que acostumbraba a utilizar.  No quería besar el suelo antes de besar los labios de Erick; porque en realidad, eso era lo que quería, besarlo, sentirlo, abrazarlo. No importaba si solo eran cinco minutos, pero eso me hacía realmente feliz.

Erick me recibió con esa sonrisa que tanto me encantaba.  Esa sonrisa que me demostraba la alegría que sentía al verme; esa sonrisa que hacía que las mariposas bailaran en mi estómago.  Algo cursi, lo sé, pero les tengo que reafirmar que soy una romántica empedernida, y a mi edad, no había sentido algo así como lo que estaba sintiendo por Erick.

“De aquí no pasaremos” me dijo mientras pisaba el recibidor de su casa.

No tenía ningún problema con eso, en realidad, esto era algo demasiado grande para mí.  Entrar a su casa, era una sensación extraña; nervios, culpabilidad, venían incluidos en todo esto.  Jamás pensé entrar allí en esta situación. 

Pero sin permitirme pensar mucho, o sentirme más culpable, Erick me puso contra la pared y me besó. No me resistí, para nada, disfrutaba de esos besos, de esos brazos alrededor de mí, de sentirme deseada de cierta manera, de sentir, después de tanto tiempo, que me miraban como mujer nuevamente.

“Te ves hermosa!” me dijo Erick una vez terminamos el beso. 

Yo no podía evitar sonreír como una idiota.  Esas palabras, hacía mucho que no me las decían, y que de alguna manera, sabía que eran ciertas.  Erick me hacía sentir en las nubes, me hacía sentir hermosa, me llenaba de alegría de una manera que no podía expresar.

“Gracias” le respondí algo tímida, como siempre.

“Te vi vestida así, y no pude evitar recordar hace años atrás cuando salíamos juntos” decía este mientras me miraba de pies a cabeza.

Esas palabras terminaron de hacerme el día.  Que importaba si llegaba a mi casa a recibir el rechazo, bueno mejor dicho, el que mi esposo me ignorara.  Que importaba si no nos hablábamos, o si me pedía hablar sobre divorcio; eso podía ocurrir y no me iba a importar luego de estas palabras que me llenaron de tanta alegría, tanta emoción.

“Sabes? Si es cierto que el infierno existe, tú y yo nos vamos a quemar en él solo por esto…” comentó Erick, tomándome por sorpresa y sin evitar sentir cargo de conciencia.

Sus palabras eran muy ciertas.  Había roto los límites al haber pisado esa casa, al estar besándome con él allí. Que  importaba si era solo en el recibidor, pero…malditasea! Estaba en el hogar de Erick, qué estaba haciendo yo?

Pero en el fondo, algo dentro de mí, me aseguraba que esta no sería la primera vez que visitaría este sitio.  Esto era solo el comienzo de algo, que sin duda alguna, iría creciendo.  Algo que por más que intentáramos controlar, se saldría de los límites sin duda alguna.  Ya había señales de esto…pero, hasta donde?

Sin Daños a TercerosWhere stories live. Discover now