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Nadie cree la historia de mi vida. Es un poco loca para mucha gente que piensa que seguimos viviendo en épocas donde en los países no conviven más de una raza, más de una religión, más de una cultura... 

Es por esto que cada vez que digo que soy egipcia, nadie me cree. Ellos solo ven mi piel blanca como la leche, mi pelo del color del fuego y mis ojos del color del mar del caribe. ¿Quién creería que una chica así es egipcia? Al menos, tuve muy buenos compañeros en mi colegio. Porque, tenéis que superarlo y rápido. He nacido en Egipto y he crecido aquí. Ninguno de mis padres eran egipcios, pero yo sí lo soy. Me llamo Valentina Adams y soy egipcia. Me considero egipcia, y no planeo mudarme a otro lugar en los próximos años. 

Debo de haberme golpeado muy fuerte la cabeza contra el suelo al caer. Me duele tanto que pienso que podría estallar. Hasta que se detiene como si el dolor nunca hubiese estado ahí, como si todo hubiese sido producto de mi imaginación.  

Abro los ojos de golpe y tomo una gran bocanada de aire mientras me incorporo, como si acabase de salir de una especie de nebulosa. La luz del sol me ciega durante unos segundos antes de que pueda ver la trampa en la que he caído. 

-Qué... locura -murmuro para mí. 

Esta debe de ser la trampa más lujosa en la que jamás he caído, porque parece un palacio. 

El lugar es lo más ornamentado que jamás he visto. El suelo es de mármol blanco o de algún otro tipo de piedra. Arrastro mis dedos por la superficie deleitándome de la frescura en comparación con el aire que me rodea. De los grandes ventanales, sin cristal, cuelgan cortinas hiladas con oro y telas transparentes que ondean con la brisa caliente. El techo se encuentra completamente tallado y hay grandes columnas que sostienen el amplio espacio allá a donde mire. La paredes están pintadas con patrones. Los muebles son de aspecto lujoso, aunque hay pocos de ellos en esta estancia. 

Escucho pasos a mi derecha y me giro hacia el lugar esperando ver a una persona. Pero en lugar de eso, aparecen dos. Dos hombres jóvenes. El primero va lujosamente vestido. Telas bordadas de colores vivos, una corona de faraón, los ojos pintados con khol. Tiene el pelo negro y los ojos casi del mismo color. Al principio me mira extrañado, aunque después parece estudiarme con detenimiento. 

El segundo hombre, es el que de lejos te llamaría mucho más la atención. No por la forma en la que va vestido, que es menos llamativa que la del anterior, sino por sus facciones. Tiene el pelo negro y corto, algo rizado. Su cara es en general aniñada. Sus ojos azules son lo que destacan por encima de todo, en comparación con su piel, pelo y cejas. Su mirada es alegre pero tímida. 

-¿Quién es usted? -pregunta el primer hombre. 

El hombre situado a unos pasos por detrás aparta la mirada durante unos segundos. Camino hacia adelante con la mano extendida por delante de mí. 

-Soy... -me quedo callada. Dar mi nombre puede no ser una buena idea. La policía querrá que ellos le den mi nombre para detenerme, pero si no lo tienen... no podrán hacerlo-. ¿Qué película o serie se graba en este set? -pregunto con interés mientras vuelvo a observar mi alrededor con adoración. Casi puedo imaginarme que estoy en el Antiguo Egipto de verdad. La recreación es tan increíblemente fiel que asusta-. Está muy bien conseguido... -añado-. ¿Han contado con la ayuda de un diseñador con amplios conocimientos? ¿Quizás han consultado a un historiador o historiadora? 

-¿De qué está hablando? -pregunta el primer hombre indignado, al segundo-. ¿Se puede saber cómo ha llegado aquí?

Suspiro mientras pienso la mejor forma de explicarlo. Entré en... la tumba, ¿verdad? Y... ¿llegué aquí? ¡Dios mío! Es como si tuviese un agujero negro en cerebro y no recordara nada de lo que ha pasado en las últimas horas. ¿Días? 

-¿Me caí? -pregunto con inocencia mientras me escojo de hombros. Me seco las manos sudorosas en mi pantalón. ¿Dónde demonios está mi linterna? 

-¿Se cayó? -pregunta el hombre de los ojos oscuros mientras termina de cortar la distancia. Estamos tan cerca que si se inclinará un poco sus labios rozarían los míos-. ¿Es que no está segura?

Miro hacia un lado y hacia el otro en busca de una salida. Soy como Lara Croft, seguro que puedo salir por ese jardín y encontrar una salida. Aunque tenga que saltar algunos obstáculos, y ramas. 

-¡Contésteme! -grita el primer hombre, perforándome el oído. Realmente grita, con todas sus fuerzas. 

Entrecierro los ojos hacia él mientras lo miro con desprecio, tratando de ocultar mi miedo. Lo último que quiero es tener problemas con la policía. 

-Bien -espeta-. Se lo preguntaré una vez más antes de que llame a los guardias de palacio. ¿Cuál es su nombre? -se lleva una mano a la barbilla y espera durante unos segundos, de forma impaciente mientras mueve el pie bajo su falda. 

Pongo los ojos en blanco en mi mente. 

-Val... Valentina -digo por fin, antes de suspirar. Me llevo las manos a la coleta y me aprieto fuertemente para que no se me escapen los mechones en caso de huida. 

Más hombres aparecen en la gran habitación. El primer hombre hace un gesto hacia los otros dos, quienes se acercan hasta mí con paso firme y miradas furiosas. Me congelo por dentro, el terror se extiende por mis venas. ¿Son la seguridad del set? 

-Apresadla y llevadla a la casa de las concubinas -ordena el primer hombre, el que parece estar disfrazado de faraón de una forma muy fiel. Quizás... demasiado fiel. 

Me giro rapidamente para encarar a los hombres. Los miro con recelo. 

-No -susurro-. No lo hagáis -les pido mientras extiendo mis brazos frente a mí y retrocedo hacia el otro lado de la habitación. 

Ellos no siguen mis ordenes. Ni siquiera parecen escucharme mientras llevan a cabo la tarea de apresarme con sus brazos e intentar llevarme a ese lugar. 

-¡No! -grito con desesperación mientras trato de liberarme de su agarre retorciéndome con furia. 

Cuando más me retuerzo y grito más agobiada me siento. No me gusta que me impidan el movimiento de mis brazos. Mi respiración comienza a acelerarse mientras miro a los hombres con horror y suplicante. 

-No -vuelvo a decir antes de dar un tirón de mis brazos y caer al suelo. 

Mis rodillas chocan contra la piedra. Creo que siento la sangre bajo la tela de mi pantalón verde caqui. 

-¡Harás lo que se te ordene! -espeta el primer hombre mientras vuelve a acercarse. Está hecho una furia. Alza la mano mientras me mira a los ojos y me pega una bofetada en la mejilla. 

Las lágrimas saltan de mis ojos al instante por el picor. Como si me hubiese arrancado una tira de cera de la cara. Los hombres vuelve a tomarme, está vez me llevan sobre los hombros de uno de ellos. Pero agarro los ropajes del segundo chico, del de ojos azules. 

-Por favor -le digo-. Es un malentendido... 

-Ahora eres propiedad del faraón Tutmosis III -me anuncia uno de los guardias, mientras el chico de ojos azules suelta mi agarre, evitando mirarme a los ojos. Sigue pareciendo tímido y sumiso, pero sus ojos están extrañamente atormentados. 

Suspiro con pesadez antes de dejar que mi cabeza caiga pesada sobre el hombro de mi guardia. Encontraré otra forma de escapar. Cuando bajen la guardia. 


Los capítulos que estoy subiendo ya lo estaban antes. Por eso tardo mucho menos, porque solo los estoy revisando y retocando. 

LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora