Regalos

256 7 1
                                    

El palacio estaba bastante revolucionado y no era para menos, Ana de Austria había estado en cada detalle para la celebración de la navidad.

Al ser la primera navidad de Phillippe fuera de prisión y con su familia, la reina no había dejado ninguna decisión al azar.

En el aire se sentía la alegría, aunque por mi parte sentía cierto grado de melancolía, Luis amaba las fiestas, tanto navidad como fin de año le encantaba, principalmente por los fuegos artificiales y los bailes que se daban en el gran salón. Pero este año tendría unas fiestas diferentes, si bien Phillippe lo había perdonado seguramente en aquella casa de campo alejada de la humanidad se festejaría de una manera más simple.

-Hace tantos años que no celebro una navidad, que casi que no recuerdo como es – escuche la voz de Porthos detrás de mí y me gire para verlo con una sonrisa.

Se veía bastante bien, se había emparejado el bigote y dejado un poco la barba tipo candado, también había perdido unas cuantas libras.

Phillippe se había preocupado de la salud de su consejero tan severamente que lo había mandado hacer una dieta especial para los riñones. Por más que Porthos quisiera negarse hacer la dieta no podía decirle que no al rey.

-Cómo te la vas acordar, si las últimas cinco navidades te las has pasado borracho Porthos – contesto Aramis sentándose en uno de los sofás de la sala que daban a un costado del gran árbol de navidad.

-No es verdad, me acuerdo perfectamente de cada celebración....- se indignó el señor de Du-Vallon. – Solo que estaba un poco más alegre. Me refiero a que no celebro en familia. Ustedes nunca estaban disponibles.

-Primero que es difícil que te recuerdes de lo que paso en cada una, sabes bien que terminabas con resacas de cinco días – el obispo hizo una pequeña pausa y luego ladeo la cabeza casi dándose por vencido – Sabes perfectamente que cada uno tenía asuntos importantes que atender.

El obelix miró un tanto severo al padre y tomo un vaso con agua. Me miró y yo no pude más que encogerme de hombros. No había estado en esos años así que no podía hablar sobre aquellas celebraciones.

-El nivel de resaca denota el nivel de lo buena que eran las fiestas. – Se sonrió de costado – si duraron cinco días es porque la pasamos estupendamente.

Sacudí la cabeza de lado intentando no reírme, ahí iban los dos pronto a pelearse.

Mi vista se desvió hacia la entrada del palacio, el camino principal a los costados estaba adornado con antorchas para que alumbraran el paso de las carrazas que iban llegando.

-Siento no poder quedarme para vuestra discusión pero tengo que ir a vigilar – me disculpe con mis amigos pero antes que alguno de ellos pudiera decirme nada, sentí una mano sobre mi hombro. Me gire para verlo sonriéndome de costado sabiendo que tipo de palabras saldrían de su boca – Conde.- salude

-¿Ya te vas? – enarco levemente su ceja, lo cual era señal de reprimenda. Lo conocía tan bien que hasta el más mínimo de los detalles sabía que quería decir –Andre está haciendo bien el trabajo, además está nevando y lo más probable es que el rey quiera que estés cuidándolo de cerca. – la mirada de Athos fue de tal manera que no me quedo de otra que largar un pequeño suspiro.

-Siendo así deberé quedarme – conteste sintiendo como mi mejor amigo soltaba su agarre para caminar en dirección opuesta a la de Aramis y sentarse en otro sillón.

Hoy no vendría mucha gente al palacio, Phillippe quería un navidad íntima, como la que cualquiera de nosotros estaba acostumbrado a tener con su familia pero había un problema, él era el rey por lo que la simplicidad e intimidad de una celebración se reducía a un mínimo de unas treinta personas más o menos.

Amistades PeligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora