Capítulo 1.- Elliot Egea

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Y amanezco con un nuevo día, que no tiene nada de novicia, despertando siempre en un mismo bosque del que ni siquiera sé su nombre, un bosque espeso y con árboles con copas de un color verde intenso, como si se tratara de una primavera permanente, algo que me desquicia, ya que soy un chico con mil alergias. Despierto siempre al romper el alba y gracias a las tres o cuatro gotas de rocío que me caen en la frente cada mañana. Lo de las gotas de rocío puede hacerme parecer una persona con trastorno obsesivo compulsivo, pero es una de las pocas cosas que me mantienen más o menos "con la cabeza sobre mis hombros", ya que en este dichoso bosque los únicos habitantes que hay son cientos de árboles, miles de arbustos, un césped inmenso, mi mochila, con los utensilios necesarios para sobrevivir: un cuchillo, que me sirve para defenderme de las criaturitas del bosque mas tiernas y bonitas, como si me encontrara en "Bambi III", pero interpretando el papel de fiero cazador. Llevo un libro de chistes malos en mi mochila de los que suelo reírme. "Tres tomates van por la calle: papá tomate, mamá tomate y bebé tomate. Papá tomate se gira y pisa al bebé tomate, y dice ¡KÉTCHUP!" Ese es uno de los noventa y siete chistes malos que hay en este librito. Un cazo para cocinar lo poco que consigo capturar, y por último una grabadora en la que grabo un diario al acabar cada día, aunque de poco me sirve, siendo mi vida igual de patética cada día.

Y creo que no hay nadie más que habite este bosque. Bueno sí, un servidor, un joven chico esbelto que solo recuerda que se llama Elliot Egea y que tiene unos catorce años. Nunca sabré si me hago mayor ya que desconozco la fecha de mi cumpleaños, por lo que empecé a contar los días en este lugar, y a los trescientos sesenta y cinco días, celebrar mi cumpleaños con mi amiga la piedra y mi amigo el roble bajo el que duermo cada noche. Ahora Elliot, no olvides estirarte, quitarte las legañas de los ojos, bostezar una vez, y ya estás preparado para levantarte y comenzar el repetitivo show de mi vida, protagonizado por Elliot.

"Venga Elliot, levanta de esa cama cutre y corre a buscar tu desayuno. ¿A ver? Pero, que... ¡¿Qué haces aún tumbado?! Corre venga, así me gusta. Ya sabes, el menú del día no ha cambiado para el desayuno, encontramos unas bayas que puedes tomar junto a las manzanas que hay junto aquel manzano que se encuentra a tu izquierda, o aquella piedra que se encuentra a tu derecha. Yo sin duda, elegiría la manzana."

Pues venga Elliot, recoge las bayas que has visto, y una manzana de color rojo pasión que se encuentra a tu izquierda. Podría innovar un poco y tomar primero las bayas y luego la manzana, aunque para que romper la rutina, primero me tomo la manzana. O podría tomar ambas cosas a la vez. Sería todo un desafío para mí. Vamos a ello. Venga Elliot, a la de uno, dos y ...

"Todo un desafío para Elliot, ¿Podrá masticar ambas cosas a la vez? Hummm, está apunto de vomitar su único desayuno, desperdiciando su única comida de la mañana. Espera, lo está masticando, se lo está... ¡TRAGANDO!"

¡Ay! Dios mío, no vuelvo a hacer eso. No he saboreado nada la comida, soy un idiota. Eso me pasa por innovar. ¿Quién diría que es malo vivir en una repetición continua de "El último superviviente? Vale, no sé como he pensado eso, mejor, comienzo mi ruta para explorar completamente este inmenso bosque, en el que rezo, para poder encontrar a alguien con quien hablar, y que me responda. No considero eso una petición muy exigente.

Elliot y el poder oculto.Where stories live. Discover now