PARA POCOS: ENTRE ELMARGEN Y EL BARRIO

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         Una gran decepción me amargaba la vida. Pero, a pocos segundos de emprender el retorno, divisé una imagen verdosa hacia el sur y mi espíritu curioso me dio nuevos bríos. Así que, estando casi de paso en la vuelta a mi pino, me dirigí hacia allí. Sí, era un lugar contrastante, lo cual no me llamó tanto la atención, puesto que había oído a los vecinos comentar las características de los predios exclusivos. Llevaba sólo un minuto de vuelo. Ese sitio tenía mucho verde, casas inmensas y ostentosas: algo muy distinto de lo que había visto hasta ese momento; una zona residencial colmada de caminos y flores, poco tráfico de vehículos cuyas velocidades de circulación debían ser mínimas -lo anunciaban los carteles que también llegué a ver-, algunas personas haciendo ejercicios y andando en bicicleta por las bicisendas arboladas. Ese lugar me gustaba. A los minutos de llegar noté que el auto que se dirigía hacia la casa en cuyo árbol yo me había detenido era conocido por mí, sentí curiosidad por quién descendería y me quedé esperando. ¡Era Mi Ser Humano Especial! Ahora entraba en una casa muy diferente de la suya, una casa grande de ladrillos a la vista. Desde el árbol lo llamé, silbé con todas mis fuerzas, tuve miedo de que al cambiar de barrio me ignorara, pero no, se quedó inmóvil luego de cerrar -sin llave su auto, y se dedicó a identificar el llamado, sin buscarme ni responderme (yo pienso que estaba disfrutando del sonido de mi voz en conjunto con los demás sonidos naturales). Me sentí contento, no me ignoraba. Me pregunté qué haría allí; pero al rato me sentí algo estúpido pensando tanto en lo mismo; además, no es de pájaros obsesionarse, apegarse a algo o a alguien y me fui. (Sí, hui otra vez, por Dios, no tengo solución).

...

         Como aún no era tan tarde, pasé por la casa del anciano ruiseñor sintiéndome intrigado a la vez que enojado: ¿por qué se había burlado de mí? Su respuesta fue: "Yo te dije que los que comían lombrices en la vera del río eran mis antepasados, no yo. No te mentí... Por otra parte, eres un pájaro joven y debes sacar tus propias conclusiones. Imagino que ya tienes unas cuántas de ellas y me gustaría, de veras, conocerlas.

         -Sí, las tengo -le dije después de unos segundos-, ¡estamos en tierras bellísimas!

         El anciano abrió los ojos asombrado, y proseguí:

         -Tierras potencialmente bellas. Pero claro, no lo son actualmente.

         -¿Y por qué será? -me interrogó el viejo para conocer mi opinión, presumo que él tendría una propia.

         -Se debe a procesos políticos inadecuados, largos e injustos. Hay tierras circundadas por rutas rotas y peligrosas, hay ríos donde flotan la basura y los peces muertos. Pudrición por doquier. En el lugar donde estaban los árboles hay ahora habitantes que viven en condiciones indignas. Ese lugar que conocí hoy a pocos kilómetros de aquí, sería, pues, en la época de sus ancestros, el atractivo natural de esta localidad, allí seguramente soplaría el aire limpio y la biósfera de aquellos tiempos se recrearía en su propio bienestar natural. Hace años, ese lugar era el margen natural de un pueblo que hoy yace bajo desparejas construcciones tendientes al comercio. Sabe, señor, hoy vi una casona a la vera del río ocupada por muchas familias indigentes; pero ayer vi cómo en el Centro derrumbaban otra casona antigua de la localidad para construir otra cosa, imagino que alguna torre con negocios abajo y departamentos arriba. La casona que derrumbaban formaba parte de la identidad de este lugar y supongo que ya habrán derrumbado otros muchos cascos históricos...

         El pueblo ha perdido su identidad. El hombre no la ha valorado debido a su ambición, y ha corrido a un costado aquello que no servía a sus intereses; así, el margen natural se ha convertido en marginalidad, decrépita y triste marginalidad... (No puedo menos que angustiarme hasta casi llorar, mi querido Interlocutor.)

         El viejo ruiseñor aprobó mis pensamientos antes de despedirnos:

         -Has dicho algo cierto, los dirigentes, ambiciosos de poder, no estuvieron ¡nunca! interesados en lo natural; crearon miseria para beneficiarse a sí mismos, y luego expulsaron hacia los márgenes naturales todo aquello que no los hacía engrosar sus billeteras, y el costado del río se transformó, dejando de ser para siempre lo que era en la épocas de mis tatares abuelos.

         -puso su rostro circunstancialmente triste-. Así funciona el nefasto proceso del cual hablabas.

El vuelo de SerendíKde žijí příběhy. Začni objevovat