QUIÉN SOY

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        Me encuentro pensando... no hace tanto tiempo que sé pensar, fue aquella vez en que un ser muy especial me habló. Soy un ave a punto de emprender el vuelo más alto que haya emprendido hasta ahora, el viaje más largo, ¡y el primero! en realidad. Mi vida, hasta hoy, consistía en ir de un árbol a otro, siempre por la misma zona: un barrio del conurbano bonaerense, uno de tantos; y, hasta hoy, anduve por aquí, de un árbol al piso, del piso a una chimenea, de la chimenea al cable -desde donde conocí la mayor revelación-, del cable al pino, del pino... etcétera.

        -Pero te aventuraste en conocer espacios nuevos, más allá de los pinos ¿o no? Y me refiero a esta ciudad, un barrio, otro barrio, el Centro, el río... –me dirige la palabra el humano, otra vez.

        -Sí. Pero yo me refería a lejanías más importantes.

        -¿Qué otra lejanía más distante o más importante podrías encontrar alguna vez que la de haber superado los límites de tu especie? Y no necesitaste recorrer kilómetros. Es esa lejanía la que te llama ahora, ese motor te hace emigrar...

        -Lo cierto es que voy con los demás de mi especie, los pájaros, sin pretender ser más.

        -Pero no eres igual, y no podrás ¡ni deberás! desconocerlo. El vuelo y la altura son tu esencia; pero no el vuelo y la altura geográficos -condición compartida por todas las aves-; sino que el vuelo y la altura de la evolución del espíritu; y esa condición solamente tú, entre los demás de tu especie, la llevas dentro. Tú piensas, y eso es tan importante, ¡tú-pien-sas!

        Mi Ser Humano Especial me habla cuando ya sus silbidos, de tanto resonarme, se hicieron parte de mi materia, y nos pasa lo mismo a los dos: no sabemos identificar con exactitud quién de nosotros está hablando. Nos hemos conjugado hasta vivir en el espacio mutuo, aquel centro que nos conecta y que descubrimos al hablarnos por primera vez... Aunque tengo una sensación con respecto a ese descubrimiento: ese espacio central y compartido existía desde antes; ésa es mi sospecha, que existía aún antes de que los dos conjuntos fueran al encuentro y se mezclaran hasta conformar el denominador íntimo y compartido. Y hemos abierto las compuertas para llegar al resto de nuestra integridad.

         ...

        Los dos: este ser humano y yo. Él, con su esencia enferma de los ismos de la última era, fragmentado hasta más no poder, con el antojo inexplicable y alienante de hacer y hacer y hacer, a la vez que afrontar el aplomo, la disconformidad de no estar haciendo lo suficiente, lo correspondiente o lo correcto; este ser humano, con el estigma de lo productivo prendido a las agujas de su tiempo, dando un lugar relevante a lo espiritual, pero a razón de considerarlo también un producto, y enfermo del desorden mundano, pero también de ese orden que lo ha enfrascado y lo ha hecho olvidar algún otro orden remoto, enojado por la especulación ajena, ambiciosa y ventajista, y sobre todo, para peor, abrumado por la propia, reforzadamente preocupado y culpable; mi querido Ser Humano, el único que me ha visto, el especial, él, enfermo de los intrusos desconocidos que tienen la misión de oscurecer.

        Con la misión de oscurecer porque son sumamente competitivos y vienen de lo negro. Esos que molestan por los alrededores, siguen por los soldados de uno buscando al más vulnerable, y entran en la circunstancia. Luego se meten en el cuerpo, compiten con los escuadrones de defensa con la valentía cobarde y destructiva de la inmolación; confían nuevamente en que hallarán a los soldados más vulnerables...

        ¿Y con el pensamiento lo que hacen? Festejan por meses entrar al pensamiento porque allí, transformados en obsesiones, desagrados, frustraciones y tantos otros disfraces pueden realmente divertirse en su fiesta de excesos... Tienen las luces y las apagan, tienen el cielo raso del mundo (no el firmamento) y lo pintan de gris, tienen el clima y traen la nube más densa y oscura.

El vuelo de SerendíWhere stories live. Discover now